Ayer estuve recordando los viejos tiempos y comentando con otras personas de mi edad cómo eran los tiempos en nuestra adolescencia y nos reíamos, no teníamos televisión, ni teléfonos fijos, ni lavadoras, ni frigoríficos ni muchas cosas más.

Todo iba sobre ruedas, lo pasábamos muy bien, jugábamos en la calle con los niños de otros bloques  hablábamos, discutíamos a veces e incluso nos peleábamos por cosas del juego pero éramos felices.

No teníamos prisa, nadie tenía reloj solo una instrucción de nuestra madre, «a tal hora levantarse para desayunar e ir al colegio», a la vuelta jugar un poco antes de comer y «a las dos en casa para almorzar», luego al colegio, a la vuelta «hacer los deberes» y después a la calle con los amigos a seguir jugando, canicas, peonza, otros juegos, piola, bombilla, lima, o un partidillo de fútbol en la calle a veces con una pelota y otras con algo que nos fabricábamos.

Durante las vacaciones pasábamos toda la mañana en la calle hasta la hora del almuerzo y disfrutábamos mucho, no teníamos prisa, nuestra madre sabía que a la hora de almorzar estaríamos en casa y eso le bastaba y seguía con sus labores.

Me diréis que todo lo descrito es pasado y que los tiempos han cambiado y es verdad, pero yo voy al fondo de la cuestión, la PACIENCIA, esa virtud que nos lleva a saber esperar con tranquilidad sin tener prisas porque las cosas sucedan y que nos da calma y serenidad.

Que diferencia con lo que estamos viviendo hoy, tenemos todo al instante y aun así queremos más velocidad y es que la PACIENIA brilla por su ausencia como muchas otras virtudes (actitudes) en nuestras vidas, en la vida en general, todo va demasiado rápido, tenemos acceso a cualquier información desde nuestro móvil al instante y cuando nos ocurre algo que no está dentro de él, que el móvil no nos puede dar – digo móvil como cualquier otra tecnología- nos IMPACIENTAMOS, no sabemos cómo gestionarlo.

Como diría un amigo mío que tenía un vocabulario especial » estamos amamonados», no nos damos cuenta de que, cada vez más, nos estamos haciendo dependientes de las tecnologías y fomentamos menos aquellas actitudes que nos llevan a ser más humanos a relacionarnos más de forma normal y  menos virtual, chateando o mandando mensajes. Como nos descuidemos, las tecnologías mandarán sobre nosotros, nos utilizarán en lugar de nosotros a ellas.

Nos estamos volviendo IMPACIENTES, tenemos PACIENCIA pero nos IMPACIENTAMOS, queremos pasar de una cosa a otra sin pararnos en la anterior, a un mensaje de voz contestamos con otro, a un mensaje de texto igual, cada vez llamamos menos por teléfono a las personas para hablar con ellas o para quedar a tomar una cerveza o hablar cara a cara, tenemos tiempo pero no lo tenemos, la PRISA por pasar al siguiente vídeo de internet  o serie nos «llama» y no podemos «perder el tiempo» con otras cosas, nos enfrascamos en  nuestro «mundo virtual».

Es importante tener PACIENCIA, con uno mismo, con los demás y para eso debemos estar dispuestos a sacrificar algo de nuestra «granja», no tener prisa, atender, escuchar, compartir con los demás nuestro tiempo, pero no es fácil, hay que ponerse manos a la obra, salir de nuestro «yo» (ego) desconectar por un rato, -unas horas, el tiempo que sea necesario- de la realidad virtual y conectar con la realidad real, con las personas.

La IMPACIENCIA nos lleva a tener prisas a no pararse a escuchar a compartir porque queremos irnos de nuevo a nuestra «granja» donde nos encontramos con «nuestra realidad virtual», donde nos refugiamos o a veces tenemos PACIENCIA IMPACIENTE, pasamos de una cosa a otra sin que nadie nos moleste  y dejamos de un lado a los demás. Perdemos la oportunidad de escuchar, compartir, dedicamos tiempo  a una realidad virtual,  «lo nuestro es más veloz» más «al instante», «no tengo tiempo para esto o para aquello».

Cuando en nuestra vida surgen problemas o dificultades que «no se pueden solucionar desde un móvil» no sabemos esperar, nos IMPACIENTAMOS, aunque nos pidan PACIENCIA solo la tenemos un rato y exigimos respuestas inmediatas, PACIENCIA IMPACIENTE.

Trato de trabajar la PACIENCIA en el día a día, saber esperar, confiar en que las cosas cambiarán o se solucionarán y cuando no la tengo, cuando me vuelvo IMPACIENTE y quiero un poco de más rapidez en la solución de los problemas, casi siempre meto la pata y me digo » tenías que haber esperado un poco más, dejar pasar esto o aquello por alto, dejar pasar unos días hasta que todo se calme» y poco a poco voy aprendiendo a tener PACIENCIA a no IMPACIENTARME a saber esperar. A veces sale bien y otras no, por ahora va ganando la primera.

Hasta aquí una pequeña reflexión que me hago y que quiero compartir con todos.

Un abrazo y feliz semana.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS