Acabo de despertar, pero no tengo idea de dónde estoy; este lugar no parece el mismo donde estuve estos últimos años, está limpio y ordenado, hay una mesa con deliciosos manjares de los que puedo tomar cuánto quiera, ¡es demasiado hermoso para ser cierto!

No me había percatado, pero mi cabello y mi barba están recortados y aseados y estoy vestido con un hermoso traje blanco; llevo un anillo de oro en mi mano y el hombre que dirige todo esto acaba de llamarme hijo, ¡no puedo entenderlo!

¿Cómo puedo estar en este lugar y disfrutar de todo esto si no es lo que merezco?

Voluntariamente decidí abandonar la casa de mi padre y no me importó el llanto de mi madre mientras me veía partir sin dirección, es más, dentro de mi deseaba no volver a verlos nunca más.

Si soy sincero, debo reconocer que disfruté cuánto pude, viví para mis placeres, busqué mis propios objetivos sin importar a quien debiera pisotear, llené mi mente de orgullo y prepotencia y me sentí poderoso, engañé, mentí y perjudiqué a quien quise y me reí de quienes me advirtieron las consecuencias de mis actos. Luego empezó todo a cambiar, se acabó el dinero, me abandonaron las fuerzas y todos mis amigos me dejaron; pero estaba seguro de que era lo que merecía y no dejé de ello me produjera remordimientos; sin embargo, el odio contra mi mismo por mis malas decisiones me consumió aún más.

Recuerdo que cansado de la vida quise morir y abandonarlo todo, pero las gentes que servían al señor de aquella tierra me dijeron que no podía escapar tan fácilmente de mi miseria, que debía pagar hasta la última de mis acciones erradas, y por mi historial eso era demasiado.

Aquellos hombres tempestuosos, me leyeron el balance de mis deudas, confieso que asombrado lloré amargamente, la pena por mis acciones era la muerte y la permanencia eterna, al menos para mi era una eternidad, en aquel lugar de dolor, miseria y desesperación en el que me encontraba.

Debí llorar demasiado porque me quedé dormido y al despertar estoy aquí en este lugar tan bello; algo debió haber pasado que aún no logro comprender.

En la bolsa de mi pantalón está todavía la factura que aquellos hombres me mostraron, intacta está la lista de mis deudas y el precio sigue siendo la muerte; pero al final de la nota está escrito “Saldado” con letras resaltadas en rojo carmesí.

Sentado en el extremo de aquella mesa blanca cubierta de deliciosos manjares, un hombre joven sonríe mientras nos llama a comer, su rostro resplandece entre toda aquella gente, al verlo más de cerca empiezo a recordar, ¡oh si lo recuerdo!

Es el mismo que con voz dulce me hablaba cuando viví en aquella pocilga, él es quien me advertía que debía cambiar, y el mismo a quien yo rechacé tantas veces al punto de rogarle que se marchara, que no quería saber más de él, ¡Oh cuánto lo lamento!

Mi memoria ahora como una luz que se agranda empieza a recordar; el día que llegaron para cobrar mi vida, fue él quien se ofreció a morir en mi lugar.

Todo tiene sentido ahora, mi nueva vida y mi nueva identidad, es debido a que el único hombre bueno que llegó aquel lugar se ofreció a pagar con su vida la pena del más miserable humano que era yo.

Nelson_Peña

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