Arcas vacías.

Era alto y su barba rojiza lo hacía más enigmático que nunca, aunque a Reuben nada de eso le importaba. Su principal preocupación era que sus arcas permanecieran siempre repletas de tesoros y posesiones.

Sentado en su especie de trono de color oscuro, aunque jamás había sido rey y no tenía ninguna intención de serlo, colocó su brazo sobre la mesa y en posición de reflexión se quedó dormido, y fue en ese sueño que Alexandra parecía una belleza exorbitante por donde la mirase. Sus ojos de color perla su físico trabajado y ese perfume que penetraba hasta lo más profundo de su ser. Lo despertaron de repente y casi no podía moverse. Alexandra lo miró con lástima y tomándolo de los brazos lo acomodó sobre la cama para luego con un movimiento rápido extraer la llave de la caja fuerte. Se alejó por un extenso y oscuro pasillo que olía a humedad, y al llegar al final del mismo una especie de resplandor rojizo la sobresaltó. La alarma comenzó a sonar con fuerza y los clics de varias puertas anunciaron que estaba encerrada. Abrió la caja fuerte y un suave perfume comenzó a inundar el lugar, sentía como lentamente sus ojos se cerraban y su respiración era cada vez más pesada y dificultosa, como pudo revisó el resto de las cajas fuerte y mientras moría descubrió que todas estaban vacías…

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