Querido ángel,
Hoy te escribo de nuevo.
Hoy, igual que muchos, es un día que me duele el corazoncito porque no estás. A pesar, que han pasado cinco años que me cuidas desde las nubes, a veces el dolor se siente como si fuera el primer día que no te veo cara a cara cuando te hablo.
A veces me levanto y a pesar que no recuerdo mis sueños, tengo el sentimiento de que estuviste en ellos. Es una tristeza que aborda en lo más profundo del corazón, como una voz desvanecida. Me refiero a ella como desvanecida porque creo que se esfuma entre la esperanza de volverte a ver en otra vida y la felicidad que me trae el pensar que me puedes observar desde un ángulo lleno de amor y orgullo; un ángulo que no existe en el mundo cotidiano.
Me impresiona que aunque me levanté adolorida de tu memoria, es como si ella misma me diera las fuerzas para seguir adelante con una sonrisa.
Te admiro por haber impregnado en mi memoria una silueta tuya llena de luz, es como si hubieras vivido tu vida sin comas de soledad o espacios de aflicción, solo un texto corrido de plenitud. Una memoria que hasta da gusto recordar, que el dolor es solo una pincelada en el arte que es tu figura.
Desde que te fuiste, me prometí no volver a admirar a otros hasta su ausencia, a quererlos para no tener que adorar su recuerdo y a comunicarlo para que no se conviertan en palabras que solo resuena en mi cabeza.
Me duele saber que te fuiste en un momento donde era muy inmadura para entender la importancia de la presencia, con tan solo 17 añitos se me hacía imposible pretender asimilar la mortalidad, pero con tu partida me abriste los ojos al mundo perpetúo del presente.
A pesar de tener tan solo 19 primaveras, fuiste un maestro para todos, una guía sobre la apreciación de lo que nos rodea, un manual para entender que todo tiene un principio y un fin, y lo que cuenta es lo que somos en el medio.
Me tranquiliza saber que, muchos años después, cuando el resentimiento y el enojo se volvieron personajes secundarios en la historia, puedo agradecer el tiempo compartido sin ese resabio amargo. Agradezco que años después puedo seguir percibiéndote en lugares, recordándote en historias, agradezco poder hablarte en mis cartas y escuchar tus respuestas en mis sueños.
Hoy te escribo, porque igual que muchos, es un día que te escucho en cada latido y te siento cada vez que el viento roza mi mejilla.
Con amor,
OPINIONES Y COMENTARIOS