La belleza del alcohol es que su legalidad es indiscutida. Destruye más vidas que cualquier otra droga, sin duda, pero contemplar su prohibición es simplemente una pérdida de tiempo. Y gracias a Dios, ya que ¿qué sería de nosotros los escritores sin él? Sin embargo, sí merece la pena cuestionárnoslo a la hora de pensar en la legalización de otras sustancias, pues, así nos disguste a la mayoría, la lógica, la coherencia y la moral deben ser tenidas siempre en cuenta al momento de tomar decisiones políticas (¡vaya sorpresa!).

Si hemos decidido que beber es derecho de los colombianos; que los paracos tienen derecho a estar borrachos cuando cortan cabezas y las usan como balones de fútbol, que Garavito y Rafael Uribe Noguera tienen derecho a estar borrachos cuando violan y asesinan niños, y Petro tiene derecho a estar borracho mientras gobierna a Colombia; entonces está claro que, por lo menos la bareta, debe también estar permitida. Sin duda que fumado dan menos ganas de matar, violar y descabezar, así sea por poquito. Y bueno, que nos gobierne un marihuanero o un borracho creo que da lo mismo, a fin de cuentas.

La cuestión se torna interesante, entonces, cuando hablamos de la cocaína: la más exquisita, reconocida y valiosa de las riquezas (semi) naturales de Colombia. La razón de esto es que, primero, existe una noción, no del todo errónea, que afirma que se trata de una droga pesada, y segundo, que es ella el combustible del conflicto armado colombiano. Primero que nada, debemos desechar por completo la primera suposición, así no sea completamente falsa, pues siempre y cuando el alcohol sea legal, la cocaína también debe serlo, si es que la «dureza» de la sustancia es lo único que nos interesa. Es simple hipocresía afirmar lo contrario. En términos de mortalidad, adicción y deterioro social, el alcohol es, de lejos, mucho peor. Si queremos prohibir la cocaína debido a una supuesta preocupación por el daño que puede causar en quienes la consumen, en el nivel personal y social, debemos prohibir también el alcohol. Es así de simple. Y eso no es, en absoluto, una opción.

Además, se complementan exquisitamente bien entre ellos. Nada mejor que perico, polas y parranda. Quítenme o déjenme los dos. ¿Sí o qué presi?

El tema del conflicto, por otro lado, sí vale la pena discutirlo. Es cierto que nuestro país debe, en gran medida, sus décadas de violencia al tráfico de drogas. Ha sido este el combustible del fuego perpetuo de nuestro gran incendio nacional. Con esto en mente, resulta claro para todos que legalizar la marihuana no cambiaría absolutamente nada en este respecto, puesto que perdió su lugar con la cocaína hace décadas, pero ya con anterioridad hemos dejado en claro que su legalización está más que justificada por otras razones. La cocaína, en cambio, sí que está involucrada en la guerra interminable de nuestro país, sin embargo, opino que legalizarla no cambiaría absolutamente nada. Óiganme:

Primero, si bien la droga la sembramos y procesamos, en algunos casos, acá en Colombia, no es acá donde se consume. No, acá nos dejan es los sobrados, mezclados con polvo de ladrillo, talco, jabón, veneno para insectos, harina, sal, azúcar, hueso molido, etc. Lo bueno, como en todo, se lo venden es a los gringos. Ese es el mercado principal. De allá es de donde vienen las ganancias, por lo cual, para verdaderamente ver un cambio, la cocaína debe legalizarse es en Estados Unidos, no en Colombia. Y buena suerte con eso. Además, el negocio dentro del país es el bazuco, y a nadie engañamos pretendiendo que existe alguna posibilidad de legalizarlo. Y en dado caso que lo hiciéramos, el deterioro social sería inmensurable. No conozco al primer consumidor moderado de bazuco.

Y segundo, acaso si la droga es legal, ¿los narcotraficantes y sus bandidos van a buscar trabajo honesto? ¿La legalización va a transformar a asesinos, extorsionadores y traficantes en hombres y mujeres de bien? Por supuesto que no. Las ratas se acaban exterminándolas, simple y llanamente. Es absurdo pensar que el crimen terminará cuando se quite uno de sus productos del mercado (lo cual, como ya expliqué, tampoco se estaría haciendo en realidad). No tardarán más que un par de minutos en encontrar su próxima fuente de ingresos. Si hay algo que no les falta a los criminales, es creatividad.

Habiendo dado tantos rodeos, mi opinión es concreta: por simple decencia y congruencia, la marihuana y la cocaína deben ser legales, así esto no signifique, en absoluto, un golpe para las mafias, o, como segunda opción, el alcohol debe prohibirse junto con ellas. Puesto que soy un defensor, casi absoluto, de la libertad, y un ávido fanático de la cerveza y el gin tonic, opto por la primera.

¡Salud!

– R

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