Cartas a la infancia

Olvidamos vivir plenamente. Olvidamos sentir aquello que era bueno especialmente por su brevedad. Olvidamos esas risas en el patio del colegio dónde éramos niños sin preocupaciones. Viviendo en una parcial pero feliz ignorancia, el tiempo iba tejiendo un red en la que tarde o temprano caeríamos sin apenas darnos cuenta, hasta volver la vista atrás. No es que ahora no seamos felices. Sufrimos más. Lloramos menos. Cargamos más peso a nuestras espaldas. Pero nunca volveremos a ser los mismos que fuimos. La añoranza es una extensa laguna en la que es mejor no ahogarse. Sólo algún chapuzón de vez en cuando.

¿Acaso nos sentimos mal ahora? En absoluto. Sin embargo, sientes esa sensación de intercambio, donde para tener momentos excelentes debes pasar por especialmente arduos. Ahora tenemos que aprender a vivir, a sacrificar, a tomar decisiones. Y por supuesto que merece la pena.

No sé que me deparará el futuro. Lo que sí sé es que algún día también echaré la vista atrás y recordaré con nostalgia esta etapa de mi vida.

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