Seré breve con una idea de quinientas veintiséis palabras, solo me tomará un par de horas… Quizás el trenzado marino que nos mantenía siendo uno terminó dilatado y mellado con el paso involuntario del después… No hubo otra que se involucró para que esto pasase, no fue el toque de una mano calma en días grises, no hubo un martillo que tiñera ese rojo pasión en un arcoíris trizado ni paso urbano que amedrentase la naturaleza de mi alma, que me volviera más o tan grava de esta grave gravedad. Pero te mentiría… Hubo otra, estuvo antes… Hice lo que los actores, y las mujeres le hacen a los que aman, arriba de las tablas… Aún puedo recordarla, los cabellos que hacían pelucas en la almohada, sus besos que se quedaban en mis labios cuando estabas en el trabajo, usaba y jugaba con tus vestidos sin que enteres porque tenía tu mismo estilo de orden, de colores, de tamaños de prenda, y de ese perfume cítrico.
La conocí camino a esta casa, tenía la mirada perdida, el alma destrozada y ganas de amar… Y me sentía tan solo… ¿Cuándo fue la última vez que me amaste de verdad? ¿Qué me besaste con la intensidad de buscar tu aire en mí? ¿Qué me follaste como una bestia candente y te acostaste acurrucada en mí buscando un beso en la frente? Me sentí tan distante que intenté buscar tu mirada enamorada en otros ojos, sin querer hacerlo… No busco ningún tipo de expiación ni que me comprendas, pero es algo que no puedo callarme. Profané nuestro lecho, tu hogar, el espacio único en el cual encontrabas calor en mi corazón… En ella encontré el cascarón en el cual quería sentirme protegido de amor, pero sigo sin encontrar esa esencia que liberaba tu sonrisa, tus buenos días, tu risa loca. Por si me preguntas si la amo, resalta más el quizás, pero es difícil sentir cómo se puede sentir algo cuerdo cuando del recuerdo recuerdo nuestro sagrado acuerdo roto, desechar lo devoto, botar lo que hemos hecho… Esa parte de la demanda, tu asco, la manda de parte de tu rabia, más descargo que labia por el flechazo proveniente del arco de un ángel, con ese brillo que ya no veía en tu iris de plata, pero ¿a quién engaño? Al son de palabras vagas, ya no sé a quién acudir en este momento tan solemne de confesión, sin repulsión de mis propios actos… Pero ya llevas muerta varios años, y aún espero que toque la puerta, pero solo resulta tu toque de alerta que quedó refulgente en el oscuro claro de mi imniota1 alma… Del bulevar al llanto solo hay una copa, de la copa al llanto una derrota, y desde que tu esencia se desvanece, nació la aristotélica creencia de que ese éter era intangible hasta que sus fluidos no eran un símil insultante… Lamento dejarte a estos diez pies de distancia, pero ya no compartimos terreno, y a pesar de que mi existencia solo continúe tenue y amarga, ella es un eco de lo que alguna vez fue ese te quiero… Te amaré de por vida, María Isabel.
1: Refiérase inmiota como la acción de vaciar un recipiente por desconocimiento de volumen inicial de contenido.
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