Soy otro cuerpo cansado
apilado
en el vertedero local.
Ahí mismo donde terminan tus muebles viejos, los pañales sucios y los papeles con caca.
La producción que producimos todos nos produce esta podredumbre
y yacemos ahí,
tóxicos y putrefactos,
hasta que llegan las 9 am del día siguiente
y hay que volver a juntar los pedacitos de cara
y mantenerlos unidos hasta las 6 de la tarde
para vender las ideas con una cara sonriente al mejor postor.
Arrendar la consciencia 9 horas al día
para descansar -en el mejor de los casos- otras 7,
movilizarse 2
y tratar de olvidar entremedio,
en esas 6 horas que quedan,
que nuestros cerebros son la escort del empresario de turno.
Toca callar la voz del verdadero ser,
del deseo.
Elige si ocupas el distractor legal o ilegal,
recuerda que estamos en la sociedad del libre mercado.
Aquí puedes comprar de todo,
excepto tiempo.
Ese escaso y extraño producto
está justo con quiebre de stock.
Pero, oye, no te amargues.
Mientras te puedes entretener con la publicidad del producto
que vas a poder comprar con tu próximo sueldo
para que el mes que sigue termine en el vertedero
contigo,
putrefacto y expeliendo cinismo.
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