Un ambicioso coleccionista de piezas valiosas en general, pertenecientes a disciplinas como el arte, la paleontología, restos de un naufragio o arqueología, consigue piezas únicas según su criterio peculiar. Hay coleccionistas que buscan con afán objetos como un huevo Fabergé nunca puesto en circulación en el mercado, pero a Jonás Belushi le encantaba engarzar en un hilo de oro cuentas de coral que encontraba dispersas por el mundo. O bien reunía piezas de accidentes aéreos famosos. En una vitrina especial guardaba algunas partes del timón de cola del avión en el que murieron Buddy Holly, The Big Bopper y Richie Valens, los tres famosos rockeros de los años cincuenta (Richie acababa de vender un millón de discos con La bamba).
Lo cierto es que Belushi utiliza métodos poco ortodoxos para conseguir sus trofeos. Eso hizo cuando se encaprichó del cráneo de un Cromagnon hembra al visitar una excavación que le atrajo especialmente. Había visto en la prensa la noticia de un nuevo hallazgo en la Ribera del Loira y sin pensarlo dos veces tomó su Jet privado para dirigirse hasta allí. El motivo por el que estaban seguros de que el cráneo era de una mujer se debía a qué en ese lugar habitaron tribus donde las hembras practicaban la hechicería. Él se hizo con dos cráneos que añadió a su colección de cráneos de rituales, oofreciendo en tono amenazador una buena suma de dinero, lo que no pareció importar al responsable de la excavación.
Pero lo que Jonás Belushi ignora es que desde la vitrina donde guarda los cráneos, cada noche sucederá un raro fenómeno.
Al principio, piensa qué es su imaginación jugándole una mala pasada. Sin embargo, conforme pasan las noches, se da cuenta de que algo extraño está sucediendo.
Cada noche, durante los últimos días oye extraños crujidos que parecen provenir de los cráneos. Incluso, tiene la sensación más que perturbadora, de que se han movido en la vitrina ligeramente.
Se siente cada vez más inquieto y decide investigar sobre la historia de los cráneos que ahora formaban parte de su colección. Descubre que su origen se remonta a una tribu de la antigüedad, famosa por su cultura oscura, y que pertenecen a dos mujeres que practicaban la brujería y la magia negra: Dame, y Alike.
Se decía que estas mujeres practicaban el sexo con íncubos, y qué tenían el poder de comunicarse con los muertos y espíritus a través de sus rituales. Se estremece al enterarse de esto, y empieza a sospechar que las almas de las mujeres aún habitan en los cráneos que ahora están en su vitrina.
Piensa que lo mejor es deshacerse de ellos de inmediato. Pero cuando los coge siente una punzada interior, como si le faltara el aire; algo arde dentro de su garganta. Consternado, casi sin aliento vuelve a dejarlos en la vitrina; comprende que algo le impide separarse de ellos. Desde ese momento su cuerpo se estabiliza y todo en su vida cambia: las piezas arqueológicas de las mujeres hechiceras parecen mirarle descaradamente. Dos noches después, tras unos ruidos aterradores ve sombras que atraviesan su habitación. La luna llena está en pleno apogeo. Desesperado, decide consultar con un especialista en nigromancia.
Una estancia que más bien parece una raída oficina de novela negra de Chandler es el lugar donde Jonás Belushi se entrevista con Salman el nigromante, un hombre de mediana edad y elevada estatura, vestido con un traje impecable de Armani, que contraste con una barba trenzada que luce hasta la mitad del pecho y con los tatuajes de sus manos que muestran figuras rúnicas en tinta azul.
—La Nigromancia es la rama de la adivinación que cultiva la predicción del futuro mediante la invocación de espíritus —aclara el adivino—. Es una tradición mística y sobrenatural puesta en práctica por varias culturas, entre ellas la egipcia, la mesopotámica o la persa.
—No, me sermonee con verborrea histórica, —interrumpe Jonás— necesito una invocación, conjuro o como se llame para acabar con la pesadilla que habita en mi casa. Mire, el mal está encerrado aquí.
Acto seguido, el coleccionista desplegó sobre la mesa del nigromante un amplio paño descubriendo los cráneos primitivos. Salman no parece perturbarse.
—Primero debo introducirle en el concepto, porque de lo contrario usted creerá que soy un brujo o un hechicero y eso es un error. El don de un nigromante le permite controlar a los muertos vivientes, comunicarse con los espíritus y resucitar partes de sus cadáveres para transformarles en sirvientes.
—¿Ah, ¿sí? — pregunta el coleccionista en tono burlón—. No creo que eso resulte posible ¿Está hablando de resucitar a los muertos? ¿Y para qué querría yo revivir a dos brujas del Paleolítico?
—Usted verá si las quiere poner a su servicio o no, pero una vez devueltas a la vida, sus espíritus harán lo que usted ordene. Si no fuera ese su deseo, podrá librarse de ellas mediante un conjuro.
Jonás se quedó pensativo por un momento. La idea de revivir a las dos brujas del pasado para utilizarlas y descubrir más sobre su historia le atrae, pero al mismo tiempo le causa un profundo temor. ¿Y si son peligrosas? ¿Hasta dónde llegaría su poder?, piensa inquieto. Sin embargo, la curiosidad y el deseo de poner fin a la pesadilla que está viviendo le impulsan a aceptar la propuesta de Salman.
—Está bien, hagámoslo —responde, al tiempo que siente un escalofrío por su espina dorsal.
Salman sonríe satisfecho y comienza a preparar el ritual de invocación. Utilizando incienso, velas y un antiguo libro de conjuros, comienza a recitar palabras en un idioma desconocido, haciendo gestos con las manos. Poco a poco, la habitación se llena de una energía extraña y misteriosa: sobre los cráneos de las brujas, un aura de luz comienza a brillar, dándole una forma antinatural. Jonás se mantiene firme, esperando el desenlace de la invocación. En pocos minutos, una extraña neblina comienza a formarse en medio de la habitación; las sombras, toman la forma de dos figuras femeninas. Jonás reconoce de inmediato a Dame y Alike, las brujas de Cromagnon.
Las brujas miran a su alrededor con curiosidad y luego posan sus ojos en Jonás, con una expresión indescifrable en sus rostros vacíos.
—¿Por qué nos has llamado de vuelta, mortal?—pregunta Dame con una voz que parece provenir de lo más profundo de la tierra.
Jonás traga saliva nervioso.
—Sois vosotras quienes me perturbáis. Quienes me llamabais. ¿Por qué? Solo adquirí vuestros cráneos. Soy arqueólogo.
Las brujas intercambian una mirada cómplice y luego se acercan a Jonás, rodeándolo con sus sombras. Pasan sus manos huesudas por su cuerpo, sin que él sintiera nada. Eran espectros sin más poder. Pero de pronto empiezan a hablar en un idioma que desconoce, comenzando a recitar un conjuro antiguo, para invocar a los espíritus malignos.
Jonás Belushi parece haber caído en la maldición de las brujas de Cromagnon, que inexplicablemente desaparecen entre la niebla.
Salman se lleva las manos a la cabeza y empieza a ir de un lado a otro de la habitación exclamando:
—¡Esto no es bueno! ¡Esto no es bueno!
—¿Qué sucede?—pregunta Jonás, cada vez más preocupado. ¡En qué hora se le ocurrió sobornar a aquel hombre!
—Esto nunca había sucedido. Esas mujeres pueden estar en cualquier lugar y a saber con qué propósito.
—Pero los espíritus no pueden hacer más que asustarnos. Ni siquiera pudieron tocarme.
—No, no, no se deje engañar. Estas brujas habían hecho un pacto con el diablo antes de su muerte. Y ahora han regresado.
—Cómo, qué…
—Márchese, márchese, tengo que pensar si hay algún conjuro que pueda protegernos. Rápido. Márchese, —cortó tajante.
La experiencia había desbordado el equilibrio mental de Jonás. Necesitaba volver a su normalidad, regresar a su vida privilegiada de caprichos y riqueza. Tenía la necesidad imperiosa de volver a ver a Noelia. Marcó su número en el teléfono móvil.
—Noe, ¿tienes la noche libre para una cena en el Croma? —le dijo preso de una notable agitación.
—¿Jonás? ¿Qué te pasa? Pareces… víctima del estrés.
—Eh, nada de eso, querida ¿Quedamos a las ocho?
—Bueno, a las nueve más bien. En mi apartamento primero. Reserva mesa para las diez, ya sabes cómo se pone el Croma los jueves. Y ya me contarás a qué se deben tus nervios.
—Bien, nos vemos a las nueve. Chao…
El apartamento de Noelia era un ático en un edificio con vistas a la Bahía, en cuya orilla empezaban a dibujarse los primeros reflejos de las farolas bajo el crepúsculo vespertino. Cada vez que tenía una cita con Noe, se asomaba a la gran terraza del ático y dejaba volar su mente diseñando alguna nueva jugada que le permitiera atesorar nuevas piezas para su colección.
Había estado pensando en deshacerse de sus cráneos, un total de veinte contando los de las brujas de Cromagnon, pero su afán de utilizarlos pudo con él. Ahora recapacita sobre lo sucedido y la incertidumbre le ofusca el pensamiento. ¿A dónde habrán marchado los espectros? ¿Y si me siguen? Envuelto en su razonamiento entra en el portal del edificio. Su vida en común con Noelia desde hace unos meses le ha otorgado el privilegio de disponer de la llave. El eco que rebota en las paredes le devuelve la pregunta que se hace en su mente: «A dónde, a dónde», «Siguiéndome, siguiéndome…».
—¿Estoy en una alucinación o se trata de ese whisky de la petaca que llevo siempre encima? Solo han sido un par de tragos, piensa. Abre la puerta del ático. Noelia le recibe con un vestido de satén rojo desprendiendo un aroma a rosas y jazmín
—Vaya, Jonás, te noto un tanto desmejorado —a continuación le acaricia el rostro con sus manos y lo besa lentamente—. Yo tengo una buena medicina, ya lo verás.
—No podemos… retrasarnos, Noe. Prefiero una copa ¿Guardas ese bourbon por ahí?
—Claro, es como una reserva espiritual. Oye, me preocupa tu estado, en serio, ¿qué te ha pasado hoy? ¿Algún intermediario avaricioso en tu camino? ¿Has tenido que convencerle de que no puedes aumentar su comisión?
En ese instante estallan las lámparas del salón una a una. El estrépito es ensordecedor y llena de cascotes el suelo. Han quedado completamente a oscuras. Una risa desquiciada resuena por todas partes. Una nube vaporosa se extiende alrededor de Jonás cubriéndole de un manto gris.
—¡Noelia! ¡Noelia! ¿Dónde estás? Noelia…
Su rostro adopta un tono ceniciento al darse cuenta de nuevas presencias en la estancia. Las brujas Dame y Alike aparecen frente a él, una de ellas ataviada con el vestido de Noe, adquiriendo por momentos su aspecto físico.
—Noelia nunca ha estado aquí, Jonás, me he apoderado de su cuerpo, —exclama Dame—. Tendrás que aguantar esa maldición por siempre, amigo mío. ¡Ja, ja, ja, ja!
La risotada encuentra eco en la de Alike, quien empieza a dibujar sobre el suelo un pentagrama diabólico.
Jonás se siente atrapado en una pesadilla, sin poder creer lo que está presenciando. Las brujas, con su risa malévola y su alma oscura, hacen que se sienta desamparado. Intenta retroceder, pero algo se cierne a su alrededor, impidiéndole escapar. La habitación se llena de una presencia siniestra y comienza a temblar.
En ese momento, una luz brillante rompe la oscuridad disipando la extraña nubosidad. Una figura femenina se materializa frente a Jonás, rodeada de un halo luminoso. Es Noelia, con una expresión triunfal en su rostro.
—No te preocupes, Jonás. Estoy aquí para protegerte —dice Noelia con voz suave, pero llena de fuerza.
Las brujas se ven sorprendidas por su presencia y retroceden varios pasos, visiblemente perturbadas. Noelia se acerca a Jonás y toma su mano, transmitiéndole una sensación de calma y protección.
—Ya es suficiente. Volved a vuestro lugar de descanso. Él está bajo mi protección y no permitiré que le hagáis daño —señala con firmeza.
Las brujas, descolocadas, sin saber qué les está pasando, desaparecen lentamente bajo una nebulosa grisácea mientras gritan: «no, no, qué has…». Jonás se queda boquiabierto sin comprender la facilidad con que Noelia ha echado a las brujas.
—Gracias. —balbucea— No sé cómo agradecerte que me hayas salvado de mi destino.
—No tienes que agradecerme, Jonás. Somos un equipo, —responde Noelia con una sonrisa cálida.
—¿Cómo has conseguido que las brujas desaparezcan con tanta facilidad?
—Cuando se apoderaron de mi cuerpo, olvidaron que yo quedaría atrapada en su origen, donde el libro de sus hechizos quedaba a mi alcance. Ya sabes lo avispada que soy; con el ritual adecuado regresé y ellas eran las que volvían de nuevo a sus orígenes, pero con la diferencia de que hice un conjuro inalterable. Jamás podrán volver.
FIN
Nuria Espinosa y Marcos Manuel Sánchez
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