Tomas dentro del Bosque oscuro

Intro del cuento de terror

En un rincón remoto del mundo, oculto entre densos árboles y neblinas eternas, yacía el Bosque Oscuro, un lugar donde la luz del sol apenas se atrevía a penetrar. La gente del pueblo cercano evitaba aquel lugar como si fuera la morada misma del mal, y con razón.

Cuentan las leyendas que en lo más profundo del Bosque Oscuro, se esconde una presencia antigua y maligna, un ente que devora la esperanza y acecha a los desprevenidos. Una noche oscura como boca de lobo, un joven llamado Tomás, impulsado por la curiosidad y desafiando las advertencias de los ancianos, decidió aventurarse solo en aquel oscuro laberinto de árboles retorcidos

El silencio del bosque era tan denso como la oscuridad que lo rodeaba, y el viento soplaba con susurros siniestros que parecían susurrar nombres olvidados y deseos prohibidos. Con cada paso, la sensación de ser observado lo invadía, pero Tomás se obligaba a continuar, convencido de que nada podía detenerlo.

Sin embargo, cuando la luna alcanzó su punto más alto en el cielo, una sombra se materializó frente a él. Era una figura alta y encapuchada, con ojos que brillaban como brasas ardientes en la noche. Tomás retrocedió, pero era como si sus pies estuvieran clavados en el suelo. La figura extendió una mano huesuda hacia él y habló con una voz que parecía emerger de las profundidades del abismo.

«¿Qué buscas en mi bosque, joven intruso?», preguntó la figura congelando la sangre de Tomás.

Tomás, incapaz de articular palabra, tembló de terror. La figura avanzó lentamente hacia él, cada paso resonando como el eco de un corazón palpitante en la oscuridad. Entonces, con un gesto de su mano, el bosque cobró vida a su alrededor. Ramas retorcidas se alargaron como dedos hacia él, raíces retorcidas se levantaron del suelo como serpientes hambrientas.

Tomás gritó, luchando por liberarse de la parálisis que lo mantenía inmovilizado. Con un último esfuerzo, cerró los ojos y gritó el nombre de su madre. En un instante, el bosque quedó en silencio. Cuando abrió los ojos, se encontró de pie en el borde del bosque, ileso pero temblando de miedo.

Desde aquel día, Tomás nunca volvió a adentrarse en el Bosque Oscuro, y advirtió a todos los que quisieran escuchar de la terrible presencia que acechaba en su interior. Pero el eco de aquella noche de terror resonaba en sus sueños, recordándole que algunas oscuridades son mejor dejarlas sin explorar.

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