Clima con estruendos y lluvia que hacía ambiente con la bossa nova de aquella barra de bar de gran reputación; madera de caoba con barnices oscuros, luces tenues que iluminaban las botellas, vasos de cristal, y la espalda del cantinero, el cual miraba a aquel senior de la vida, con su gabardina, camisa lila, melena de plata y sombrero de cuero, el cual tenía rostro de espera, pero con el semblante sé que ganaría la carrera.

—¿Se le ofrece algo más, caballero? —consultó con serenidad el cantinero.

—No se preocupe, muchas gracias —respondió L.M. agitando un poco la mano derecha, mientras acariciaba su vaso de whisky con su siniestra —. Estoy bien con este vaso por mientras… Aunque sí, va a llegar muy pronto mi invitado, por lo que no vayas a tener lejos la botella.

—Por supuesto, señor, no hay problema.

Mirando los tonos madera de su bebida, L.M. decide tomar el recipiente, y después de una mirada coqueta, una sonrisa culpable y exhalar por la nariz, toma un sorbo. Sin hacer gestos ni muecas, deja el vaso sobre la servilleta manchada con una gota de sangre, y con la posición lateral de su mano, con su huella dactilar del índice, la da un toque… Otro toque… Y otro toque. El sonríe.

Con gran palpitación, se abre la puerta de entrada con gran ímpetu, haciendo alarma de campanario el pequeño metal de la entrada, la puerta se sometió a un castigo de material con aquel portazo que recibió, y en el pomo de esta, junto con las demás huellas de los invitados de mil historias, deja la marca de “aquí estaré”. Con faceta de clímax de obra, el sujeto mira la foto del primer pestañeo que le hizo al bar, mesas con manteles blancos y rojos, sillas acolchadas con respaldos de roble, un escenario con un piano blanco con una tela de seda cubriendo su caja, cortinas de tela roja al lado de estas, todo esto tapado por las sombras producidas por la única fuente de luz de la barra, donde solo había dos personas como relación simbiótica.

—¡Hey! ¡Caballero, le estaba esperando! —L.M. pronunció mientras giraba su cuerpo en el taburete levantando las manos.

—¡Ustedes! ¿Quiénes son? ¿Cómo saben que estaría aquí? ¡Respondan de una vez! — exclamó el sujeto, moviendo la cabeza entre el hoy y el ayer, con la mano en la cintura, tratando de buscar algo para cultivar miedo.

—Te ves muy tenso… Ven aquí, siéntate a mi lado —contestó, desplazando su cuerpo al frente, gesticulando con la mano izquierda que se acerque.

Con sudor en la frente, la espalda fría y la culpa besándole el cuello, con pasos de caimán, adentraba el cuerpo, hasta la silla contigua del anfitrión, hasta que después de 18 pisadas, ajusta el asiento, se posa y apoya los codos en la barra. El tendero, a la par que estático como un cartel, pasaba el polvo de un vaso observando a L.M. esperando alguna instrucción, a lo cual con una impresión poco sutil, él responde elevando las cejas y abriendo la boca.

—¡Oh, cierto! Mis modales… Un whisky a las rocas para el invitado —finaliza la frase mientras sonríe mirando a la cara del nuevo personaje.

—No sé si aceptarlo, no estoy de ánimos, además ni siquiera sé quién eres.

—Insisto… Te noté bastante tenso hace un momento, una copa te hará bien —replica casi inmediatamente terminando la frase del otro —. Además, hay que disfrutar cada momento de la vida, que se hace poco y muy efímero con el pasar de la misma… Y a ti tiempo te queda el justo.

—¿Qué caraj…?

—Caballero, usted no está aquí por coincidencia, pero por lo mismo le recomiendo relajarse, no hay nadie más que tú y yo en este presente… El barman no cuenta, considéralo como una pared móvil, él solo responde a su trabajo.

Terminada la frase, el camarero deja frente al desconocido un vaso de cristal de whisky posicionado perfectamente sobre un posavasos de cuero negro, con un hielo esférico abrazado por 30 mililitros de licor; era el culmen de la simpleza y elegancia ante sus ojos. Se resignó de cierta forma una vez que ya vio el cóctel servido.

—Está bien, quizás lo necesite después de todo.

—¡Excelente! Esa es la actitud —contesta L.M. luego de ver que su pequeño diálogo funcionara.

Miró hacia abajo con un hilo hecho luna creciente en las comisuras de su boca para continuar con su protagónica charla.

—Veo que entraste con mucha prisa y dudas… ¿No estarás escapando de tu esposa de casualidad? Hahaha, solo bromeo.

—Mmm… Me gustaría tener tu sentido del humor, como lo tienes para ver el futuro.

—¿Por qué lo mencionas? —consultó L.M. con algo de duda.

—Supiste que iba a entrar, ahora sabes que huyo de mi esposa…

—Bueno, eso es fácil de leer, en cualquier caso, todos escapamos de algo, vivimos corriendo desde que nacimos, todos tratan de escapar de la muerte, del hambre, de las represalias.

—Bueno, tienes razón, pero es más complicado que eso —terminó su frase, dando una mueca con su mejilla, como si fuera un dolor interno —ojalá solo fuera querer un poco más de libertad.

—Sin querer ser un mal anfitrión con la consulta, pero, ¿el divorcio no es una opción?

—Si mi esposa estuviera viva, tal vez lo hubiera hecho… Quizás eso debí haber hecho.

—¿Asesinaste a tu esposa? —preguntó en un tono sereno.

—Siento que no había otra opción, llevábamos bastantes semanas de mala racha, sin intimidad, y me enteré de que me era infiel con una tipa de su trabajo cuando llegó un mensaje a su teléfono mientras se duchaba… La muy traicionera dejó su teléfono al lado mío cuando fue a bañarse y la pantalla se iluminó con el mensaje de que otra quería verla para repetir lo del otro día.

—¿No hubo otra forma de reaccionar?

—Tal vez hubiera existido, pero mi corazón ya no podía aguantarlo, semanas ásperas de no sentirla, de abrazar una nube, dormir con un fantasma, besar un cascarón… Duele saber que pierdes a alguien que amas al ritmo del movimiento de las manecillas de la vida.

—Noto más desaliento que un arrepentimiento en tus palabras —comentó L.M. ante esa confesión.

—Y la verdad es que es solo una forma de expresarlo… Es duro entender que aquella persona que estuvo tanto tiempo contigo solo se fue, sin miramientos… No fui consciente de lo que mi mente tenía que haber hecho y reaccionar de la forma correcta hasta cuando terminé con su sangre en mis manos

—Y, ¿qué fue lo que pasó por tu mente para haber hecho eso? Era tu esposa, tú la amabas… Pero me sorprende esa reacción, porque no suenas a una persona temperamental, a lo sumo alguien conflictuado.

—No lo sé… Ver el mensaje… Entender que no era mía… Que viví engañado quizás desde hace cuánto y… No lo sé, estaba embarazada, tenía 5 meses, tenía muchas esperanzas de que seríamos una familia feliz… Ver a una pequeña que tuviera sus ojos, su sonrisa y mi sangre en sus venas, que fuera el orgullo de mi ser y mi vida… Quizás que reventara esa burbuja de esperanza, y solo quisiera saciar ese nuevo vacío de alguna manera en la que me sintiera un poco más tranquilo, fue lo que me impulsó a hacer esa estupidez. Pero si me das tiempo… Fui un imbécil… No sé por qué lo hice… —concluyó su monólogo, poniendo una mano en su frente, con los ojos en acuarela.

—Interesante es ver ese razonamiento, más aún viendo lo que hiciste… ¿Podría preguntarte cómo lo hiciste?

—¿Eres acaso un policía, un juez? —preguntó soltando una sonrisa tensa, aunque traicionera.

—Hahaha, no, nada de eso —respondió con una leve sonrisa y un tono de voz alargado —. Me gusta decir que soy el abogado de los casos perdidos… Siempre sé el desenlace de todos mis casos, pero dependiendo de las cosas, todo puede pasar… Así son las vueltas de la vida, algunos dicen.

—¿Entonces? ¿No vas a juzgarme?

—Siéndote sincero, no voy a ser más duro de lo que ya eres contigo mismo, por ser quién eres, ni de haber hecho lo que has hecho… La consciencia es el sentido del tacto del alma… No soy quién para privarte de sentir, o verter cal en llagas usando la moral como bandera de una horda. Soy más humano de lo que crees.

—Entiendo —dijo exhalando, expresando alivio y dolor al mismo tiempo —. Es solo que es inevitable pensar algo así… Además, de decirte lo que pasó, la verdad es complejo recordar lo sucedido… Fue mucha euforia y rabia en ese momento que me cuesta diseñar otra vez esas imágenes en palabras.

—Tómate tu tiempo… Puedo esperar.

Al invitado le sobró confianza, más no orgullo de soltar las acciones que surgieron después de ver aquel mensaje en el teléfono de su pareja, no solo una burbuja de realidad le estalló en aquel momento, entiendo lo que la mente y la sangre fría le hacen a las acciones realizadas, sino también lo que horrendo de su después. Solo unos momentos después de digerir esos pensamientos, miró hacia arriba, buscando a algún Dios que le diera misericordia, para luego apretar los labios y deprimir su mirada al vaso. Escupió el mensaje sin miramientos, sabiendo que si detenía a pensarlos, algo más que pena brotaría de su ser:

—Vi el teléfono, y ese mensaje me enojó tanto que la ira me cegó… Escuchaba cómo el agua de la ducha caía y algo de vapor salía por la parte superior de la puerta, mientras ella reía un poco al mismo tiempo que tarareaba una de las canciones que a ella le gustaban. Interrumpió su concierto para llamarme pidiendo una toalla que recordó que la había olvidado doblada sobre la cama, y si se la podía traer, a lo que le respondí que iba a ir. Creo que se lo dije más seco de lo que recuerdo. Entonces fui a la cocina, saqué el cuchillo filetero más grande que tenía, lo afilé un par de veces y rabia hizo que me pasara a cortar un poco la parte superior del dedo pulgar de la mano izquierda, y por la ira que sentía solo sentí como cuando te pincha un alfiler.

—Pero no veo tu mano con ninguna venda —respondía L.M. mirando su mano a través del vaso.

—No salió sangre, ni en ese momento, ni después, desconozco la causa —contestó mirando su dedo pulgar, a la vez que lo flexionaba y movía la articulación carpometacarpiana —solo sé que no hubo hemorragia.

—Interesante…

—Con el cuchillo empuñado, con una fuerza que hacía que la circulación de mi mano se pusiera blanca, me acerqué hasta el umbral de la puerta, ella no me escuchaba… Miré hacia abajo, con rabia, con pensamientos de nuestro pasado feliz, la primera vez que la conocí, nuestro primer beso, cuando le propuse matrimonio, el día de nuestra boda… Mis pulsaciones se aceleraron, mi respiración cada vez más agitada, mis ojos con una llama infernal… No pude aguantar… “Cariño… Voy a entrar” le dije… Sin dudar, moví la cortina del baño de sorpresa, desnudando su privacidad, donde la vi, y en un segundo, vi su sorpresa por el gesto, pasó a ver el cuchillo y su expresión pasó a ser de terror.

—Mmm…

—Fue en ese momento donde solo cargué hacia adelante, con toda la intensidad posible, la punta hacia la mitad de su estómago, a lo cual con miedo y llorando, con una expresión de perder el aliento, me dice que pare… Vi su rostro de animal perdido, su mirada preocupada buscando al hombre que amó, gesticulaba una cara de pena, dolor y asco… No sé qué tipo de rostro vio de mi parte, solo sé que la ira me cargó y cegó la cantidad de puñaladas que acerté en su vientre, una y otra y otra vez, mientras escuchaba sus alaridos, su pánico en gritos de que frené, cuando ella parecía no entender qué estaba ocurriendo. El último golpe fue quitando el cuchillo de su perforado estómago y terminó en un movimiento horizontal rajándole su cuello… Cayó en mis hombros su cuerpo húmedo entre sangre y agua… Luego de hacer esa atrocidad, recordé que perdí a mi familia y, con aún más dolor, a mi hijo en camino… Soy un puto monstruo.

—Te convertiste en un verdadero asesino… Y fue un dos en un hahaha.

—Hijo de puta… ¡No te quieras pasar de listo conmigo! —el sujeto miró a L.M. con el mismo semblante que miró a aquella mujer hace unas horas.

—Mis disculpas por la ofensa, tengo un tipo de humor un tanto desagradable y retorcido para muchos, fue algo impulsivo me disculpó —dijo levantando ambas manos, dando una sonrisa simple pero que se sentía falsa —, además caballero, este local no permite ningún tipo de violencia, el señor de aquí al frente no permite conflictos físicos ni ruidos molestos, ¿no estoy en lo cierto, estimado? —consultó señalando un cartel que hacía referencia que establecía algo a los conflictos, a la vez que su mirada se dirigía entrecerrada hacía el barman —.

—Eso es cierto —comentó con ojos cerrados, inclinando su cabeza hacia adelante, haciendo una pequeña aceptación, a la vez que se dirigía sus palabras al invitado —, así que por favor caballero, si puede bajar su irascibilidad, por el bien del local y el buen ambiente de este recinto, se lo agradecería… Aunque también pediría que no incite este tipo de situaciones con ese tipo de bromas, señor —interpelando a L.M. por aquellas palabras, devolviendo su mirada, abriendo lentamente sus ojos —.

—Está bien, me disculpo caballeros por esta situación, sé que no soy diestro en este tipo de ambientes, y no tengo el derecho de decirle eso a un desconocido… Tampoco quisiera irme a las manos cuando estamos en armonía, así que quisiera hacer las paces, estimado caballero. Me disculpo con sinceridad —dijo L.M. tocándose el pecho —.

—Está bien… Ya estuvo… Puedo llegar a entenderte un poco…

—No seas así… Ya estábamos terminando el relato de tu historia, aún falta lo qué hiciste después.

—Su cadáver lo metí en una maleta, aún con esas gotas de agua, y desnudo, dentro de su maleta amarilla, y lo metí en el clóset.

—Por algún simbolismo, ¿cierto?

—¿Simbolismo? ¿A qué te refieres?

—Ah, no, por nada.

—Luego de eso, me cambié de ropa, puse mi ropa ensangrentada, el cuchillo y un paño húmedo que utilicé para limpiar mis huellas de su teléfono, y lo puse en una bolsa que la boté yendo hacía aquí… Estuve con esa bolsa durante varias calles, tenso, pensando y mirando hacia el suelo a mis espaldas, si es que esta dejaba algún rastro de líquido y algún astuto pudiera saber algo… Muchas miradas me perseguían, varias de ellas con su teléfono en la mejilla, y a la distancia vi un policía haciendo caras extrañas … Solo atiné a virar, caminar por dos calles, botar la bolsa, y hacer algún zigzag para despistar… Pero seguí viendo autoridades, me estaba volviendo paranoico y entré a este lugar en busca de alguna calma puntual.

—Y aquí llegaste… A encontrarte conmigo, en este local… La vida es misteriosa, pero como concluye no tanto.

—Bueno, tienes razón en cierto grado… Gracias por escucharme, de todas maneras… Necesitaba un trago y desahogarme.

—Ha… Curioso.

—¿A qué te refieres?

—Tu trago está intacto desde que te lo sirvieron… Has sido tú mismo el que ha estado en su estado desde el inicio… Desde que te vi hace unos momentos ya sabía quién y qué tipo de persona eras.

—No me había percatado… De verdad eres bueno analizando las situaciones…

—¿Nunca lees entre líneas, verdad? Nunca dudas, y solo sigues en la misma senda sin analizar lo que ocurre realmente… Quizás deba repetir que desde que te vi hace unos momentos ya sabía quién y qué tipo de persona eras

—No entiendo… Quizás siendo más direct…

—Yo te vi asesinar a tu esposa.

—¡¿Qué?! ¡Eso es imposible! ¡Nadie estuvo más en ese lugar conmigo cuando pasó! ¡Mentiras!

—Siempre voy un paso adelante de la gente —dijo esto, descubriéndose lentamente la gabardina que tenía, haciendo con la cabeza que vea lo que está haciendo —.

—¿¡Qué estás haciendo!?

—Te muestro que siempre voy un paso por delante, hahaha —riendo movió su muslo para hacer alusión a lo que se refería, haciendo un sonido hueco del contacto del metal con la silla —.

—No lo entiendo… ¿Tienes una prótesis en la pierna? ¿Qué significa todo esto?

—Sí, mi pierna izquierda me la corté hace un par de años… Digamos que la superstición es algo que trae mal augurio a las almas atormentadas… Así cuando me levanto por las mañanas, siempre será un gran día.

—Eres un puto esquizofrénico… ¿De qué carajos estás hablando ahora? Desquiciado.

—¿Yo soy un desquiciado? Mi humor es impuntualmente cruel, pero que me lo digas tú, es tan hipócrita tanto como irónico… Hahaha.

—Yo me voy de aquí… Gracias por la charla, pero será mejor que.

Estaba comentando su última frase con cierto resquemor e ira, hasta que fue interrumpido por una gran y oscura presión que comenzaba a sentirla desde la mano del anfitrión que hasta cierto momento estaba puesta en su muslo, pero ahora se encontraba en su brazo derecho. Esta presión comenzó a entumecerle los músculos, haciendo que cada movimiento se vuelva cada vez más lento hasta ser de mármol, su respirar más corto y arrepentido toma su postura inicial, con dudas y miedo, aunque sin objetar una sola palabra.

—¿Qué es esto? ¿Por qué me pesa todo? ¿Qué me hiciste? —comentó entre sus facultades linguales, entre la fuerza sobrehumana que le ejercían sus cuerdas vocales —.

—Te voy a decir algo… Existen pocas personas, en este mundo, que me han llamado tanto la atención como lo son los desquiciados esporádicos, un tipo de personas que ni por registro familiar, ni por comportamientos a lo largo de su vida, serían capaces de cometer locuras tan impactantes como las terminan realizando, como las que tú hiciste hace un momento, y es por ese motivo que me interesa conocer la psicología detrás de la motivación de esas acciones. Llevo cientos de años en mi rubro, pero aún desconozco varias cosas… El dicho es que el diablo sabe más por viejo que por ser diablo, no yo.

—¿Yo? ¿Quién eres?

—Soy del que todos escapan, del que nadie espera encontrarse a la vuelta de la felicidad… Un gusto caballero, yo soy el monseñor de las desgracias familiares… Yo soy La Muerte.

—¿Cóm…? —la pregunta fue interrumpida por tomar un poco de aire, ya que cada vez se sentía más ahogado —.

—Oh, disculpa, déjame retirar la mano.

—¿Por qué haces esto? … ¿Qué es esto? … ¿Estoy muerto? —consultó luego de jadear y toser un par de segundos.

—El porqué ya te lo comenté… El qué es este lugar, pues es tu consciencia, y si estás muerto… No, no estás muerto, por eso estás aquí… Sufriste un paro cardiaco antes de tocar el pomo de la puerta de este local, por el estrés de encontrarte tantos policías, la ansiedad de querer encontrar un lugar para esconderte y la culpa de tu asesinato te elevó tanto el ritmo que en este momento, que te di la oportunidad de escoger lo que harás con tu vida… Obviamente, tengo muchísimo trabajo y no trabajo solo, el señor que te sirvió la copa es aquel que me informó de tu situación y vine a ver tu caso personalmente… Por darme a conocer tu historia, y por el precio de su conocimiento estoy dispuesto a darte una oferta única e irrepetible… Aunque claro, no es como que digas que si no la quieres aceptar, vas a salir caminando tranquilamente de esta zona hahaha.

—¿Una oferta?

—Por tu historia, te daré la oportunidad de seguir vivo, despertando inmediatamente en en frontis de este local, teniendo una poca lucidez de este momento, un favor para que no te sientas como un desquiciado, pero teniendo que pagar por tus pecados… Y, la otra opción es que te mueras en este momento, tomando la ruta fácil.

—¿Podría tener otro tipo de alternativas?

—Hahaha, ante la mismísima Muerte, ¿pretendes tener otra alternativa? HAHAHAHA… No te voy a negar que esa respuesta no me la esperaba… Pero no, yo solo soy un ejecutor, para ese tipo de arrepentimiento, debiste de haber pensado mejor lo que hiciste… Además, yo solo me encargo de dejarlos en el peaje, luego de pasarlo, otros poderes son los que ven qué hacen con los nuevos… Entonces… ¿Qué prefieres? ¿Vivir para pagar, o huir como un cobarde? Dejaré que me digas tu respuesta.

Etiquetas: historia problemas

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS