Luz y carbón

Luz y carbón

Germayed

26/12/2023

LUZ Y CARBÓN

Veo el mundo por doquier, la vida se esfuma, la alegría desparece, y todo sigue su rumbo natural. ¡Oh! ¿Por qué será que a nadie le importa cuando un hermano muere? Miles de homicidios, otros tanto se suicidan, centenares enfermos, en accidente cientos, nadie se detiene en pensar sobre el sufrimiento, la mayoría de las gentes están ocupadas en sus vidas, sin permitir esa ocupación detenerse en siquiera reflexionar sobre las condiciones terribles de la existencia, condiciones causantes de amargor entre los vivos y que, al parecer, todos obvian. Vivimos a la sombra de la indiferencia, estamos solos en este océano pestilente de la vida, cada cual va por ahí sin siquiera poner atención al sufrimiento ajeno. Apurados pasamos sobre el hambriento u el enfermo, ayudar, quizá ha sido desde siempre, una acción que involucra retribución hacia el ego, es decir, se ayuda por resaltar la imagen más que por el hecho desinteresado de ayudar a espaldas de las gentes. El egoísmo mueve a la masa, y hoy, más que nunca, lucir las apariencias del cuerpo es vital para resaltar de entre la competencia. Todos compiten, todos luchan por su cuota de hipervisibilización en este mundo frío y hostil. La muerte es mera noticia, el sufrimiento un dato más. El hombre, en lo profundo de su ser, está solo, sin embargo, la soledad es la compañía más temida, todos le huyen, los que están bajo su potestad emergen victoriosos después de padecer en carne viva el terror de enfrentarse al alma. Encararse a sí mismo, es el más doloroso de los oficios. ¿Es posible ahondar en el ser sin sufrir?

Conocerse es una empresa destructiva, los viejos dogmas religiosos, culturales van desapareciendo, una nueva realidad emerge: la realidad del no saber quién se es. A medida que nos adentramos en el alma, se nos hace difícil dilucidar nuestra identidad. Desconocemos de donde surgen nuestros pensamientos y mucho menos que motor les mueve. Allí comienza el cuestionamiento sobre la naturaleza de la conciencia. Nada se reduce, todo se explaya, al parecer, somos de todas partes. ¿identificarnos con una sola cosa si nuestra alma es un sinfín de contrastes, de historias? La crisis anímica hace mella en el espíritu, lo carcome hasta dejarle desnudo. No se sabe si el alma ha vivido desde siempre, o es una construcción de la imaginación humana para justificar su presunta unión con un dios que aparentemente socorre a los hombres afligidos. Las preguntas asaltan al intelecto, nada se da por definitivo, cualquier posibilidad es real. Esa tendencia del intelecto a parcializar su entender de la realidad es falible. La razón suficiente de las causas de los acontecimientos no se niega, ergo, es una afirmación para dotar de sentido a las acciones de los hombres. A cada cual los mueve un interés, algún capricho. Sin embargo, en las catervas del ser, cuando redescubrimos nuestra esencia, todo queda en la nada: Todo tendrá que perecer, reconstituirse y de nuevo marchitarse, como las estaciones, todo es un ciclo y el hombre, arrojado a ese ciclo, debe vivir casi que de forma obligada para sustraerse del barro de la vida para alcanzar las cimas excelsas del espíritu emancipado de la carne. Como decía Martí, “todo antes que luz, fue carbón”.

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