Causa incausada

 <<Una vez más ingresaba por aquella enorme puerta de roble labrada, su textura no la sentía pero transmitía la sensación de astillada. Me vi cegada por la incandescente claridad de esa tarde de verano. Habiendo atravesado ese portal, me encontraba nuevamente a orillas de aquel río, vuelvo a revivir aquellas sensaciones tan familiares- felicidad- cada vez me cuesta más saber cómo era.

Mi marido, me llama con un ademán a unirme junto a él y Bauti (mi hijo), en aquella merienda campera. No los oigo, me absorbe un ensordecedor ruido de una creciente que no coincide con lo visto. Imposibilitada a moverme, me sumerjo en esa helada sensación que ahoga mi alma, estoy empapada y otra vez… esa desesperación… No pude y una vez más no he podido salvarlo. Siento su mano helada que busca ayuda, busca sobrevivir, confía en nosotros pero las piedras… la fuerza de la corriente, no sé en que momento nos distrajimos, fue nuestra culpa. Su manito emerge sobre el torrente pero no pudimos.

Siento cómo se ahoga y me ahogo con él.>>

Una bocanada de aire desvela en aquella madrugada tempestuosa a la fiscal Leticia Quesada, la pesadilla recurrente de su hijo fallecido le atormenta una vez más, producto de una culpa que considero imposible de superar por ella.

Sobre la mesada observa el destello de luz de su celular – era urgente – tenía ya varias llamadas sin contestar, nunca lo escuchó sonar pero allí estaban los mensajes indicando una dirección con la leyenda; <<URGENTE, TE VEO ALLÁ>>. Era su ayudante Lourdes Quiroga, hace poco que trabajaba con ella, muy deductiva, no permitía el azar en sus hipótesis, le era imposible visualizar que el mundo es caos, todo debía ser causa y efecto, todo siempre tenía un porqué. Obsesión de la cual yo no comparto, no recuerdo a su edad pensar así -coincidencia que ayer cumplí mis cuarenta y seis, ahora literalmente le doblego en edad- en fín, solo coincidencias.

Tardaba media hora desde mi departamento al Motel Dulces Momentos, eran ya las seis y treinta y seis de la madrugada. Tengo un par de recuerdos en esos cuartos… se encontraba al norte del pueblo pero en una zona urbanizada, al fondo de un callejón, difícil de verlo si no sos del lugar. Un punto ciego oportuno para un negocio con ese fin; había sido una casona vieja, devengada en varias habitaciones una pegada a la otra, símil a una cárcel. Diez habitaciones para ser precisa. Ahora estoy por agregar un recuerdo más que no hubiese deseado nunca.

Es un crimen, homicidio precisamente. Entre los policías, criminalística y demàs partes de la orquesta de una escena de asesinato, estaba esperándome Lourdes con una tranquilidad que me incomodaba, nunca había visto escenas de crímenes y menos como este; deseaba verla más dolida, asombrada o perturbada, no sé… más humana.

—¿Que datos tenes?—, quise tomar por sorpresa a la joven que aún así no se inmutó describiendo la situación.

—La víctima es un hombre; de veintiséis años, de nombre Simón Rodriguez, ya se le dio aviso a la familia, supongo que estará de viaje para. —¿No es de acá? interrumpí al tiempo que daba la orden a un oficial a exponer al occiso.

—Si, nacido y criado acá, pero a raíz de un accidente hace unos años, toda su familia se mudó a otro pueblo, creo que a dos horas más o menos de viaje.

Inclinada, observando la secuencia Leticia buscaba datos que le dijeran que había ocurrido.

Como leyéndome el pensamiento, Lourdes me impregnaba de información.

—Ya son las siete de la mañana, se estimó que murió aproximadamente hace cuatro horas.- silenció por unos segundos, casi pensando en voz alta. —La hora de las brujas.- asoció —¿Que tiene que ver? La interrogué ofuscada por no poder relacionarlo con la escena.

—Coincide con la hora opuesta a la muerte de Cristo, advierto una relación directa, un crimen premeditado… simbología religiosa.- se entusiasma en una hilarante ilación de los hechos. __ Para, para.- interrumpí. __ Estás sacando conjeturas fuera de contexto, la hora es un hecho azaroso, Lourdes. Acá hay otra cosa, no una secta.

__ ¿Entonces..?- me desafía.

Repaso una vez más. __ Estamos en la habitación uno, (la más rápida de entrar y salir del lugar, menos posibilidades de cruzarse con gente). Nos dijeron que llegó unos minutos antes de las tres, sólo, aunque dijo esperar a alguien. Supongo que esa persona es quién realizó el crimen porque luego de transcurrir la hora no respondió más e ingresaron a la habitación media hora después de esperar respuestas que nunca llegaron. Cuando el chico este, Damian, el encargado de habitaciones dice haberlo encontrado en esta posición…

Pasearon juntas con la mirada sobre Simón, se encontraba recostado a orilla de la cama con sus pantalones bajos enchastrados en sangre al igual que el borde del acolchado. El flujo brotaba de la zona del periné. No era la única perforación, habían tres más secuencialmente a la altura del corazón y del pulmón izquierdo.

—No hay signos de forcejeo en la entrada de la habitación, se conocían. —observó Lourdes. — Intuyo la alevosía, ellos se conocían de alguna manera, tiene las manos atadas con la corbata, así que.

—Estaba actuando bajo la confianza de él.— concluí la idea. Atamos los cabos de a poco. —¿Cómo pasó entonces? — sabía que íbamos a llegar a la misma deducción.

—Es diestra—, diluyó mientras empuñaba una mímica de la acción, recreando la situación.— El corte debajo del perineo tiene una leve inclinación hacia la izquierda al igual que las puñaladas del pecho.

La deducción era ya evidente.— Crimen pasional.- sentencié.— Busquen si tiene esposa, novia, algún indicio en sus redes de posible amantes, vamos a tener que pedir la intervención de su teléfono.—

—No me parece necesario.- interrumpió suave pero firme, mi compañera. Volteé a verla y se encontraba de espaldas observando sobre la mesa un pequeño papel de lo que era un mensaje.

<<Il vecchio testamento il Padre.>>

Leyó en voz alta la joven. —El viejo testamento, el Padre —,se escuchó interpretar a mis espaldas, conjuntamente al ruido de fotografías que tomaba un sujeto de estatura prominente pero lánguida a la vez, tez amarillenta y de aspecto descuidado. Era uno de esos periodistas que tienen sus diarios online, presentan sus noticias de forma amarillista, tal como ese portal Eco Popular, siempre están buscando captar la atención de los lectores, posicionarse como influyentes de la opinión pública y sacar réditos de políticos que necesitan comprar opiniones.

—No me sorprende — prosiguió ante la mirada de la fiscal y su ayudante —la idea de que tenga que ver con lo religioso es ¡loco! pero veo lo que dice usted señorita— señalando las lesiones—, hoy es tres de junio; tiene tres puñaladas en el pecho, murió dentro de las tres de la mañana, dejaron esa nota con tinte religioso y bueno — carraspeó un momento. —¡Es Simón Rodriguez! la felicito jovencita, creo que ya superó a su maestro, ¡perdón!.. maestra.

—Ochoa, ¿cómo entró este pelotudo acá?— este la miraba atónito.

—¿No ves que es una escena que se está estudiando o vos sos otro pelotudo más? ¡Sacamelo de acá queres!

Ochoa, un suboficial bastante despistado no había dado importancia a la presencia de un extraño en el habitáculo, de inmediato ante los ojos de sus superiores lo sacó de manera prepotente.

—¿Sabés a que se refirió con eso?

—¿De verdad no tenes idea? Simón Rodríguez… —dejó un silencio para ver si ordenaba en mi mente con algún rostro, pero la realidad es que no lograba dar o recordar algo de ese nombre.

—Es doctor en filosofía, tiene doctorados en varias Teologías.

—¿Y?

—También antropólogo… sociólogo.

—No se, no soy creyente. No leo nada de eso.

—Disertante en el Vaticano —,siguió —citado por varios rabinos; también disertante honorífico en el Centro Cultural Islámico y si sólo tiene veintiséis años.

—Me suena un quilombo de prensa mañana.

—El niño prodigio de esta ciudad, tuvo un accidente automovilístico con la novia hace varios años, por ese motivo se mudó de acá.

—Estuve en esa causa—, caí en la ficha un poco avergonzada.

—No me acordaba… fue la época en la que me separé por lo… bueno por lo de Bautista.— nombrarlo me ahogaba, sentía la sensación del agua entrando en mis pulmones como varias veces había intentado expiarme en mi bañera luego de aquel día.

Fueron treinta días dónde esta ciudad rodeada de exuberantes bosques que ocultan una vida netamente industrializada, su prensa local no hacía otra cosa que llorar la muerte y pérdida de su gran prodigio cultural, no existían, tal vez, problemas más graves. ¿Qué otra cosa podría ocurrir? Lugar de poca gente, donde solo se ve movimiento durante las horas diurnas ya que trabajan en las fábricas y luego se largan a sus hogares en pueblos aledaños, prefieren hacer extensos viajes antes que vivir bajo este cielo cubierto de monóxido de carbono. <<Que deprimente>>.

Otra vez las sirenas rompen el silencio.

Donde el ocaso ya se había despedido en el este de esta ciudad, finalizando la tercera vigilia romana, se cometió otra fechoría. Durante ese horario donde las heladas penetran tus huesos y la oscuridad rebosa en su esplendor. No conocía una noche más oscura que la de esta ciudad, pareciera que siempre está borrascoso pero no son las nubes lo que realmente niegan el paso de los astros. Maldita contaminación.

—¿Hay algo más incómodo que la muerte de un joven prodigio? Si, una prostituta amada. Pero tranquila, nadie va a salir a extrañarla… supongo —, se percibía jocosa el audio de Lourdes mientras me dirigía al lugar, su humor negro otra vez. Treinta dias y ya teníamos otro crimen, ella parecía no inmutarse, sus actitudes sugerían ya tener mucho tiempo en esta profesión… Tan sólo tiene la mitad de mis años, no me imagino que va a ser de ella a mi edad, tal vez no llegue. Tanta tristeza, tanto dolor dentro… sin manifestarse es imposible aguantar, supongo que la depresión debe ya estar a la vuelta de la esquina si sigue así. ¿Qué le habrá pasado en su vida?

Junto a las luces del móvil policial divisé a mi compañera, se encontraba tomando la declaración, no es su trabajo pero le gusta inmiscuirse en todo. Al acercarme reconocí con quién hablaba, Arturo; joven, arruinado por el alcohol ya enfermo de cirrosis. Su mirada transmitía el dolor de saberse destruido, tan solo treinta y tres años, la edad de Cristo (la perfecta, dicen).

—Arturo —, interrumpí la divagación reiterativa de los ebrios —. ¿La conocías?

—Todo el mundo, nos hizo feliz a todos.

—Me imagino.

—No, de verdad, a todos hizo feliz y de muchas maneras—, sollozaba.

—Estoy segura de que sí— proseguí antes que insistiera —. Andá con Ochoa, decile que te dije que te lleve a lo de Pocha, tu vieja. Muchas gracias.

—¿La conocías? — sondeó Lourdes.

— No tengo idea, no me has dicho nada.

—¿Pero?

—Si Quiroga era para que se vaya, estoy segura que no tenía más nada para decirte.

—Pobre, de chica me parecía lindo. Bueno, el típico chico malo y yo tan chica de iglesia.

—Contame.

—No, nunca pasó nada, solo era.

—¿A quién mataron? te pregunto bola.

—Claro. Femenina de treinta y ocho años, se llamaba Deborah Espinoza.

El corazón de Leticia sobresaltó por un segundo, dejó de prestarle atención al grafiti que se encontraba en la pared porque conocía ese nombre, mientras más cerca del cadáver boca abajo, más deducible era la persona, se encontraba en ropa interior de un azul marino, marcas de moretones pincelaban ese delicado cuerpo envidiable a su edad.

—¿Qué le pasó?— corté los detalles, no estaba escuchándola. Ella lo notó y retomó.

—Por lo pronto nadie vió nada, fue encontrada por Arturo, quien dió aviso en el Bar Irlandes.

—No puede ser que nadie haya visto.

—Es por la hora—. Interrumpió una voz delicada por detrás, tímidamente se acercaba una jovencita de pequeña estatura, de rizos dorados. Era Sabrina, la mesera del bar que dió aviso a la policía.

—¿Cómo es el tema de la hora?

—En toda esta cuadra y un poco más de aquella, la mayoría de casas están deshabitadas, se alquilan en verano o por trabajadores que hacen turno noche y duermen durante el día. El único lugar donde hay movimiento es en el callejón del bar.

—¿Y los clientes tuyos? Interrogué molesta.

—Están todos adentro, hace un particular frío hoy pero normalmente es la happy hours donde todos aprovechan y las…

—Putas consiguen gratis sus tragos, drogas y lo más importante, cierran el trato con sus clientes, por eso no había quién viera en la calle.

—Claro—, ratificó un poco avergonzada.

Su comentario me heló la piel, con otra persona no hubiese pasado nada pero a ella la conocía.

—¿Estás bien?—. Entendió Sabrina mi dolor.

Lourdes se encontraba observando los restos de Deborah. —Leti, ¿no te parece raro esto?

—¿Qué cosa?— esperaba algún tipo de comentario desubicado, estaba resentida.

—Fue castigada varias veces, debió haber gritado de dolor. Por más que todos estén adentro es imposible que no la hayan oído—. Estaba entendiendo a dónde íbamos, pero por las dudas.

—¿A dónde queres llegar?

—Sabri, haceme el favor llamá a aquellos dos. Gracias.

—Dale, decime.

—Esperá—, me exacerbó.

Se acercaron una pareja, dos jóvenes pertenecientes a criminalística. —Estamos terminando el informe.

—Si, no importa— increpó Lourdes. —¿Hace cuánto murió? contestame.

—Aproximadamente a la medianoche, entre las doce y la una de la madrugada.

—Fue hallada a las dos de la mañana o más tarde. No pudo estar tirada todo ese tiempo sin que nadie viera nada.

—La tiraron acá—, congenio con ella.

—Es más, decime. ¿Esa piedra es lo que terminó de matarla?

—Así es, la roca contiene salpicaduras que denotan haber aplastado el cráneo para concluir con su sufrimiento—. concluyó la compañera de criminalística.

—¿Qué explicación tiene eso en la pared? miraba desorientada Sabrina.

—Reafirma mi sospecha, hay una relación directa con Simón, estoy segura.

Había olvidado el garabato de la pared, no podía dejar de sentir desprecio por quién o quienes habían ultrajado a Deborah, me dolía la frialdad con que Lourdes sólo veía un caso a resolver, piezas de rompecabezas. Eran vidas.

Todo cobró otro sentido; las piezas se reubicaron nuevamente, a mi entender estaba más lejos de la solución que antes, pero percibí que Lourdes no. La leyenda anunciaba

Il nuovo testamento il Figlio.

La terza croce sta arrivando

Veintinueve dias pasaron desde ese tres de julio; con una comunidad consternada y dolida por lo ocurrido, al parecer Deborah era más que un alquiler de placer. La sociedad toda la recordaba por su constante participación en los comedores, realizando colaboraciones, organizando eventos y carnavales donde congregaban todo tipo de jóvenes, rompía con las diferencias entre las clases sociales con su carisma y siempre conseguía beneficios para los más necesitados. Claro, esa habilidad no era producto de su carisma, voluntad de acero y pleno compromiso. Conocer la noche daba sus grandes ventajas, no sólo era conocida por iniciar a varios hijos de gente influyente, el amor imposible de ciertos mandatarios, había colaborado con las fuerzas públicas en obtener información valiosa y solía ser el hombro donde desbordaban lágrimas muchas personas, entre ellos se encontraba Leticia.

Años posteriores a la pérdida de su hijo, desembocó en un calvario para su matrimonio, no podían sobreponerse a la culpa y su marido se dió por vencido. La casualidad y la causalidad jugaron un rol importante. Perder a tu hijo, no lograr sobreponerse y estar siempre acompañado de una pistola, empujaba a lo inevitable.

Una vez más ese estruendo sobresaltó a Leticia de sus sueños, como aquella tarde por las horas airosas del día donde su pareja decidió dejarla y acompañar a Bautista.

El recuerdo del fragor aún dolía en el pecho de ella, le generaba unas apabullantes puntadas de dolor en la cabeza. Por unos segundos, temía volver a encontrarse con aquel charco de sangre asomado por el ventanal del balcón. Era el pensamiento recurrente, lo ocurrido con Deborah reavivó con más vigor esos hechos. Fue con ella; su ternura y cuidado que dejó de lado los ataques de pánico. Descubrió otra forma de amar, otro estilo de cariño, todo un mundo nuevo. Claro que no fue más que una aventura, era imposible otra cosa, Deborah tenía muy en claro a que jugaba, ella sin embargo, claramente había forjado sentimientos reales y le dolía saber que nunca más la vería.

—Pegó fuerte lo de Deborah—, susurró Matias, mientras se acomodaba sobre la mesa de la oficina donde ella tenía desparramado los archivos referidos a los últimos dos casos, este era un colega de Leticia, a ella se la nota agotada, aún buscaba comprender la naturaleza de los mensajes, descifrar que tenían en común pero no llegaba a ninguna presunción fundada. Necesitaba de las capacidades de Lourdes, en esto.

—¿Viste lo que ponen de vos estos dias en Eco Popular?

—No, ¿qué cosa?

—Hay uno que hace las notas, Lucas Quatrina.

—Si, ¿qué dice ese?

—Nada, comenta lo inadmisible de que no se tenga conocimiento de lo que sucede.

—¿Eso dijo?

—Más o menos, si. El viejo… no sabe nada; convengamos que habla al pedo.

—Seguro.

—Pero bueno, parece ensañado con vos…¿lo conoces acaso? Juro que es personal con vos.

—No tienen idea esos, investigame quién es, porfa.

Su compañera hizo entrada triunfal, haciendo gala de tener nuevas observaciones. Los hechos, nuevamente en la mesa: durante el canto del gallo de ese tres de julio, Deborah había sido torturada a base de golpes, posiblemente variados, pero el elemento contundente había sido una piedra. Deducía en ella una simbología más del judeo-cristianismo.

Simón como la expresión de lo religioso asesinado en plena bajeza del placer, la prostituta que buscaba redimirse con buenas acciones muerta apedreada cual María Magdalena, pregonaban para Lourdes la exposición de las caras opuestas de la vida, una doble naturaleza. Existía para ella dos caminos posibles.

—No hay perdón para quién actúa con doble moral—, sobreentendió Matías.

—O es una crítica a ese Dios que niega la dualidad de nuestra naturaleza y hagas lo que hagas siempre estamos condenados—, culminó su deducción Lourdes.

—En ese caso hubiera elegido a un sacerdote medio pedófilo, no sé y ¿por qué justamente eligió a Deborah?—, Leticia sentía el peso del dolor de no encontrar solución para su descanso.

—Son los gajes del oficio—, Matias buscaba complicidad en Lourdes.—Las putas saben que se exponen cuando entran al negocio. Además, las estadísticas hablan de una alta tasa de mortalidad y de suicidios. Básicamente si vas a ser prosti tenes que bancartela, ¿no?

No encontró la gracia en ellas y un silencio incómodo inundó la oficina.

—Mi mamá…era eso—, sonaba algo avergonzada Lourdes mientras miraba a Matias.

—Nos solía dejar en los vecinos a mi y mi hermana cuando tenía que irse o cuando iban a casa.

—Y te criaron tus vecinos—, ansiaba encontrar un final feliz.

—No diría que quemarte con cigarrillos o manguerearte con agua helada en la vereda sea precisamente criar—, trató de jugar un poco con el sarcasmo.— En fin, fue duro por varios años, hasta que nos topamos con un comedor parroquial, donde nos la pasábamos ayudando. Encontramos una excusa para no volver.

—¿Y no les decían nada?

—No nos querían en casa, Leti… Nos acogieron en esa parroquia y creo que mi mamá entendió que era su momento de alejarse—. Revivía la situación, la voz se debilitaba al punto de quebrarse, pero el constante cuestionamiento no le permitía flaquear. —No sé porqué lo hizo, se fue sin despedirse. Tal vez, fue lo mejor… En fin, no la vimos más y no quisimos saber nada de esos tipos que nos cuidaban, nunca volvimos a casa, después de ese día.

—Fuiste muy fuerte.

—Gracias…

—Perdón, estuve muy mal— admitió Matias al paso que salía del lugar para atender una pareja adulta que estaba haciendo un escándalo allá afuera.

—No es tu culpa, no sabías…

—¿Algo te molesta, no? encontró analizando a Leticia.

—El mensaje… habla de un hijo, pero ninguno tenía. ¿Hay alguna relación entre ellos dos?

—Él, todo santurrón teniendo una relación con una chica de mala vida, lo veo difícil.

—Pero no era sólo prostituta. Vos misma explicaste su contracara, tal vez veía en ella la posibilidad de sacarla de ahí.

—O ella de volverlo un esclavo de sus deseos —. Le replicó de mala manera.

No le dió importancia, se estaba desentrañando el enigma

<<Il nuovo testamento…>>, pensó, <<il figlio>>.

—Ella no es il figlio… Ella es el nuevo testamento.

—¿Cómo?

—Ella es dadora de luz; el inicio de la historia del Hijo por eso habrá una tercera cruz, Deborah fue la segunda cruz y Simón la primera.

—Van a matar a alguien más— razonó Lourdes, acelerándose su ansiedad. —Vamos.

—¡Eu! Vengan, hay algo acá para ustedes—. irrumpió Matias, quién las llevó con aquella pareja que estaban lidiando. Su hija había desaparecido ya hace varios dias. Antes de los sucesos de Deborah, les había dejado un audio. Se oía desesperada, hundida en llantos y exaltada de gritos. Rogaba por favor que se fueran de la ciudad, cuidaran a su hija, estaba en peligro.

—¿Por qué no vinieron antes?

—Cuando supimos lo que le pasó a ella, empezamos a preparar todo para irnos.

—Debieron denunciar esto, son cómplices de lo que pase ahora—. remató con dureza Lourdes

—¿Complices?—, la señora no permitiría que se la responsabilice de esa manera. —Matan a la mamá de mi hija y ustedes no lograron atrapar a nadie, ni siquiera al que mató al chico hace dos meses ya y nada ¿Cómo sé que ustedes no son cómplices, la policía y todos ustedes y que no están escondiendo nada?

—¿La mamá de tu hija?— busque corregir esa idea imposible.

—La verdad que son un desastre no han dado ninguna solución

—Expliquen porque Deborah es la mamá de su hija¡Dios!— cortó con ímpetu el escándalo. Lourdes sabía poner orden.

Ambos quedaron perplejos, era un dato que no tenían pensado aportar. Se sinceraron; entendieron que la vida de su hija de seis años corría peligro. Si, efectivamente Deborah dio a luz una niña, se debatió si debía abortar o no pero los encontró a ellos que deseaban de corazón poder criar un hijo, era su ciclo natural de vida. Desconocían de quien era el padre, algo que les tenía sin cuidado, con haber logrado conseguir esa beba y sin gastar un centavo era el mayor acto divino que se les había presentado.

—¿Cómo sabemos que tienen pensado hacer, cuándo o dónde?—, las horas pasaban y no existía forma de deducir que iba a ocurrir. —Tal vez, estamos corriendo muy por detrás de la liebre… ¿Si ya pasó?

—No Lu… estamos dejando pasar un dato importante

—¿Qué cosa?

—Tenes razón, nada de esto es al azar. Cómo así tampoco las fechas.

—Te estoy siguiendo.

—Tres puñaladas, el día tres de junio y el tres de julio

—Uno murió durante las tres de la mañana y la otra expusieron el cuerpo en la tercera vigilia romana— iba agregando Lourdes.

—Es un enfermo fanático religioso.

Siendo el primero de agosto, quedaban posiblemente dos dias, para la madrugada del tres.

Las esperanzas estaban puestas en que ocurriría en esa fecha, pero nada lo daba por cierto y mucho menos donde iba a pasar.

Entendía la relación filial entre Deborah y la nena, se relacionaban con el graffiti pero en Simón, no veíamos relación certera; aunque existía la ligera sensación de que era ostensible dicha explicación, pero no había modo de relacionarlo.

La búsqueda se esparció por toda la ciudad, era fundamental evitar este crimen, ya la imagen de las autoridades estaban bastante bastardeadas por los medios, especialmente por Eco Popular, donde el redactor Lucas Quatrina anunciaba ya el triple crimen y exponía su relación con la Trinidad Divina. La paranoia nos invadía, ese tipo tenía información calificada, sus narices estaban metidas dentro del caso, de alguna manera se fugaban los datos y era imposible restringirla más. Temíamos que el asesino supiera de nuestros movimientos por todo lo que sacaba a la luz este tipo. Nadie lo conocía, era seguramente un seudónimo.

Buscaron por todas las casas de alquiler, casas de campo, hurgamos graneros y fábricas, recorrimos los ríos opuestos que rodeaban nuestra ciudad y culminan en el dique. No importa que camino tomes, siempre llegarás a ese único destino.

La adrenalina nos sobrepasaba, no habíamos casi dormido; Lourdes tomaba su distanciamiento (necesitaba salir del tablero para mirar las piezas por arriba, se alejaba del ruido) meditaba sola en su departamento o a veces nos decía que salía a correr. No le reclamaba; la verdad que la mayoría de los avances eran gracias a ella. Conocía muy bien el tema religioso, claro, una vida sirviendo a Dios le dió frutos.

En cambio los padres de la nena no se habían despegado de mí, se sentían a salvo, podían ver lo mucho que nos estamos esforzando en encontrar a la niña.

Buscaban significados religiosos que manifestasen una locación.

Marcos, el padre había llamado a todos sus contactos religiosos que pudieran sacar conjeturas de cómo pensarían en realizar una atrocidad en nombre de Dios. La idea llegó.

—Señora, disculpe— Analía devolvió a la realidad a Leticia, no podía ya razonar el cansancio era muy grande y no había adrenalina que la mantuviera enérgica.

—Perdón estaba pensando, por favor dígame.

—Estábamos mirando con Marcos los archivos que nos prestó.

—Bien.

—Si. Vemos otro patrón más que refuerza la idea del asesino religioso. Vení Marcos, mostrale.

Él ingresó tímidamente con una carpeta y un gran mapa enrollado bajo el otro brazo.

—Señora, no sólo hay mensajes de contenidos religiosos, horas y fechas… También los lugares tienen significado.

Leticia, se sentía aturdida difícil de hilar lo que estaba recibiendo y a la vez avergonzada de que dos civiles hayan encontrado algo que los profesionales y ella no.

—¿Cómo?

—Simón Rodriguez muere en el motel Dulces Momentos, que partiendo del centro este se encuentra al norte de la ciudad en un callejón sin salida al final de la calle—. prosiguió Analía.

—A Deborah la encontraron al este, la dejaron tirada en el callejón nuevamente.

—¿Que distancia existe entre un punto y otro?—, empezaba a ver la lógica.

—No, no es tanto la distancia lo significativo, igualmente— Marcos ya había marcado en el mapa esa distancia son veinticinco cuadras, en diagonal. Lo que no nos cierra son los puntos que se marca en los otros lugares.

—¿A dónde quieren llegar ustedes?—, necesitaba a Lourdes en esto y ella no estaba,

—Que puede ser una cruz. El Padre, representa a Simón, que es el norte, el Espiritu Santo es Deborah, como nos comentó ella es dadora de vida y mi hija que es su hija, justamente representa la tercer persona de la trinidad, podría ser el sur.

—Pero tendría que haber cuatro personas, para que se cumpla los cuatro extremos

—No precisamente, recuerde que Deborah representa los dos extremos de la cruz.

—El oeste, precisamente a veinticinco cuadras no hay nada, sólo el cerro al que va a subir la gente.

—Nuestra hija tiene que estar en el sur, estoy segura.

—Entonces a veinticinco cuadras del Motel tenemos en el sur otro callejón, ¿cierto?.

—Nada…

—¿Entonces..? no hay patrón idéntico—, sintió que todo se derrumbaba nuevamente.

—Es por eso que queríamos mostrarle, a ver si usted veía algo más.

—No entiendo, podía ser una idea pero…—, Leticia quedó hipnotizada viendo el mapa.

—No, la cruz no es perfecta…—, siguió la dirección al sur y efectivamente había un callejón más donde terminaba el pueblo. Marcó el punto y determinó la dirección. Su corazón sobresaltó, la dirección daba con el bar Bonanza, sobre ese mismo Lourdes alquilaba su departamento; podía estar corriendo peligro.

—No es algo que esté claro, pero no tenemos otra visión más, saquemos esa dudas por ahora no deja de ser la mejor hipótesis.

Mientras arrancaba a toda velocidad al bar Bonanza, la idea de Lourdes en peligro no dejaba de comerle la cabeza; no respondía las llamadas cuando.

—Si, Leticia—, se oía agitada.

—¡Lourdes!, ¿dónde estás?¿Estás bien? Tenes una voz rarísima.

—Si, gorda estaba trotando ahí voy para allá, ¿qué pasó?

—¡Para un segundo! Andate a tu casa, el próximo punto es ahí en el callejón de tu casa, ¡¿cómo no lo vimos?!

—Buenisimo, pero ¿por qué estás tan segura?

Allí le comentó la hipótesis de la cruz.

—No, vos sos tarada.

—¿Qué?

—Cruces hay de todo tipo, en todas las religiones, entiendo tu punto pero estas perdiendo el norte.

—Decime mejor que no entiendo.

—Yo estoy más cerca de mi casa, voy para allá y te digo que hay, pero estamos perdiendo el tiempo. El razonamiento que Deborah representa en los dos puntos, es en parte pobre. En cambio el cerro, Leti, el cerro representa mucho más…

—Bien, pego la vuelta y voy al cerro, ahí les digo a todos…—, no lograba entender lo que quería decir con el cerro. —¿Por qué vamos ahí? juro que no entiendo.

—Sacrificio Abrahamico, mirá. Abraham para demostrar su Fe en Dios fue capaz de llegar a sacrificar a su propio hijo pero Dios lo detuvo antes ya que había superado la prueba de Fe… ¿Y si no hubiera ningún Dios? Estaríamos hablando del primer filicidio documentado.

—Claro; todo cierra. Al sacrificar la hija demuestra que en las consecuencias de nuestros actos, nosotros somos los únicos actores. No hay plan divino… Es una crítica a la Fe.

Leticia dió aviso a todos que se dirigieran con urgencia al cerro, la banda sur ya estaba en buenas manos, Lourdes tendría todo bajo control.

Ya todo había encajado por fín, Simón el inteligente u omnisciente representaba la opulencia de Dios Padre, Deborah vendría a ser el Espíritu dador de vida, junto a la nena conviven en el nuevo testamento y representa a Cristo quién fue sacrificado como el nuevo cordero de Dios, haciendo alusión al cordero que sacrificó Abrahám en el monte Moirá.

El viaje se hacía largo, había llegado ya la medianoche y era tres de agosto. El panorama se abría a todo tipo de escenarios posibles; encontrar a la niña viva sola, con el asesino a punto de hacerlo pero no lograrlo; secuenciar su muerte y varias más. Su corazón latía incansablemente, sabía que le esperaba un trecho a pie para llegar arriba.

Habiendo llegado al pie del monte, se encontraban algunos móviles pero no había nadie. Todos estaban ya en el cerro, la desesperación corría por mis venas como yo cuesta arriba, entre resbalones y tropiezos empecé a divisar las luces de las linternas y voces.

Peculiarmente me atravesó un alarido familiar, el mismo que anunciaba mi mayor temor; no paré de correr pero ya mi cuerpo se debilitaba. Eran los gritos del infierno, la contranatura vivencia de perder tu creación, lo único que es realmente tuyo. El castigo divino, Dios vió morir a su único Hijo y es el dolor que vivenciamos aquellos al ver morir a los nuestros.

<<Era la noche más oscura>>. Sobre una gran piedra se encontraba postrada la jovencita totalmente desnuda, había sido degollada como un cordero inocente, pagando sin culpa los pecados de los demás. Brotaba de sí un mar de sangre, con sus ojos clavados en mi. Evidenciaba otra vez mi mayor pena, otra vez no pude salvarte. Las casualidades son repulsivas, tanto mi hijo como esa niña murieron asfixiados.

En su pequeño vientre habían tallado unos símbolos.

J-1,1

No podía pensar más, la serie de asesinatos se había cumplimentado. El símbolo de la Trinidad había sido aniquilado uno por uno. (¿qué otra cosa faltaba por hacer?)

Fue imposible acercarme a esos padres, me carcomía la culpa; era totalmente responsable y sabía que nunca iba a recibir el perdón.

Comencé a llamar a Lourdes y no atendía, lo cual me comenzó a desestabilizar aún más, necesitaba de su apoyo y no tenía noticias de ella. Si bien su deducción al final fue acertada, el asesino aún seguía suelto y podría buscar completar su posible cruz. La teoría no era tan elaborada como sus hipótesis pero mi miedo era aún mayor. A estas alturas de mi vida he fallado infinidades de veces, no podía permitir hacer otra cosa que cerciorarme que mi amiga estuviese bien.

Atravesé toda la ciudad hasta dar con aquel callejón; en ella desembocaba tres calles principales, increíblemente no importa que camino tomes, siempre llegarás a ese único destino.

Subí por las escaleras metálicas que llevaban al departamento, todas las luces estaban apagadas, pero la puerta entreabierta. Sentí que había llegado tarde de vuelta, estaba condenada a fallarles a todos; me aventuré en la oscuridad del hogar; el silencio se vió corrompido cuando detrás mío sentí el acero helado y el familiar sonido al quitar el seguro.

—Juan uno, versículo uno: In principio erat Verbum—, la voz me era familiar, roncosa, agotada por el peso de la edad (hace poco la había escuchado cuando… hablé con Lourdes)

—Todo el tiempo fuiste vos ¿Por qué Lourdes?

—No, por favor no se enoje con ella—. si bien cree conocerme no es tan así—, mientras me guiaba con su pistola en mi nuca a la sala del habitáculo. —Verás, soy Lucas… Me reconocerá más por Quatrina (el redactor), aunque ya entendió que es un seudónimo de mi apellido Quiroga—, se jactaba burlescamente de su engaño, con algunas dificultades al respirar.

—No entiendo Lourdes, ¿quién sos?

—Lourdes se refugió en mi, yo nací en ese momento que me arrebataron todo lo que tenía… decidí llevarme conmigo todo aquello que deshumanizó a esa niña después de tantos años de sufrimiento, querida Leticia—. relataba mientras se hundía en sus recuerdos latentes de heridas que nunca sanaría. —Necesitaba esconder ese dolor que ahora llevo en mi alma. Si bien compartí con ellas algunas vivencias, no recuerda todos los abusos que sufrimos de niña (violaciones, las cadenas de ahorque o ver a nuestra madre estar con tipos frente nuestro) Prefería salvaguardarla para que tuviera una vida más sociable.

Entendí como siempre se filtró nuestras investigaciones. Siempre fue ella. —Estás enferma.

—Estamos…—, replicó— Usted no pudo escapar a su terrible culpa que le acecha constantemente; en cambio nosotras inconscientemente concluimos que un trastorno disociativo aliviaría nuestras cargas de alguna manera; un calvario para mi y un poco de dolor para la niña.

—¿Qué va a pasar ahora?

—¡Concluir..! Verás, usted dejó sin justicia a Lourdes hace siete años. Siéntese, vamos a tomar el té, por favor sirvase que ahora le aclaro sus dudas.

Se encontraba dos tazas de té con sus saquitos y la respectiva tetera humeante, estaban junto a los sillones aterciopelados color borravino, que daban al ventanal de salida al balcón, me hipnotizó la belleza que se captaba desde ese lugar, una mirada totalmente distinta a la que comúnmente tenía sobre la ciudad (la realidad depende siempre desde nuestro punto de vista). Permítanme el oxímoron pero nunca la oscuridad me fue tan esclarecedora.

¿Habrá un Dios orquestando esto? O estamos solos en este enorme caos, transitando un espacio y tiempo sin sentido.

¿Será el azar, una teatralidad que siempre está orquestada por Dios; con sus causas y efectos que nunca podemos anticipar? Ese es el verdadero misterio sin resolver.

El exagerado ruido del sorbido de la taza y la dificultad que tenía para apoyarla sobre la mesa, sin nunca dejar apuntarme, me devolvió a la realidad. Si bien veía a Lourdes, estaba hablando realmente con otra persona. Él era Lucas.

—¿Por qué matar a los demás si sólo me querías a mi?

Lucas, al escucharme dió un pequeño sobresalto, entre apenado y burlesco —No por favor, no todo es por usted. Verás, conocimos a Simón cuando con nuestra hermana frecuentamos la parroquia. Ya era un niño admirado por todos los jóvenes y el orgullo de los adultos. Naturalmente nos enamoramos y mi hermana también. Siempre creí que las chances de estar con él eran nuestras pues le llevábamos dos años y mi hermana cuatro. Pero al pequeño Simón, no le éramos suficientemente inteligentes así que la partida la ganó ella y está muy bien, es nuestra hermana después de tanto sufrimiento se merecía alguien que le diera amor.

—¿Fue todo por celos?

—No se apresure, que el final de este cuento concluye con usted… Aproveche el tiempo— me observaba risueño —como le decía, ellos empezaron a ser novios y estaban felices. Claro, nuestra hermana tenía sus deseos pero al parecer Simón no estaba listo. Eso conllevaba a discusiones pero no eran más que de adolescentes.

—¿Por qué Deborah?— increpé. La pregunta concluyó con el doble bramido de la pistola. La paciencia, no debe ser una virtud en Lucas, por esto me encuentro sintiendo una doble puntada hirviendo en mi abdomen, una sensación tibia de humedad desplegaba por toda la zona; evitar moverme ralentizaba los daños ocasionados en el impacto.

—Ya conoce su destino Leticia… solo espere—. Su rostro expresaba una singular frialdad; no existía para conmigo ninguna relación de afecto.

—Como sabrá, Deborah fue la primera de muchos, al parecer, de Simón también. En principio es comprensible que no quería dar una mala imagen al momento de estar con Patricia, nuestra hermana, pero se hizo un habitué frecuentarla mientras aún salía con Patri.— suspiró encontrando aborrecimiento a su actitud. —Patricia, siempre intentó estar a su altura y cuando se enteró de esa relación, lo perdonó a cambio que la dejara de frecuentar, que podía cumplirle todos sus deseos. Así de humillante—, se acomodaba en su sillón, observando el sin sentido de lo que pasaba en su relato. —En sí, ni siquiera era una relación real. Él seguía pagando por acostarse con ella, estaba obsesionado y Deborah se aprovechaba de él. Y quién sufría más era nuestra hermana que insistía en estar con alguien que no la deseaba como si lo hacía con aquella cualquiera. —El dolor que Lucas sentía era tan grande como el que estaba viviendo en este momento. Iba de a poco perdiendo los sentidos, un constante escalofrío recorría mi espalda.

—Todo terminó o empezó ese día… Si, eso fue… el principio del fin, en el puente viejo, cuando al revisar su teléfono, confirmó no sólo que nunca había dejado de ver a Deborah, sino que trataba de convencerla de no abortar fruto de su amor…

—¿¡De… su… amor!?— replicó con asco— Ella estaba destrozada discutiendo en la orilla cuando, él, en un intento de arrancarle el teléfono terminó por empujarla.— sus ojos se cristalizaron al recordar el horror, ella cayó del puente y dió con la trompa de un vehículo en tránsito.

—¿Y que hizo usted? Nada… decidió oír la versión de un suicidio a causa del despecho de que Simón manifestó intención de dejarla y usted no se tomó ni un segundo para cuestionarse si ese relato fue real. ¿Qué podía importar una chica sin familia, hija de una prostituta que quién sabe en que puede andar. Era mejor cuidar la imagen impoluta del mimado, alejarlo de la ciudad hasta que la gente olvide.

—Acababa de perder a mi hijo—. me defendí con la poca estabilidad que aún mantenía; el frío era cada vez mayor, ya no sentía mis extremidades y el abdomen no dejaba de contraerse, un sudor helado comenzaba a evidenciarse conjuntamente a la dificultad de respirar. —¿Cómo mataste a Simón?

— Nosotras no lo matamos. Veras, a pesar de que Simón no se hizo cargo de su hija y que nuestra hermana muriera a causa de su relación enfermiza, el tipo no tuvo un poco de culpa y siguió frecuentando a Deborah durante los años. Es así que dí con la nena y amenacé a Deborah con matarle a su hija si ella no cumplía con mi petición.

—¿Y toda esa simbología?

—¡Eso!— largo una leve carcajada. —La primer pista me fue dada por el azar; suerte o no sé si fue un regalo de Dios. No estaba pensado que lo apuñalara justo tres veces, ni que muriera a las tres de la mañana… Pero vi la oportunidad y la aproveché. Fueron segundos; la suerte me regaló la posibilidad de no solo cobrarme la vida de ese tipo sino la de cada uno de los que tuvieron participación en la injusticia de Patricia —simulando el movimiento de la escritura, continuó —Bastó con garabatear en un papel en el momento esa frase, para sembrar en usted la posibilidad de un crimen religioso. En sí, la frase no tenía sentido y ni usted ni nadie se le cruzó realizar un peritaje a la nota… Realmente muy incompetentes.— una verdad difícil de tragar. Era tan obvio pero recuerdo que ella siempre tuvo la nota y nunca me la dió ni a mi ni a nadie.

—Los fundamentos los fuí construyendo con el paso de los días, mientras ustedes se ahogaban en un vaso de agua yo iba tejiendo caos; lo tenía todo causa y efecto y a la vez indescifrable para ustedes. Yo era Dios, marcando el camino que ciegamente debían transitar, no existía ningún caos todo era ordenado. Al final sólo dejé un último mensaje religioso en ella y sintieras la necesidad de que te ayudara para atraerte a mi.

—La niña no tenía porqué morir— regañé ya sin saliva; sin fuerzas. Fue difícil seguir la ilación, todo se volvió borroso.

—La niña fue el aleteo de la mariposa que provocó el huracán—se lo notaba exaltado, agitado, le molestaba que no viera las cosas con tal claridad como él. — Fue fruto de un hipócrita retorcido y de una prostituta renegada, no podía salir nada bueno y que mejor destino que expiar las almas de sus progenitores por el gran pecado, la muerte de nuestra hermana, que pagando con su sangre cual cordero que redime de la culpa.— saboreaba su conclusión.

Todas las piezas calzan justas, entendí que no todo debía tener sentido; el azar y la obsesión de ver mensajes en todos lados habían hecho su parte. Era un plan decente—Fue un gran laberinto, admito que perdí… Ahora ya sólo tengo sed… ¿me das té?

Lucas evidenciaba una ancianidad en su personalidad; me permito imaginar que unos ochenta y dos años, representa su opuesto. Nunca lo sabremos pero permitámonos imaginarlo.

Se acercó con dificultad con la taza a brindarme la última muestra de piedad de mi vida y habiéndose acercado lo suficiente a mis empalidecido labios, se detuvo.

—No es mi virtud la piedad, así que no— se despidió.

Sonreí derrotada, ni aún moribunda la vida me daba una caricia.

Me relajé sobre el sillón, observé por última vez el balcón y allí estaba; que sorpresa una luna brillante vino a despedirme. Que hermosa, gracias.

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