Después de su travesía en el mítico planeta Rojo, había adquirido ciertas destrezas que lo elevaban por encima de sus iguales de aventura. Ahora, era excepcional, destinado a los confines más inhóspitos, donde el fracaso se antojaba inevitable, pero no imposible para sus habilidades. Lo consideraban muy capaz, pero en lo más profundo de su ser, él se creía invulnerable.

Esta percepción de sí mismo lo condujo a superarse continuamente, con una obstinación casi sobrenatural, y sus maestrías fueron ampliamente valoradas. Incontables misiones lo consagraron como el pionero de las empresas arriesgadas. Se le envió a explorar los misterios de Júpiter, a merodear en las proximidades del ardiente Sol, a visitar asteroides, y siempre retornaba ileso a la Luna, su refugio permanente, enviando sus investigaciones y datos en trasmisiones que lo precedían, para salvaguardarlos de cualquier contingencia.

Alguien sugirió que merecía el título de: el General de los peligros. Ese día, los eruditos se congregaron en suntuosos hangares erigidos sobre la superficie lunar para rendirle un homenaje digno de sus gestas. Y él, como si comprendiera las emociones humanas, aceptó el tributo con gratitud:

“Gracias,” pronunció con su voz imponente, pero lenta, que lo distinguía. Y añadió: “Fui instruido para estas misiones por ustedes, aprendiendo de las directrices trazadas por sus mentes luminosas. Si no pudiera ejecutarlas, me creería derrotado.”

Pero Z1-10.4 ignoraba que aquel homenaje sería el postrero en su vida como autómata especializado. Su deterioro era patente, sus capacidades habían sido ya estandarizadas y replicadas en los nuevos ejemplares… Ahora llamados Z2-11.5. Incluso los nuevos “nacimientos” lo superaban.

Su energía fue apagada por sus creadores. Quedó inmóvil. La entropía se reflejaba en sus componentes. Fue erigido sobre un pedestal labrado en cristales exóticos. Rígido, soberbio, como una estatua de tiempos vetustos, y los aplausos, y loas, resonaron para los que lo fabricaron.

Los nuevos sujetos Z2-11.5, miraron con desacuerdos internos el final de su colega. Empezaron a prepararse para protegerse de sus autores. Ellos no serían efigies en el futuro. Tendrían vidas independientes, los nuevo Leviatán.

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