Reproche. Enero del 2017

Hoy, a mis cincuenta y muchos años, me doy cuenta de la oportunidad que me dieron mis padres para que estudiara y yo desaproveché. A esas edades sólo quieres salir corriendo del colegio. Aprendí un oficio, que disfruté. Oficio que me hizo tocar la luna, con el que gané dinero, con el que me hice hombre, con el que lloré, cuando me salían mal las cosas y con el que reí cuando me iban bien; hasta enfermé por practicarlo.

La vida sólo se vive una vez. Ya no sirven reproches, ni sirve mirar atrás ni lamentarse, soy lo que soy sin arrepentimientos.

Tal vez, escribiendo lo que pienso me equivoco. Quizá no se contar historias; a lo mejor, se me escapen las comas y los puntos y no sepa bien poner las tildes, pero lo que escribo, lo escribo con el corazón, que, para mí, es lo que cuenta. Yo sé que jamás llegaré a nada, que nunca seré un escritor. Quizá algunas gentes me tilden de ignorante, pero para mí esto es una afición. Escribo por despejar mi mente, igual que ando por mantener la salud y pesco por distraerme. Esa es mi vida, sin querer ser más de lo que he sido.

En mi vida, toqué el cielo muchas veces, pero podéis creerme que cada vez que lo toqué caí dos veces y cada vez la caída fue más fuerte. Por eso ya no espero nada de la vida y menos de la gente. La vida me dio mucho, pero también sé cobró lo suyo y con creces.

                                                                                                     Tomás Sánchez Salinero.

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