Este año trajo tantos, tantos cambios, que ahora mi vida es totalmente distinta a como solía ser. Ha pesar de eso, si lo pienso con calma, no dejó de ser como cualquier otro. Como todos, este año se trató de personas, porque a fin de cuentas así se mide el tiempo. Se trató de las personas que se fueron, de las que no quisieron estar y de las que aún no llegan. De las que hicieron falta. Se trató de las personas que conocí, para bien o para mal. De las que nacieron. De las que todavía no vuelven y de las que nunca lo harán. Es curioso, porque a veces nos damos demasiada importancia, pero en realidad nunca somos protagonistas, ni siquiera de nuestros propios días.
Los años también se tratan de cosas. De las cosas que adquirí y que, a cambio de mi dinero y tiempo, pasan a llamarse de mi propiedad. Cosas mías. Para ser honesto, no entiendo mucho el concepto de propiedad. A veces hasta yo me soy ajeno, como si ni siquiera mi propia vida me perteneciera. Recuerdo que hubo un tiempo en que quería que la mujer que amaba fuera mía y solo mía. Ahora me avergüenza un poco esa pretensión. ¿De verdad podemos adueñarnos de algo o de alguien? Creo que ese deseo no es muy sano que digamos. En cuanto a mí, hay días en que me siento de todos y otros que me siento de nadie. A veces siento que todo es mío y a veces nada. A veces tengo mucho, más de lo necesario, y siento que tengo que pedir disculpas al mundo por ello.
Este año se trató, además, de metas cumplidas. Esas que traen una satisfacción pasajera y que, después, da lugar a un extraño vacío, porque luego de las celebraciones ya no hay nada. Porque meta alcanzada es carrera terminada y a veces lo realmente importante es la carrera y no la meta. Habrá que ir pensando en los propósitos para el veinte veinticuatro, para darle algún sentido a los días que vienen por delante.
También se trató del dolor. De las soledades. De las veces que tomé el teléfono para romper silencios y acortar distancias, pero que finalmente lo dejé de lado sin atreverme a escribir ni una sola palabra, para evitarme el tener que sufrir el luto por tercera vez. Todos vamos muriendo poco a poco, pero creo que para mi edad ya he muerto demasiado. Se trató de los silencios y de quienes lo interrumpen. De las treinta y dos personas que celebraron mi cumpleaños número treinta y cinco. Gente que me acompaño y que acompañé. Gente con la que reí y con la que lloré. Mi gente. En ellos me reencontré.
Este año se trató de ti. De tus niñerías y de tu adultez. De química y piel. De tus manos buscando las mías y de mi lucha por evitarlas. Se trató de tus ojos negros, brillantes, hermosos, pidiéndome explicaciones que nunca te llegué a dar, porque aprendí a pisar el freno a tiempo cuando se trata del corazón. Porque aprendí que a veces es mejor que las cosas no sean dichas; así es más fácil fingir que no existen. Porque aprendí a amar sin ser correspondido y ha ser amado sin corresponder. Que a veces hay barreras insuperables y que no siempre se puede tener todo lo que queremos. Sí, porque a pesar de lo dicho y de lo no dicho acerca de nosotros, ambos sabemos que no se iba a poder. Sí, definitivamente este años se trató de ti. De tus lágrimas, de tus abrazos, de tus sonrisas y de lo que ibas provocando en mí día tras día. Se trato de los quince años que te separan de mí. De ti jurándome que ya eres una mujer y de mí, viendo en tus veinte el reflejo de mí mismo cuando no era más que un niño que creía ser grande. De ti haciendo preguntas y de mí cuestionándome el hecho de no poder responderte con la verdad solo porque, después de mucho tiempo, por fin me hice de verdad un adulto. Por fin, para mi pesar, me hice responsable de los sentimientos tuyos y míos.
Este año se trató de silencios y de palabras no dichas. De saludos que nunca se mandaron y que hasta hoy me pesan. Se trató de errores, de descubrimientos y decepciones. Se trató de nuevas cosas sin nombre y de la carrera por no repetir la escena otra vez. Se trató de aquellas cosas que no se pueden dejar atrás y de las traiciones que me hice a mí mismo solo para no traicionar la confianza de los demás. De torbellinos. De carcajadas. De deseos. De cerrar ciclos tratando de no presumir demasiado las cicatrices. Se trató del retorno del miedo. Se trató de la confusión que siento ahora, y que se representa en este párrafo.
También se trató de Dios, siempre presente, y de esa pistola que me apuntó al pecho, pero que decidió no dispararse cuando el portador apretó el gatillo, otorgándome así mi tercera oportunidad de seguir viviendo. Se trató de la muerte misma, pues está más presente cuando nos pasa cerca que cuando en realidad nos toca.
Este año se trató de las cosas que no escribí. Empecé esto (no sé qué es esto, realmente) porque no quería dejar este año en cero. Tenía que escribir algo, sin detenerme a pensar en la razón que me hizo dejar el lápiz de lado. Me alegro de haberlo intentado otra vez después de tanto tiempo, porque descubrí que ahora hay muchas otras voces que me hablan, que me enseñan, que me aconsejan y que, en definitiva, me dictan las palabras que estás leyendo. Para resumir, podría decir que el año se trato de esas otras voces, que se unieron a mí y que me acompañan hacia donde sea que vaya.
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