Una noche sin estrellas
Una mirada lasciva
Una complicidad que intenta disfrazarse de amabilidad
El dolor de espalda que primero fue desde adentro y después fue del vidrio
Los pelos de gato cubiertos del sudor ansioso de la mano ya han de estar secos
El estrepitoso silencio interrumpido por el auricular
La viuda sin anillo mirando a la suegra junto al hijo aún palpitante
El padre avasallado buscando respiros entre las pausas de risa
Los ausentes haciendo presencia en la captura del instante
La pronta aparición y desaparición de dos desconocidas en medio del baile de las palmas.
Todo en nombre del príncipe extranjero.
Aquél cuya identidad es tripartita, omnipresente y eterna.
Cuyo nombre estandarte de paz sirve de escudo al desprecio.
No vaya ser que alguien intenté llevarle la contraria a su palabra tallada en piedra,
porque ni siquiera el fuego calando hasta el centro de la tierra será suficiente para redimir su alma.
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