La silueta negra de los árboles, de fondo el oscurecer de lo que parecía tener luz, la luna desanudándose para mi, cierta nube haciendo borrosos mis anhelos por enfocarte una vez más.
Una historia inconclusa de una botella como rastro de vacío dando paso a la cuna de la expresión máxima del renacer, un musgo siendo nido de mariposas atigradas en rojo en medio de lo que en algún momento consideré un lugar de Hadas qué incluso hoy día me sigue sorprendiendo.
Cierto sentimiento familiar toca mi puerta, abro y por más que lo intente no le encuentro forma, pasa, se sienta a observarme y me pregunta si es bienvenido.
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La sensibilidad como única rama qué soportó mi peso en la gran caída hacia el infierno se apropió de mi dándome del néctar de la vida, no lo negaré tengo miedo…
Tanto he caído…
Tanto me he encontrado…
Por más cerca del cielo que crea estar, falta por recorrer, desafíos como naturaleza del vivir se harán presentes en lo que me quede en este mundo, en este cuerpo, seré yo quien me pueda hacer permanecer de pie, seré yo quien decida si el aliento de mis demonios y ángeles será en vano.
Un nombre, un cuerpo, y aquí estoy encerrado, por qué tornarlo oscuro?, si tengo el honor de experimentarlo, y como rastro de mi huella está mi libro de la buena memoria.
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