Una noche muy oscura cerca del lago.
Me quedé sentado en una gran piedra mirando boquiabierto el espejo que se dibujaba alrededor del lago. La quietud ya me molestaba, pero la oscuridad me inquietaba un poco. Fue un solo instante y al caer, solo se vio un lento chisporrotear de ínfimas estrellas azuladas, -al menos es lo que yo creí- el olor a azufre era desconcertante y un viento pesado comenzó a soplar. Sentí que las pulsaciones se me disparaban y los oídos parecían que se me iban a reventar, quise correr, pero no sabía para donde. Había llamaradas de fuego a mi alrededor, sentí que mi esfínter me había fallado y me dolía todo el cuerpo, mi cabeza estaba a punto de estallar y fue cuando la suavidad de lo que me pareció una mano de niño tomó la mía, una sensación de exagerada tranquilidad me invadió y cuando giré mi cabeza el casi diminuto ser me observaba con ojos brillantes y su cuerpo dorado resaltaba entre el resplandor de las llamas. ¡Solo me dijo Hola! me llamo Rogelio y te pido perdón por haber invadido tu sueño…
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