La hostilidad con la que el mundo se rige es ciertamente algo fuera de la comprensión. Pareciera que cada vez son menos los individuos quienes aún mantienen algo de humanidad en sus corazones, al menos un destello de lo que alguna vez pudo caracterizar a este especie.

Son muy escasas las ocasiones en las que un corazón solitario se abre, dejando ver todas sus penurias y sus delicadezas, ante la mirada atenta (o quizá amenazadora) de quienes suelen parecer verdugos antes que semejantes. Realmente nunca se sabe cuándo se está al frente de un malhechor, porque el verdadero problema es que no todos son descubiertos, o al menos no mientras conviven a nuestro lado.

¿Es aquello una afirmación de que la desconfianza es hasta cierto punto, algo sensato?

Por mi parte, puedo decir que así lo es. 

20 años de vida pueden verse como una pequeñez para alguien que ha vivido más de 60 años. Las vivencias y los aprendizajes no son comparables, en efecto. Pero esos 20 años, los cuales estoy a punto de cumplir, me han hecho experimentar ese lado cruel de la vida: su ausencia de corazón, su falta de empatía, su carencia del mínimo respeto. Son aquellos momentos desgarradores los que me motivan a escribir, pues el dolor es menos intenso cuando lo cuelo en mis relatos, cuando los convierto en párrafos que exudan un desahogo profundo. He ahí la razón de mis textos mayoritariamente negativos.

No obstante, me faltan 40 años para comprobar que mi afirmación puede ser refutada, espero que ese gran día llegue…..

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