Siempre supe que pasaría, que te encontraría; y sin embargo, habiéndote encontrado, cada día me despierto buscándote.
Y es que desde que te vi, nuestras vidas se cruzaron y nuestras almas se enredaron; te colaste dentro de mi corazón y cerré todas las puertas, para que no escaparas, porque tu eras lo que yo necesitaba.
Y aunque no puedo explicarme bien del todo, pues lo que yo sentí, era algo para experimentarlo, no para entenderlo; sólo se que recordé tu aroma, que sentí la presencia de tu amor, que no me hizo falta hablarte ni escuchar tu voz; sólo sé, que en ese mismo momento, se acabaron todas mis preguntas, se acabó el querer encontrar respuestas, me conformé con la incertidumbre de no saber que me pasaría a tu lado, pero quise arriesgarme a averiguarlo, quise vivir nuestro cuento.
Y con el paso de los años, he aprendido a apreciar cada vez más tu sonrisa, tu mirada cómplice, tus palabras de amor, tus caricias delicadas, tus besos sinceros; he aprendido a avivar la llama de pasión que nos mantiene unidos; porque cuando tu me miras, me parece que escucho a tu alma susurrándome: «te amo»; y en esos momentos, todo lo demás desaparece, el tiempo del reloj se para y todo lo del mundo exterior se desvanece.
Porque si tengo que elegir, yo …
… me quedo contigo.
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