El Nacera

El Nacera

Yumi

06/04/2024

La escena nos sitúa en las alturas del cielo, donde lo que parece un ángel con alas negras se encuentra volando. Al acercarnos más a este «Ángel», podemos observar que no transmite el sentimiento angelical que esperarías de él. Tiene la apariencia superficial de uno, pero parece más bien un hombre abandonado en su propia rabia. Su rostro tiene facciones femeninas, su cabello largo es tan negro como el cielo nocturno, contrastando con su brillante mirada dorada llena de dolor y rabia. Sus alas son casi el doble del tamaño de su cuerpo, su traje negro está desgarrado y manchado con lo que parece ser su propia sangre, con heridas en todo su rostro y cuerpo, incluyendo ramas clavadas en su piel de cristal. Este hombre ángel piensa para sí mismo:

“Si tan solo fuera un poco más fuerte.. Ella no estaría con esa cosa..”

El silencio del cielo es rasgado por una fuerte explosión, similar al estallido de un volcán. El hombre, al presenciar esto, deja atrás todo pensamiento y se precipita hacia el origen de la explosión a una velocidad que lastima sus propios oídos y ojos delicados. Grita lleno de odio y dolor:

“¡¡Rencor!!” (Nombre del ser)

Grita tan fuerte que desgarra sus propias cuerdas vocales, pero no le importa. Avanza sin detenerse, incluso si un gran muro se interpone en su camino, lo atravesaría sin dudarlo, rompiendo cada uno de sus huesos. Este hombre no se detendría ni siquiera si la misma muerte intentara impedir su camino.

Al llegar al lugar de la explosión, es recibido con dos estacas de magma en el pecho y hombro. Con una mirada frenética, saca dos frascos de su traje y los bebe. Todas las heridas empiezan a desaparecer, pero las quemaduras provocadas por las estacas de magma son curadas al mismo tiempo que aparecen, dejándolo en un bucle de un dolor peor que la muerte. Si sacara las estacas, moriría desangrado.

Un ser de al menos 3 metros de altura empieza a aparecer, con una sonrisa altanera y confiada, pero parece tener varias heridas por el cuerpo. Este ser parece ser un humano con escamas hechas de magma, cuernos que son al menos ¼ del tamaño de él, una mirada amenazante y brillante. A su lado están los causantes de las heridas: una adolescente morena con una máscara de ciervo y un arma similar a un pincel con la punta que refleja una aureola boreal, un hombre con una máscara hecha de huesos y un tridente robótico que emite chispas, y un hombre con tatuajes en sus ojos que parecen soles y una cruz en su mano dorada.

El ser hecho de magma se dirige al humano ángel:

“Al fin llegas, humano”, dice mientras ríe con todas sus fuerzas burlonamente. “Tu mujer fue un buen aperitivo”, añade, relamiéndose los labios.

El humano ángel, con una mirada perdida y enojada, se queda mirando al ser de magma. Su sangre empieza a acelerarse, sus latidos se escuchan por toda la zona, sus venas se marcan por todo su cuerpo, sus dientes rechinan y dejan salir varias gotas de sangre de sus labios, mientras una fuerte correntada de viento empieza a oírse. Aparece un Martillo de Batalla que parece el mismo sol, bajando y quedando en la palma del humano ángel. Este desaparece por unos instantes y aparece delante del ser de magma, que no puede reaccionar, solo pensar;

“Puedo soportarlo.”

Por unos segundos al tener el Martillo cerca, el ser se arrepiente de su arrogancia. El Martillo empieza a brillar y toma la forma de un dragón tan ardiente como el mismo Sol, que en un abrir y cerrar de ojos devora el alma y cuerpo del ser de magma. Quedando en la escena solo el corazón del ser, donde el humano ángel, viéndolo, sin más ansias de vivir, se agacha y toma el corazón que parece un trozo de magma. El humano piensa que esto debería de matarlo, pero al comérselo espera su amargo final. Sin embargo, bajo su asombro, unas marcas similares a runas empiezan a desplegarse por todo su cuerpo, haciéndolo más grande, más fuerte y… lo que menos deseaba, más vivo. Este le había concedido la Inmortalidad en todo su esplendor, ya que le había otorgado un nivel superior. Los presentes observan al nuevo ser que yace en un cráter, resultado del poderoso golpe propinado por él mismo. Todos reconocen al Humano Ángel transformado en el Dios Humano y reflexionan:

«El Dios Humano ha nacido y no puede morir.»

Sienten compasión por este nuevo ser eterno, que anhela la muerte. Sus ojos, que reflejan estrellas de tres colores, ahora también reflejan dolor, angustia y desesperación.

El eterno que vive muerto.

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