Lo volví a ver

Lo volví a ver, otra vez, después de tanto tiempo. Estaba tan hermoso como siempre. Por suerte esa noche la sonrisa no se la olvidó y fue lo primero que me regaló. Desde que lo vi empecé a disfrutar de su presencia. Por cada movimiento que daban las agujas del reloj, yo lo miraba. Como si nunca más lo fuese a ver. Me alegró el alma poder verlo, lo necesitaba. Su letal mirada, como siempre, me aniquiló e, inevitablemente, como pasa cada vez que lo tengo enfrente, su sonrisa me enamoro.

Podría quejarme de la monotonía, como suelo hacerlo. Pero, no sé porqué, esta pseudo rutina de verlo entre semana no me molesta en lo más mínimo. Disfruté de verlo por un rato (aunque sean pocas horas para mi gusto), admiré a cada rato su sonrisa y me perdí en los recuerdos cada vez que nos interrumpía un silencio largo. La noche fue única, aunque haya pasado lo que suele suceder. Necesitaba sentir como nuestras almas se rozaban, como apoyaba sus labios sobre mi piel y como las palmas de sus manos, recorrían todo mi cuerpo. En el ambiente se podía respirar, además de amor, mucho placer. Volvió a hacer eso que tan bien le sale hacer: hacerme disfrutar a pleno.

Después de tanto tiempo transpirando juntos, se acostó a mi lado y me abrazó. Así estuvimos un rato largo hasta que me pidió que lo deje ser. No pude negarme a semejante solicitud. Minutos después comenzó mi final. De haber sabido que el as que tenía escondido bajo la manga era un puñado de besos en mis párpados, me hubiese negado rotundamente. Por momentos pienso que estoy exagerando, pero después me acuerdo del significado del beso en los párpados y me doy cuenta que no subestimo lo que siento.

Fue pasando el tiempo, con silencios, besos y caricias. Todavía no logro recordar si tuve el placer de pasar mucho tiempo con él. Las horas a su lado, pasan tan rápidas como un pestañeo. Lo que sí recuerdo es que, cuando el primer rayo de sol golpeó la ventana de mi habitación y tocó mi rostro, ese momento tan magnífico terminó. Su presencia dejó de transitar por mi cabeza, al menos por unos segundos. Las horas que lo tuve al lado, supongo, fue la misma cantidad de horas que dormí (si fue así, dichosa de mí que lo tuve más de seis horas a mi lado). Lo volví a ver, otra vez, después de tantos sueños… Y, por suerte, estaba tan hermoso como siempre.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS