Señora muerte:
Por años enteros me hice la idea que su presencia era la de un demonio indolente que arrebataba con desdén aquello que uno tanto quería, de formas tan crueles que hacían que el solo nombrarla a usted se helara la sangre y el frío calara los huesos pidiendo que nunca más volviera a aparecer en esta vida.
Por mucho tiempo temía a su presencia que ronda todos y cada uno de los lugares del basto y pequeño mundo, esperando la hora de llevarse consigo la vida de alguien a quien no le queda más que un aliento, incluso llevándose de sorpresa a muchos que no tenían planeado conocerla tan pronto.
Me aterraba la idea enraizada en mi mente, que, todo iba a ser arrebatado por su fría y despiadada mano para hacer sufrir a quienes por algún motivo no les ha tocado conocerla aún.
Cuando su presencia llegó sin que la pudiera ver, pero si sentir, el dolor que dejó al llevarse a varios de mis seres queridos hizo que mi desdén y mi miedo crecieran aún más, aquel dolor cruel que trataba de limpiar con lágrimas y llanto, pero que no pude apartar de mi por tanto tiempo.
Anhelaba encarecidamente con el alma que su endemoniada existencia desapareciera sin dejar rastro, para que nunca más llegara a atormentar mi existencia llevándose a alguien cercano a mí. Sin embargo, al crecer, comprendo que cada uno de esos pensamientos no eran más que los nacidos de sentimientos de alguien con miedo a perder todo cuanto ama.
Ahora, con el tiempo que ha pasado, con las lágrimas que he derramado, el dolor que he sentido; con las lecciones que me ha dado y con la fuerza que me ha obligado a tener, veo con agrado que aquella muerte que tanto temía, no era un demonio. Por el contrario, creo que la perspectiva ha cambiado rotundamente, tanto, que ahora figura ser una hermosa dama, una bella dama blanca, más hermosa que los lirios que da la naturaleza.
Comprendo que es usted un dulce respiro para aquellas almas que ya han cumplido con su cometido en este mundo y aunque algunas veces pareciera que su llegada es inesperada, siempre estará para cumplir con su misión.
Señora muerte, bella dama blanca, a pesar del dolor que causa su presencia, ahora entiendo que es necesaria; para crecer, para ser fuerte y sobre todo para aprender a vivir, porque el día en que su helada y tierna mano venga por mi alma, espero recibirla con felicidad sabiendo que la muerte me ha hecho apreciar más la vida.
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