El alba comenzaba a devorar el esplendor de las constelaciones. Su piel desnuda, se eriza al sentir el frío rocío y con la mirada perdida sobre la acabada vela, va repasando lo sucedido en algún momento de la noche. Atónita por lo ocurrido buscó sus prendas, enterró el sapo; el hilo; el resto de velas negras y retornó a su hogar antes de que la viera algún vecino del pueblo.

El púrpura del telón resaltaba en la sala de aquel humilde hogar ya que no hacía juego con ninguna parte de ella, pues allí no pertenecía, se encontraba adornado con un gran crucifijo de bordes metálicos y un interior del mismo color que el telón; a sus pies el cajón mortuorio, unas señoras a su alrededor y en su pecho cobijaba aquella madre que en llanto balbuceaba palabras que ni el mismo demonio entendería, era evidente darse cuenta de lo que sollozaba, la imagen llenaba de impotencia, pues ¿Quien seria capaz de darle aquella madre lo que Dios había decidido llevarse?

Los del servicio fúnebre habían comenzado el velatorio a cajón cerrado, era sombría la imagen de aquel niño, no hubo forma de maquillarlo pero no se pudo contener a esa madre, pidió verlo hasta último minuto y quiso que todos vivenciaran el estado deplorable del exánime niño.

El hedor repulsivo que emanaba no coincidía con los tiempos de descomposición, la putrefacción respondía a algo más. Ése era el rumor que corría por Luján, no fue una enfermedad o un accidente lo que arrancó a Damiancito de este mundo, sino una brujería, una terrible perversidad cayó sobre esa familia y los motivos abundaban. Tal vez alguien se había desquitado con la madre o el padre, tal vez algún prodigio hizo su abuela y se le cobró la vida del nieto.

Las cálidas manos envolvieron a aquella madre por su espalda buscando contener tal desplome. Su amiga Belen la desplazó suavemente del lugar para que los demás pudieran acercarse a despedir al niño.

—Tomá agua. Ya arreglé, en quince salimos para el cementerio— preparaba a Marissa mientras le recibía el vaso de agua nuevamente.

Ellas eran amigas de toda la vida, vecinas criadas como hermanas, habían recorrido cada rincón de su tranquilo pueblo, compartido todo tipo de vivencias, hasta unos que otros noviecitos en su adolescencia.

Marissa, formó su familia con Axel, un muchacho bien de campo nacido en unos de esos parajes aledaños a la localidad. Se conocieron en el festival de la naranja, evento tradicional del pueblo, donde su pasión fue forjándose en cada canción cuartetera de aquella noche veraniega. Desde allí, entre idas y vueltas se mantuvieron juntos por años, viendo nacer a su Damián que dentro de unas semanas hubiera cumplido sus cinco añitos. Belén, cuya amiga fue elegida como madrina del pequeño, tomó control de toda la situación e hizo los papeleos y trámites para dejar a aquellos desahuciados penar en paz… La inhumación cesó al ocaso, junto a una suave llovizna que se extendió por la madrugada.

El olor a tierra removida penetraba sus fosas nasales, iba abriendo camino con sus manos en forma de garras, buscando desesperado llegar a él. La respiración agitada es cada vez más fuerte y consternada; sentía correr desenfrenadamente su sangre por las venas. Lo escuchaba murmurar ¡estaba vivo! La esperanza de encontrarlo allí tosiendo tierra, asustado y con frío lo llenaba de vida, a la vez que se cuestionaba cómo había sido capaz de haber cometido ese tremendo error. ¿Enterrar vivo a su hijo? no entendía que pasó ¡No importa! lo escucha, está ahí… ¡Vivo! Estaba…¿riendo? Se oye cada vez más fuerte, su risa exacerbada provocaba un escalofrío por la espalda de Axel, teme con que encontrarse pero quiere ver a su niño.

Tomaron de repente su rostro, las firmes y heladas manos del niño se clavaban en sus mejillas a la vez que realzaba de la tierra mojada; de sonrisa espeluznante, pupilas dilatadas y mirada perdida, no paraba de resonar en la mente de Axel la desagradable voz del niño acusando culpa que él lo mató, una y otra vez mientras lo veía sonreír cada vez más tenso y sus manitos apretaban más y más su rostro. Axel paralizado emitía un sordo alarido, deseoso de sacárselo de encima pero completamente inmovil. —¡Pará!- comenzó a oír sus propios gritos a la vez que vociferaban a lo lejos su nombre —¡¡Soy yo!!,¡estás loco Axel pará!!.

La tierra húmeda fue fundiéndose en las familiares sábanas de su hogar, mientras que el rostro tétrico de su hijo era la desesperada cara arañada y lastimada de su Marissa. Todo fue una pesadilla.

La mañana siguiente el ambiente era extraño, no había explicación de lo ocurrido y no deseaba contarle su sueño. Ella estaba esquiva, evidenciaba su temor hacia él; algo en ellos acababa de romperse y ambos sintieron que nunca iba a ser lo mismo. Axel decidió irse sin comentarle nada, temía que hablar delatara, de alguna manera, su mentira, no iba a su trabajo quería verla a ella, era su obsesión, se levantaba sintiendo su perfume, se desesperaba al no tener noticias de ella, quería cruzarla en todos lados, era prohibida y tal vez eso lo mantenía tan vivo.

— No doy para más… desde lo de Dami no puedo verla, tocarla, odio escucharla.- reposaba su cabeza sobre el sillón, ella terminaba de ponerse su musculosa de dormir.— Ya no hablamos, hasta buscamos estar lejos del otro, no sé cómo pasó pero todo es distinto… ni ella debe saber por qué seguimos. — mientras se acomodaba su braga hacía silencio, lo dejaba hablar. —Todo es horrible ahí, vuelvo a casa y me cae la depresión.— su mirada perdida en el techo, repasaba cada sensación que tenía en su día a día. — Encima me dice que lo escucha a Damian correr por el pasillo a la noche y eso me da un miedo, está re loca… aunque a veces lo siento pero me hago el boludo. — un suave frío recorrió por su nuca al rememorarlo. —Siento como si pasaran atrás mío o me estuviera observando, a veces siento que me respira muy cerquita en la nuca.

—Estás sugestionado por todo lo que te dice, amor. — se dejó caer sobre su pecho. —Es lo peor del mundo lo que te pasó amor… Pero ella vive trayendoteló de vuelta y de una manera horrible. — lo acaricia suave sobre su vientre. —No vas a creerme, pero te juro que te manipula, hablarte de Dami es la forma de tenerte cerca, de hacerte sentir culpa de que no podes dejarla sola. ¿Me entendés?— lo miró con aquellos ojos de ternura que devolvía las ganas de vivir a ese hombre. Él sonrió y al son de un fuerte beso —¡Dios quiero ser tuyo!— saboreando esos labios alzó su mirada con una sonrisa placentera, satisfecha de escucharlo decir aquello que tanto había esperado, perdida en su rostro agitado, transpirado; ella por fin se sintió satisfecha —quedate conmigo, no vuelvas esta noche… Es más no vuelvas allá… vas a ver cómo todo se acomoda, capaz que ella ni te llama— lo miró con cierto convencimiento alegre, como quién supiera que del otro lado tampoco esperaban que regresara. Él no pudo negarse.

La noche privada de estrellas cobijaba a los amantes en la profundidad de sus sueños, cuando la incesante vibración del teléfono de Axel lo abstrajo, como quien despierta desorientado sin entender donde se encontraba, manoteó torpemente el celular y eclipsado por la fuerte luz atendió sin ver quién era.

—Axel… por favor… veni

—¿Qué, que pasó?

— Vení ¡por favor!— los lamentos desgarradores de Marissa lo despabiló. —Te juro que te necesito Axel, lo estoy escuchando.

—¿Qué a quién escuchas?— Al paso que iba vistiéndose, tenía una sensación conocida.

—Su risita…está ahí…¡Escuchaste!— Un silencio eterno se apoderó del otro lado del teléfono. —No oigo nada Marissa hablame, que escuchas.

—A Damian boludo. —la saliva le ahogó y su nariz tapada le impedía respirar; entre cortada por la angustia repetía que en las otras habitaciones se escuchaba su risita y “mami vení… ¡buscame!”.

—No me cortés, ahí estoy yen….— un alarido del otro lado del teléfono lo interrumpió, un helado escalofrío recorrió desde el cuello hasta la punta de su nariz. —¿¡Qué pasó!?

—¡Me gritó! Axel me acaban de gritar al oído, por favor vení hijo de puta ¿dónde mierda estás?

Quedó helado a la pregunta. —¿Que te gritó, quién?

—Acá en la oreja ¡me gritó! ¡desenterrame mamá!— rompió en alaridos y llanto —¡ay! me quiero morir por favor… veni.

Su mente quedó en blanco durante todo el trayecto, siente miedo, mucho miedo. ¿Qué podría ocurrir al llegar? Su cuerpo ya tembloroso siente un repeluzno arañar su espalda.

El silencio adornaba el oscuro comedor, un suave destello se veía entrar por la ventana de la cocina que conectaba al mismo, a un costado a su derecha, el pasillo que lleva a los cuartos contiguos. Apoyado en una de las sillas de madera buscando estabilizar su cuerpo, disminuyó la respiración agudizando su audición. No podía escucharla… —Marissa…¡Marissa! .— oyó moverse las sábanas en su pieza. Un suspiro relajador emitió de su contracturado pecho, entendió que su mujer estaba dormida… ¿era ella? la inquietud anudó nuevamente su garganta pero no se permitió sugestionar, avanzó impaciente esperando encontrar otra cosa que no fuera ella. Sentía como lo observaban y los vellos de su cuerpo se erizaban en conjunto al escalofrío que invadía su cuerpo. Entró de golpe al lóbrego cuarto, buscando divisar a su mujer en la cama que notaba un bulto bajo las colchas.

Una risita proveniente de la esquina <<PAPI, PAPI, PAPI, PAPI>> se escucha murmurar cada vez más fuerte. <<PAPI, PAPI, PAPI, PAPI>> la voz de su niño nacía desde el rincón ininteligible y opaco, logró divisar a Marissa contra el rincón, totalmente desvestida y tiesa. Con las palpitaciones altísimas encendió la luz y rápidamente unos piecitos se deslizaron bajo la cama y el bulto que creyó ver anteriormente entre las colchas ya no está.

Chirriante Marissa seguía <<PAPI, PAPI, PAPI, PAPI>> —Marissa ¡pará! Por favor Marissa.— la voz del infante emanaba de su madre y el terror carcomía su alma, a los tumbos salió de la pieza a gritos desaforados pero la voz de su hijo retumbaba en su cabeza. Imposible huir de él, se llevaba todo por delante sin detener el paso huyendo de ese infierno que supo ser su hogar. Una vez arriba de la chata aceleró sin deseos de mirar hacia atrás…nunca más.

Como quién llama a la ley de atracción, Belén se encontraba congelada frente a su celular esperando que lo llamara, ella lo sentía, algo había logrado. Inmersa en sus pensamientos fue abstraída por el llamado de Axel —¿Amor?.— del otro lado se oía el ruido de interferencia más un lejano sonido del motor andando y la perdida voz de Axel buscando el micrófono aclamaba desesperado verla, ir a su casa y refugiarse de toda aquella locura. Axel tenía mucho miedo y en lo primero que pensó fue en su amante, Belén entendía que ya era suyo, se sacó de encima a su hijo y el trabajo constante con alejar a su mujer dio fruto.

— Tranquilo amor ¡vos…vos venite nomas!

—¡Estaba desnuda! hablaba como mi hijo ¿¡Entendes!?

—No pasa nada, veni despacio.— Era placer para sus oídos escuchar el desesperado relato de su amado, aborrecía a su mujer, le tenía pánico y necesitaba estar con ella.

No importó a que costo, tampoco fue clara… Su pedido fue separarlo de ella.

En la oscuridad de su comedor a la luz del muteado televisor envuelta en el denso humo del cigarrillo, Belén atenta a la conversación la descolocó el cercano sonido de unas pezuñas en el cuarto contiguo, justo detrás de ella. Su nuca se estremeció al sentir caer la temperatura en ese lugar. La velocidad de la camioneta aumentaba al ritmo de la locura de Axel. Sus vellos se erizaron y el ruido de aquellas pezuñas auguraban fatal destino, Belén sintió la necesidad de seguir aquel ruido, hallar de donde venía —¿Axel, venis bien?.— él no paraba de hablar, seguía en shock. — Por favor vení despacio amor.— la silueta de aquella cabra negra se divisaba cercana a la puerta <<TIC… TIC… TIC>> tres veces tronar su pezuña sobre el frío piso. ¿Cuánto faltaba para el alba? Tal vez unas tres o cuatro horas…<<era la noche oscura del alma>>. La carcomía la angustia.

—¡Axel por favor para! ¡parate a un costado!— no aguantó dejar correr sus lágrimas, el dolor de la impotencia pesaba en su pecho mientras que los ojos ensangrentados del macho cabrío posaban sobre su perdida alma.

—¡Uy,uy,uy!.— seguido de las llantas frenando y una serie de ruidos confusos del impacto de la camioneta fue lo último que se escuchó desde el celular de Belén, seguido de un lúgubre silencio.

Él cumplió y ella, a pesar de perder a su amado, ahora se debe a su amo.

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