Me quedé mirando el cielo nublado y después de unos minutos mi mente había viajado a otro lugar lejano de este mundo, donde sólo había paz y soledad, ahí las mariposas volaban despreocupadas, parecía no haber ningún mal o tormento.
Parecía un sitio donde nadie lloraba, con un arcoíris que te hacía sonreír y ni hablar de ese frescor que te corría por la cara. Ese frescor que en la tierra no puedes sentir, pero acá sí y te hace sentir suelto. El solo hecho de sentirlo ya es algo lindo, es un sentimiento que allá no podría sentirlo ¿Porque mi planeta no podía ser así?
Mientras mi mirada seguía puesta en las nubes blancas y sin formas exactas, preguntándome si alguna vez iba a poder volar libre como los pájaros, aquellos que abrían y cerraban sus alas cuando ellos querían. Esos animales se ven tan contentos, un sentimiento que yo no experimento, quería ser como ellos, lo anhelaba.
Siento que mi cuerpo está en la tierra mientras mi espíritu está en otro lado, capaz perdido o alejado y ya advertido sobre las crueldades de este planeta. Por lo tanto, a mí solo me queda mentir para poder encajar en la sociedad. Fingir me lastima. Me duele la cara de sonreír, mi corazón se achica ya que sabe que ni siquiera hay una razón para estar feliz.
Las personas con almas llenas de maldad me siguen dejando de lado y aún sabiendo que eso no me tiene que causar daño, es inevitable no dejar salir esas lágrimas que toda mi vida amenazaban con escapar. Lo húmedo de mis lágrimas me hacen recordar en dónde estoy, hace que me sienta solo. El miedo recorre mi cuerpo, me hacía temblar de solo ponerme a pensar que tengo que pasar mi vida acá. Mi corazón bombea más rápido, casi que puedo escucharlo, la piel se me pone de gallina, la sangre se me hiela porque sé que no hay manera de escapar.
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