Escrito en el vuelo

Escrito en el vuelo

Minna Roselli

11/03/2024

«Por lo inconcreto, a mi padre; a mi misma, por lo exacto»

LU

Hace tres años vine a París porque necesitaba un lugar en el cual permanecer. Las ciudades se parecen a los hombres que las transforman. Vine hasta aquí buscando a mi padre y ahora me marcho para dar muerte a mi hallazgo. Quize entender las razones de su abandono y habitar esa ciudad por la que renunció a vivir conmigo. Durante años pensé que fuera de esa viaje no había vida posible. En nada pude más que mantenerme en pie más que por unos meses, todos los empleos, las relaciones, la familia, la cordialidad y las buenas costumbres, nada hasta que pudiera comprender la razón de su ausencia.

En mi memoria se balancea la conciencia de una llamada telefónica y unas cuántas lágrimas que repetían que ya volvería a casa. Me ví retrocediendo en silencio con el peso del secreto y jamás pregunté a nadie qué pasó. Cuando aprendí a escribir componía cartas contándole mis hazañas mas recientes: la primera graduación, menciones de reconocimiento, frases cortas de descubrimientos simples que me intrigaban como: “sabías que a las plantas les gusta la música”;  a los diez años: “El olor de la lluvia es causado por bacterías» o a mís quince años: “Sabías que el tiempo o el dolor son sensaciones internas como la sed o la saciedad”.

Puse el cúmulo de cartas sin enviar en la oficina de correo y una semana después recibí una nota de mi abuela paterna, con quien jamás había hablado, explicando que mi padre se había mudado a París a trabajar cuidando ancianos. Estaba sorprendida de que tuviera, si quiera la intención, de pensar aguién distinto a él. Yo no podía demostrar un afecto que no sentía, para mi era casi un patrón este grado de ausencias. 

Entre los años siguientes oscilaban por mi vida hombres de variadas edades a los que me entregue tantas veces lejos del placer. El tiempo que compartimos era demasiado precario para sentimientos reales. Como nada conocía mejor que el silencio estudié música. Cuando cumplí 22 viajé a París a buscar suerte y a mi padre. Cuando toqué la puerta de la dirección que me había dado mi abuela, ví a un hombre vestido de blanco recogiendo sus pertenencias. Cuándo pregunté por mi padre se disculpó y me dijo que se había ido:  –  Solo puedo ofrecerte que te quedes por el tiempo que necesites. Su anciano ha muerto y parece que ya no tiene nada más que hacer aquí.

La instalación fue fácil y unos meses después obtuve un trabajo creando música para comerciales de televisión. Esperé por mucho tiempo que volviera, pero nunca me sentí lo suficientemente fuerte para seguir buscándole. Quise esperar una casualidad: “la casualidad es un modo de ser de las cosas, una vinculación necesaria y temporal” tal vez era necesario, pero no era el momento.

Mathieu llegó a mi vida por accidente reactivando mi antigua rutina de lazos pasajeros. No fue racional, después de verlo danzar y le dí algunos euros a cambio de que me contara su historia. Me dijo que estaba buscando recolectar dinero para hacer la ruta andina, dijo que estaba obsesionado con visitar uno de los lugares más áridos del planeta: el desierto de Atacama. Quería hacer la danza de la tierra en su estado original. No pregunté más detalles. Serían cinco estaciones y una más en el pueblo de San Pedro de Atacama, una cabaña donde se había alojado su primo llamada: “Estación del fuego” Yo estaría en la habitación contigua.

Al día siguiente despues de llegar a Chile y antes de emprender el recorrido en el desierto, una mujer nos ofreció hacer lecturas de tarot para tener algo sobre lo que reflexionar durante el viaje. Yo tenía suficiente en que pensar, solo le pedí una carta que usaría como guía de búsqueda en mi viaje: «De oidas te había oído, más ahora mis ojos te ven y mi corazón te siente”.

En el lugar más cercano para entrar en coche hacemos la primera estación. El Valle de la Luna es una planicie circundada por montañas de fondo, un intenso vacío que hace contraste con la arena suave. El guía dice que su nombre proviene de la lluvia que al caer sobre el valle 60% sal deja una película blanca en la superficie. Nos detenemos a cambiar por el cráter de una antigua laguna, seguida de la primera toma de Ayahuasca. Mathieu parece estar cómodo con ello, contempla la luna que aún se hace perceptible en horas de la madrugada y empieza a danzar. Deseé con intensidad ser él, me puse sus zapatos verdes. El viento rompía fuerte sobre mi haciendo que por ocasiones desaparecieramos de la escena.


Ahora era, otro tiempo, habría que aprovechar la salida del sol y la apertura de los sentidos nos dirigimos a los volcanes, la idea ahora era sumergirse para purificar el cuerpo con sales y azufres. Según el guía el contraste de la temperatura ayudaría con la circulación sanguínea y el oxígeno. Me detuve en la última palabra, note su complexión delgada y sus manos nudosas, lo observé sumergirse lentamente pero nunca volver a salir.

Le pedí a Mathieu que cortara mi cabello, abrí un agujero cerca del termal y lo deposite enterrándome en ello, quise liberarme de la seducción. El hombre yo estábamos ahora conectados por otra suerte de energía. Partimos hacía la duna mayor. Allí Mathieu grabaría su baile. Alcanzar la cima no fue fácil debido a la altura, pero allí todo acontecía, una mujer se arrojaba colina a bajo por un montículo de arena, dos hombres más parecían estar jugando sobre un balancín. Caminé para detallarles más de cerca. Ahora se juntaban en un abrazo. Uno dijo soy tu padre, él otro contestó: soy tu padre. Parecían fundirse en el abrazo. Estaba sólo yo. Entendí que el desierto hablaba para mi. Vine para arder y para nacer por eso ahora solo faltaba el Valle de la Muerte.


La excursión ahora se orientaba hacía unas rocas transformadas por la erosión. Me detuve ante una columna gigante con un gran agujero en la mitad. Entendí que era yo, y no mi padre a quien tanto había buscado. Entendí que los motivos del abandono no son siempre sólidos o justificables. Un nacimiento no es un grillete. Ocupe el espacio vacío entre las rocas. El desierto me ha enseñado a construir un alma. Antes de partir por el Salar tomamos un tiempo para admirar a los flamencos, Mathieu juegaba a imitar la posición de sus piernas. Ya no quise ser él, me alejé del deseo y decidí serlo, lo dejé ir todo. Me despedí del desierto siendo fuerza, naturaleza y movimiento. 

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