El silencio dividido

Autora @mayteperezperezmedrano

CAPÍTULO II

Madame States, se colocó sus guantes, tomó la batuta, el atril y las viejas partituras que escribió su bisabuelo.

Bajó las suntuosas escaleras en el más absoluto silencio, atravesó el jardín, el gran portón que cerraba la vieja mansión y se encaminó hacia el mismo lugar del bosque donde iba todas las noches, instaló su atril, desenfundó una antigua batuta y abrió una vieja cartera de piel labrada con un precioso escudo que que no siempre había permanecido vacía.

Silencio, concentración, en su cabeza bailaban las notas perfectamente encajadas, se preparó mentalmente unos minutos, inmóvil, tranquila y de repente todo comenzó, poco a poco surgía la apasionante melodía, las antiguas melodías de baile con tradición musical, los sonidos de la orquesta que imaginaba hacían vibrar su diminuto cuerpo. Con una inconmensurable voluntad, desarrollaba y dirigía mentalmente una melodía. Todo flotaba en su cabeza, el sonido parecía saltar de árbol en árbol en ese impresionante escenario, el bosque silencioso se llenaba de colorido musical.

Durante la función, en su cabeza oía la suave melodía, siempre la misma melodía, como si el sonido fuese su dueño, recostada en la memoria de tantos recuerdos que le habían proporcionado la música cuando leía sus partituras favoritas.

Cuando llegaba el alba todo se iba desvaneciendo poco a poco en los recovecos de unos pensamientos efímeros, recogía su escenario y volvía a casa, mirando sin ver, se colocaba el camisón y se metía de nuevo en la cama, otro día comenzaba, sonaba el despertador del móvil, se daba una rápida ducha, maquillaje, desayuno, le daba los buenos días al chofer y se dirigía a la oficina.

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