Puede que no sepa nada, que sea alguien muy normal, que me cueste trabajo mantenerme atenta y consciente en ciertas situaciones de la vida donde me puede manejar el exterior; puede que no me sienta siempre feliz y alegre, que haya días donde todo me moleste, donde el cuerpo me pese como plomo o donde alguna parte de mi me duela de forma rabiosa; puede que no tenga grandes dones, como la pintura, la poesía, la escultura, la escritura, el don de la palabra, de la sabiduría o de la danza; puede que en ocasiones sea alguien inútil que no consigue hacer nada de forma extraordinaria; puede que tenga momentos en los que me pierdo y desparezco mentalmente, en los que siento que voy cayendo en un agujero infinito de oscuridad y tristeza.

¡¿Pero sabes qué?!

Que también puede que sea más fuerte de lo que yo misma creo; puede, que no tenga porque saberlo todo, que lo normal también sea especial; puede que no tenga que estar siempre sonriendo, que necesite esos días de rabia para poder apreciar los alegres; puede, que mis dones no sean los que rodean el mundo de las artes; puede, que algunos tengamos el don de poseer dones sencillos, dones nobles, dones que no necesitan gritar al mundo «¡aquí estoy!», sino que simplemente están ahí para acompañarnos, para guiarnos o para recordarnos que nosotros también somos especiales; puede que esos dones, sólo los conozcan nuestros seres queridos, nuestras personas cercanas, los que están siempre con nosotros y no les importa si nuestros dones no son llamativos.

Puede, que de todo esto, yo no sepa nada, sólo digo, que simplemente…

… puede.

Por seguir pudiendo.

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