DORDIR

El buen humor y la alegría eran constantes en el pequeño poblado de Dordir, en el país de Letonia junto en el lago Engure. Allí vivía el pescador Iga que con diez años ya había aprendido los secretos de los peces del lago. Y es que Iga se levantaba de madrugada todos los días para acompañar a los mayores de la aldea. Preguntaba todo detalle para aprender mucho, y escuchaba con ojos muy abiertos para entender bien cada explicación. Los pescadores reían cada vez que Iga les decía que él también lo iba a hacer de esa manera, porque ellos habían aprendido antes que así se conseguía pescar mejor. Cuando después contaba en su casa que el lago había abierto una cámara nueva en el norte, o que había enfermado en la superficie que limita en el este con las rocas grises, sus padres escuchaban sorprendidos, plenos de gozo por sus progresos. Nunca les dijeron que pasara por tantos cambios, algunos desapercibidos incluso para otros pescadores. Así que poco a poco el pequeño Iga consiguió cumplir un sueño muy importante: cuidar el lago y pescar en él serían la forma de ganarse la vida, un trabajo y una rutina que le harían feliz.

BACLÁ

Como cada año, con la llegada del mes de Diciembre se celebra en la isla de Madagascar en un pequeño poblado llamado Baclá, junto en el lago Alaotra, la fiesta del acertijo. Durante varios días todos el niños prepararán su adivinanza para conseguir llevarse el premio que los abuelos de Baclá conceden al ganador. Este año la fiesta será todavía más especial, puesto que ha llegado una numerosa colonia de lemures de cola anillada que abren las jornadas meditando al sol, y desde las playas del norte los tambores de Musaka. Su ritmo frenético transporta a todos al baile y la fiesta avanza con sonrisas que invitan a sentirse mejor. Cada enigma con una pausa, la oportuna búsqueda de solución y con su llegada las risas, la alegría, el buen humor.

¿Y sabes tú quien gana siempre? ¿ Quién nunca pierde en Baclá?

Has acertado, aquí lo importante es participar.

KURÚ

Desde ya hace mucho de tiempo existe en Paraguay, en la inmensa llanura del Chaco, un poblado escondido de nombre Kurú. Muy pocos han llegado a visitarlo, pero los que entraron en sus cabañas han explicado la historia de la pequeña Ñeca que desde los 10 años ha estado cuidando del tesoro en Kurú. Y es que el Chaco en las noches se puebla de fantasmas que llegan del pasado en busca del tesoro. Por eso Ñeca debe esconderlo cada día a un lugar diferente y así despistar los espíritus que vagan en la oscuridad. Explican quienes vieron Kurú que el tesoro es poderoso, capaz de curar las almas de los que llegan a contemplarlo sin codicia. Pero Ñeca también sabe que ya muchos quedaron atrapados en la locura después de ser poseídos por el demonio Nibo. Con razón la caja que contiene el tesoro ha cambiado tanto con el paso del tiempo, puesto que dicen que Ñeca recubre su madera con hojas de las plantas más exóticas del Chaco. Nadie encuentra el tesoro, nadie llega a Kurú, muy pocos hablan con Ñeca, pero todos temen a Nibo.

STRATHPEFFER

Muy al norte de las tierras de Escocia, a las Highlands, está el poblado de Strathpeffer, cerca del lago Ness. Allí vive Erin, que desde hace algún tiempo está escribiendo las cartas para los otros niños escritores. Cuando supo que en el sur de Inglaterra, en Totness, había otra niña escritora, le envió la primera carta donde le explicaba que había escuchado músicas nuevas en las calles. A pesar de que no era sencillo explicar la música con sus palabras, consiguió que los colores de aquel otoño la ayudaran. Así, al leer la carta, su nueva amiga pudo imaginar alegres melodías que la hacían salir a bailar. No tardó a recibir dos cartas, una venía desde Totness y la otra de un lugar en el norte de Devon, un pueblecito junto al mar llamado Lynton. Cada una estaba llena de dibujos con colores que le explicaban las músicas que escuchaban. Erin supo de otro niño escritor en un pueblecito próximo denominado Cromarty  y envió las cartas a su nuevo amigo. No tardaron a aparecer muchas más cartas desde diferentes lugares explicando las músicas que sonaban en otras calles, en otros mundos, colores diferentes, paisajes dispares con nombres que ni imaginaba. Erin contestaba todas las señales, buscaba aprender nuevas músicas y escuchaba las calles con ilusión desbordante. Ahora son ya centenares los niños escritores que han seguido compartiendo sus cartas. Y hay días de lluvia en que el tiempo te invita a descubrir como explican mucho sobre aquellas vidas diversas. Erin nunca está sola, puesto que todos los niños escritores sonríen con ella.

POORT

Hay un bosque precioso a la parte oeste de Begen Op Zoom, en los Países Bajos, que conserva una llave muy especial. Con ella los que se acercan al Parque Natural pueden descubrir el sendero que lleva al lago de las amapolas. Es el lugar preferido de Bogdin, el chico que cuida los caballos en la zona norte del campamento. Siempre que nuevos niños visitantes llegan al lago, quedan cautivados por su colorido y belleza. No sorprende que algunos quisieran quedarse más tiempo, pero las condiciones para llegar estaban muy claras: sólo el tiempo permitido por el guía. Lo que pasa después de la visita a este lugar continúa siendo un misterio. Cada niño explica haber escuchado un mensaje que le acompañará hasta su casa, y que sólo recuerdan provenía del lago, a pesar de que tenía voz de una niña. Por el camino de vuelta, los excursionistas pasan por el campamento y Bogdin se sitúa mostrando su pizarra junto al camino:

“No olvides tu mensaje”

Enseguida miran al chico que siempre sonríe y les guiña un ojo, puesto que sabe bien que todos han escuchado algo bueno. Y marchan y explican después en sus casas, que hay muchas cosas que pueden cambiarse, que hay en la naturaleza lo más importante, que pueden cuidar lo que merece la pena, que cada cual si lo intenta puede conseguir que lo que es bueno permanezca.

Y así muchos cambian, y nuevos exploradores llegan en busca de la llave. Para que el lugar les hable, para que la pizarra de Bogdin sirva de algo, y quizás algún día se escuchen otros mensajes.

GABET

En el país de Quebec, no muy lejos de Montreal, puedes encontrar el lago Gabet. Los frondosos bosques que lo rodean no os dejarán indiferente. Los arces azucareros, los abetos balsámicos, los abedules amarillos, los pinos, junto a los nogales que todavía quedan, son característicos de estas latitudes. En los bosques que rodean este bello lago se pueden encontrar muchos pájaros carpinteros y búhos barrados que se dejan observar mientras continúan con sus ocupaciones.

Pero la historia de Eda apenas unos cuántos la conocen. Esta niña descubrió junto al lago que todos los animales se comunican mediante otros lenguajes. Pasaba mucho de tiempo paseando, se sentaba en silencio a dibujar, contemplaba la luz a través de los árboles, … aprendió a sentir la naturaleza. El primer día que un búho a quien llamó Node, se sentó a su lado mientras dibujaba, comprendió que había avanzado por un camino muy bueno. Node miraba atentamente su dibujo casi sin moverse. Eda seguía añadiendo trazos de colores sin que la mirada de Node se apartara un instante del dibujo. Cuando acabó dejó su lámina apoyada en un árbol y se apartó algunos metros. Node volvió a situarse frente al dibujo y después de unos minutos levantó el vuelo. Cuando un poco más tarde llegaron otros búhos barrados para mirarlo, Eda experimentó una alegría incomparable. Formuló su deseo para que nuevos animales participaran y pronto llegó la primera ardilla, que rápidamente avisó sus amigas. Se acercó un pájaro carpintero que inmediatamente colaboró preparando el tronco para sujetar bien el cuadro. Eda observaba complacida las cosas que iban sucediendo. Nunca imaginó que los animales que habitaban el lago tuvieran curiosidad por sus dibujos, aunque en realidad era la primera vez que exponía uno. Cuando un grupo de patos negros del lago se acercaron cautelosos para verlo, Eda no pudo contener sus lágrimas. Aquellos patos nunca entraban a pasear por el bosque. Acabó aceptando que el rumor se había extendido por los alrededores, pues siempre escuchó que las noticias vuelan.

El atardecer la llevó de retorno a casa. Hoy estaba muy contenta y había dejado el cuadro en el bosque pensando que era su lugar. Cuando explicó que los animales miraban sus dibujos sus padres empezaron a interesarse por lo que pintaba. Antes no parecía que fuera importante. Ya a la mañana siguiente la acompañaron en la búsqueda de aquel dibujo de éxito pero no lo encontraron. Sólo Node seguía esperando en el mismo lugar, como pidiendo uno nuevo. Cuando se quedó sola empezó a pintar tranquilamente al tiempo que disfrutaba de los sonidos que la abrazaban. Node no se separó de ella y cuando acabó, sin esperar a que colocase el cuadro, voló para avisar a otros animales. Nuevamente se acercaron todos, esta vez con impaciencia, no hubo turnos que pararan a la ardilla en su urgencia. Que los patos no tropiezan con los búhos a los que tanto respetan. Son los colores de Eda dentro del bosque aquello que todos ellos celebran. Y los pájaros carpinteros piensan que les esperan tareas, que habrá muchas pinturas nuevas para que todos entiendan.

ZAMBOANGA

En el Océano Pacífico, entre las Islas Filipinas, está la isla de Mindanao. Es una extensión muy grande con muchas montañas y selva tropical. Los cocoteros y el bambú son árboles comunes allí. Aunque quizás todavía son más llamativos sus volcanes, puesto que bastantes tienen frecuente actividad. La historia de Zoren explica como tuvo que llegar a las playas del mar de las Célebes, muy al sur, desde el grandísimo lago Lanao. Sabrás que la lluvia es muy habitual a todo el archipiélago Filipino, cosa que ha tenido que ver en la exuberante vegetación de la isla, y seguramente con la singularidad de sus animales.

Zoren aprendió desde pequeño la música Kulintang con sus padres. Tenían una pequeña tienda donde se podían conseguir los gongs para preparar tus propias hileras del instrumento. Los niños que querían aprender esta música iban a una escuela en las afueras del poblado. Zoren había conseguido progresar tanto que sus maestros lo animaban a salir a tocar en otros lugares. Aunque nunca había sido especialmente viajero, supo un Festival de kulintang en las playas de Zamboanga. Era un viaje muy largo y no sabía cómo podía llegar hasta allí con su instrumento. Casi había renunciado a aquella aventura que tanto le apetecía cuando su tío Brigo se ofreció para acompañarlo. 

«Siempre quise estar en este Festival» explicó a Zoren. De forma que el primer día de marzo, coincidiendo con la estación seca, salieron hacia el sur para aportar su música a Zamboanga.

El viaje estuvo lleno de anécdotas y contratiempos pero finalmente llegaron a su destino. La música sonaba por todas partes en aquellos días. Conoció otros músicos que tocaban música kulintang de maneras diversas. Los que venía de Dávao, al este, eran muy modernos y originales, pues tocaban de una manera diferente que divertía Zoren. En la fiesta de bienvenida que se celebró en la playa, escuchó los sonidos más variados, maneras de entender la música que resultaban sorprendentes y que intentaba absorber. Pero aquella primera noche no se animó a tocar. Su tío lo insistió en varios lugares disponibles para que pudiera expresarse, pero Zoren no se sentía preparado. Los alcanzó el sueño placentero después de tantas novedades.

La mañana siguiente llegó con un aroma especial. En el campamento de músicos estaban cocinando un almuerzo típico y después de degustarlo Zoren se dispuso a tocar. Al momento se le unió una chica en su misma onda de nombre Deli. Todo transcurrió divertido, recibió los aplausos otros músicos y conoció también los que sonaban tan diferente. Brigo le felicitaba orgulloso de tener un sobrino con habilidades en el kulintang. Aquella misma tarde Zoren hizo un largo paseo con Deli. Su simpatía conquistó el corazón de Zoren que la escuchaba explicar las historias de las tribus y sus músicas, sobre los bailes de octubre en la desembocadura del río Hondo. Aquella noche se juntaron para tocar en el escenario de los principiantes del festival. La gente aplaudió con entusiasmo cada pieza. Parecía que ellos hubieran tocado juntos toda la vida, intercambiando el protagonismo y combinando los mensajes. No es extraño que después, mientras conversaban sobre sus sensaciones, los dos sintieran que ya el uno del otro no se quería separar. Brico procuró no intervenir y se mantuvo a cierta distancia. Comprendió que lo que allí pasaba no podía tener más magia y sabía que el amor cuando está creciendo no permite interferencias.

Los dos días siguientes avanzaron sin descanso en descubrirse hasta encontrarse de repente en el trance de despedirse. Se hicieron la promesa de cuidar lo que entre ellos había surgido. Ya de vuelta a casa, Brico le dijo cantando que «si es verdadero no desaparece, así que puedes caminar tranquilamente».

ARAUCA

En un poblado pequeñísimo al este de Colombia, en Arauca, cerca de la Laguna de Piquetierra, vive Laura, una niña que ayuda en la tierra de sus padres. Allí cultivan cacao, plátano, caña de azúcar y yuca, además de ocuparse de un pequeño rebaño de vacas que cada cierto tiempo llevan a los mercados de Bucamanga y de Cúcuta, hacia el oeste. En los últimos años muchos turistas visitan la laguna para ver a los chigüires y también a los araucos, unas aves de cuello largo y garganta gris. Laura escribe sus sueños en cuadernos que ella misma elabora. Los primeros sueños que escribió los leía después en voz alta, cuando los vientos alisios soplaban, puesto que pensaba que así serían transportados hasta lugares en que pudieran realizarse. Porque ella soñaba que no enfermarían los ríos y que no existiría más hambre. Que las armas ya no funcionarían y los soldados sólo aplaudirían. 

En una noche de calor del mes de julio los vientos alisios del sudeste llevaron mensajes para Laura. Un sueño de otro niño hablaba que dejaban su casa para encontrar otra vida, y que en su destino las flores y la comida no iban a faltar. Preguntó a sus papás por la mañana si podían quitarles su casa y obligarlos a buscar un lugar en otra parte, y cuando ellos le dijeron que esto no podía pasar les contó que en otros lugares puede que así esté sucediendo porque lo escuchó en el viento. Con palabras tranquilizadoras le transmitieron que seguramente en algunos sitios lejanos las cosas podían llegar a situaciones injustas, por causas que ahora les era complicado explicar. Para que esto no pasara resultaba necesario que en lo posible cada uno se ocupe de sus tareas y de respetar a los demás.
Aquellas palabras dejaron a Laura pensativa. No es extraño que esa noche soñara que toda la Laguna Piquetierra se secaba y sus animales emigraban al norte. Despertó sobresaltada para correr y comprobar que todo seguía cómo de costumbre. Cuando volvió a casa escribió aquel sueño que después leería en voz alta para el viento.

Días después escuchó un nuevo mensaje. Esta vez el niño que hablaba decía que encontró una nueva vida en otra tierra. Contaba que cuando llegaron se encontraron con un lago completamente seco y sin vida, pero de repente una mañana había empezado el día con mucha agua y animales que antes no estaban. Volvió a casa feliz, pensando que  tal vez había ayudado a través de sus sueños.


ANGOLA

En el sur de Angola, dentro del pueblo Ovambo que vive en la región de Kunene, cerca del río, está la comunidad Kwanyama. Su dialecto es una lengua bantú. Aunque hay muchos dialectos en el pueblo Ovambo, la mayoría se entienden entre sí fácilmente. Iurgi es pastor y cuida el ganado cerca del Lago Etosha ( el Gran Lugar Blanco), que hoy está seco desde que el río Kunene cambió su dirección. Iurgi es pastor y estaba aprendiendo a decidir lo que era oportuno. Su mayor ilusión era ser libre y dedicaba sus esfuerzos a conseguir aquel ideal. Sin embargo en estos días surgió un deseo con mucha fuerza que le visitaba continuamente. La idea de llegar hasta el lago para participar en la gran fiesta del semba (danza del ombligo). Sabía que era una ocasión especial para divertirse y conocer a mucha gente, disfrutar de los bailes y la música, tal vez enamorarse. Pero Iurgi tenía que ocuparse de su rebaño todos los días y no era fácil encontrar un pastor sustituto que atendiese bien aquellas obligaciones. Su pensamiento pasaba por ello del deseo de semba a la aceptación de su tarea diaria. Se daba cuenta de que su ilusión por ser libre encontraba algunos obstáculos. A la hora de decidir eran necesario completar algunas comprobaciones. ¿Por qué deseaba aquella fiesta ? ¿ Era necesario que estuviera con su rebaño siempre ? ¿ Había alguna forma de encontrar soluciones ?


Cuando ya había aceptado que tendría que renunciar a su deseo porque no podía realizar una acción que tuviese consecuencias negativas para su rebaño, apareció un visitante inesperado. Hacía tanto tiempo que su primo Kono no venía a este lado desde el desierto Namibe que apenas podía creerlo. Las cosas cambiaron completamente con aquella aparición. Su primo era unos años mayor y también había sido pastor durante un tiempo. Todavía recuerda como se despidieron en el bosque de árboles mopane porque sus padres decidieron marcharse a Namibia para encontrar otro trabajo. Pero ahora había que actuar y ocuparse de prepararle para que en los próximos días pudiera sustituirle. No sería más de dos días el acudir a la fiesta del semba. Iurgi sería libre y marcharía al lago Etosha. 

La noche antes de partir, cuando le contaba a Kono su deseo por acudir a la fiesta del semba, escuchó algo que le apreció sorprendente. Kono era feliz por ayudarle, y su libertad era completa al hacerlo. No cambiaría el irse a aquella fiesta y bailar por pasar dos días ocupándose de un rebaño tan bueno. Con aquellas palabras se despidieron.

Iurgi tardó siete horas en llegar al lago Etosha. El ambiente aquella tarde era fantástico. Había gente de muy diversos lugares con ropajes originales y divertidos, había antorchas y jaimas de colores, puestos para decorarse la piel con henna, venta de tambores bembé, percusiones balafón, bandir, darbukas y muchos más. Junto al borde del lago blanco se alzaba un escenario de madera donde un grupo tocaba frente a una multitud que bailaba «la danza del ombligo» (semba). No tardó en sumergirse en aquellos ritmos y conocer a gentes nuevas. Al encontrar la mirada de Nana le pareció que podía detenerse sin dejar de agitar su cuerpo en el baile. Ella se acercó sonriendo para preguntarle de dónde venía y comenzaron a intercambiar información de manera desordenada al tiempo que sincronizaban sus movimientos. Tras varias piezas siguiendo el ritmo llegó una pausa en la que Iurgi propuso un paseo apartándose del escenario. Tuvieron tiempo de caminar muy despacio y escuchar la respiración de cada uno. Se descubrieron agarrados de la mano, observando el cielo en silencios preciosos con mil dudas asaltándoles. Nana le pedía que la acompañara hacia su vida en otra parte. Le describió una casa grande y una comodidad amable. Iurgi recordaba su rebaño, las palabras de Kono hablándole de la felicidad completa que suponía tener aquella ocupación a diario. Debía elegir entre aquella nueva aventura con el amor de Nana o la vida como pastor en su tierra de siempre. Regresaron al baile para no perderse el final de la fiesta. Después de todo no habría una igual hasta el año siguiente. Bailaron hasta el amanecer sin descanso y el semba terminó nuevamente entre aplausos. Al despedirse Iurgi le explicó con detalle el modo en que ella podría encontrarle. Le contó que su rebaño se movía a diario entre las colinas que quedan detrás del río, justo antes de cruzar el bosque de árboles mopane. Le habló de su casa, sencilla y con una chimenea que agradaba a los visitantes. Se marchó para esperarla en los días que ella quisiese.


Kono recibió el regreso de su primo con alegría. Presumió de que el ganado ni notó aquella ausencia. Escuchó como Iurgi contaba lo menos importante de la fiesta y notando aquel brillo en sus ojos le preguntó por ella. Iurgi le habló de Nana y del lugar al que debió regresar. Contó de su risa y de su baile, que el tiempo se paraba escuchándola contarle de otra vida en que las gentes hacen cosas dispares. Kono sabía bien que desde el corazón hay soluciones que a la razón imposible parecen. Pasaron días calmados, rutinas y bromas no dejaron espacio para añoranzas, aunque a veces un instante, breve e imprevisible, le acercaban a Nana en su danza.
Kono debía regresar a su tierra y lo haría con ilusiones renovadas. Quería intentar un negocio sobre ventas y viajes. De camino ya hacia Namibia se encontró a una chica que parecía despistada y le preguntaba por la zona de los pastores. «¿Eres Nana? Kono está en aquella dirección, te espera hace tiempo». Nana sonrió agradecida y caminó hacia el encuentro. Iurgi la divisó desde lejos agitando los brazos y pensó que había hecho lo correcto.

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