El Candelabro

En una de mis mas fatídicas noches de insomnio, volvió otra vez a salir de mi pecho una luz refulgente que iluminaba toda mi habitación, tan brillante como el bronce bruñido. Era un caos total, trataba en lo posible de cubrirla con el cobertor grueso de algodón con el cual me arropo todas las noches, con tal y no tener en mi puerta a los vecinos con brotes psicóticos intentando husmear sobre la luz refulgente que invadía por enésima vez mi habitación. Esto me inquieta sobremanera, tener que estar con la disyuntiva, de si esto pudiera tratarse de un mal crónico, un problema de energia calórica de mi cuerpo, o quizás un misterio cósmico que si es así, mas bien debería mantenerlo en secreto y morir con él. No me quiero imaginar yo contándole esto a un médico y darle los detalles: «pues sí doctor, eventualmente muy tarde por las noches experimento un problema que jamás me había ocurrido: y es que de mi pecho brota una luz refulgente sin tener la mas mínima posibilidad de regularla. Si bien es cierto que siento un leve calorcito en mi pecho a causa de la luz, no necesariamente causa en mí una afección grave, pero me inquieta el hecho de tener una luz tan incandescente allí en mi pecho saboteando mi sueño». O si de repente me cree y me envía a un radiólogo para mandarme hacer una placa del torax, y que para su sorpresa vea un elemento extraño entre mis costillas, como una especie de pequeño candelabro injertado en mi cuerpo. Tendría qué entonces, sí o sí, hacerme una evaluación profunda para ver cual sería el diagnóstico final, tener que ser un paciente aislado y ser un producto de un experimento científico. No quisiera rallar tampoco en lo egocéntrico pero es muy probable que si me descubren que padezco de esta anomalía no tendría la menor duda de que podría ser idolatrado, recibir peticiones y ofrendas, y hasta un pequeño templo me construirían. Sería fatal para mí, envolverme en todo eso, mi vida es muy normal para destruirla de esa manera, tener que asumir tal responsabilidad. El ser cargado por quince personas en una procesión, rociándome incienso y exclamando proclamaciones falsas de algo que no soy, en mi propio nombre; salvo que te carguen en sus hombros pues nadie se quejaría de eso, pero del resto lo dudo. De hecho no creo que sea el único caso de esto que padezco, aunque sí se que soy el único que conozco que lo padece, podría imaginar entonces que en el mundo habrá algunos por ahí regados luchando con esto, e intentando por todos los medios posibles taparse con cualquier cobertor grueso y guardar este secreto tan insolito. También que de esos sí se de muchos, intentando ser dioses, para que los levanten, los veneren y los idolatren. Yo prefiero ser mas paciente, mientras evito que salga de mi pecho la luz refulgente, espero que el día aclare con el amanecer para que poco a poco este problema se vaya disipando.

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