** Sombras en la Oscuridad**
La Iglesia de San Miguel se erguía majestuosa en la penumbra de la noche, su silueta gótica
recortada contra el cielo estrellado. El aire estaba impregnado de un silencio sepulcral, solo roto
por el susurro del viento entre los árboles cercanos.
Dentro, la nave principal estaba sumida en una oscuridad profunda, solo interrumpida por la
tenue luz de las velas en el altar. Una sombra se movía furtivamente entre los bancos, apenas
perceptible. De repente, emergió de la penumbra, una figura envuelta en la negrura de la noche.
El anciano cuidador de la iglesia, de cabello plateado y mirada serena, estaba arrodillado en
oración. La sombra se deslizó hacia él, y una voz susurrante rompió el silencio.
«¿Sabes por qué estoy aquí, anciano?»
La víctima levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de resignación y sabiduría. «He
esperado mucho tiempo, sombra. Sabía que vendrías.»
La figura oscura sonrió con sorna, un sonido sibilante que resonaba en las paredes de la iglesia
vacía. «Tu tiempo ha llegado. El cáliz es la llave, y tu conocimiento es el precio que pagas.»
El anciano sonrió débilmente. «Conozco el peso de los secretos. ¿Crees que tu sombra puede
ocultar lo que está destinado a ser revelado?»
La sombra se acercó más, envolviendo al anciano en un abrazo frío. «La verdad será sepultada
con tu muerte, anciano. Los Vigilantes no permitirán que la luz ilumine lo que debe permanecer
en la oscuridad.»
Con un movimiento rápido y preciso, la sombra desenvainó una daga oculta. El anciano, sin rastro
de miedo en sus ojos, pronunció sus últimas palabras: «Las sombras pueden ocultar, pero nunca
extinguir la luz que permanece en la memoria.»
La daga descendió en la oscuridad, y el anciano se convirtió en una víctima más de los eventos
que se estaban tejiendo en las sombras de la noche. Con un movimiento casi etéreo, la figura se
alejó de la escena del crimen, deslizándose nuevamente en las sombras de la iglesia. En su mano,
ahora sostenía el caliz medieval, una joya de incalculable valor que destellaba con la luz débil de
las velas. La figura desapareció en la negrura de la noche, llevándose consigo tanto la reliquia
como el misterio que envolvía aquel oscuro acto.
** Despertar en las Sombras**
El sonido insistente del teléfono rompió el silencio de la madrugada, arrancando al detective
Keneth Bold de sus sueños. Con un gruñido somnoliento, extendió su brazo para alcanzar el
dispositivo. La luz tenue de la pantalla mostraba las impacientes cifras: 5:00 am.
—¿Sí? —murmuró Bold, todavía lidiando con los restos de un sueño turbulento.
Una voz molesta resonó al otro lado de la línea. «Kenneth, mueve el culo. Hoy no tengo paciencia
para tus tonterías. Tienes trabajo.»
La dirección fue entregada abruptamente, y la llamada se cortó antes de que Bold pudiera
articular una respuesta. A regañadientes, se incorporó en la cama, su apartamento desordenado
revelándose ante sus ojos. Ropa arrojada, papeles dispersos y la débil luz de la luna filtrándose
por las cortinas raídas.
Bold, con su cabello castaño en rizos desordenados, se levantó. Una barba de varios días
adornaba su rostro, y sus pestañas largas enmarcaban unos ojos profundos de color miel claro.
Delgado y más alto que el promedio, su figura no gritaba robustez, pero su presencia imponía
respeto.
Mientras se vestía, intercambiaba palabras con alguien invisible, sus respuestas parecían
dirigidas a un confidente inexistente. La atmósfera en la habitación se volvía más densa a medida
que el diálogo continuaba. Aunque Bold no estaba solo, la identidad de su interlocutor
permanecía en la penumbra.
—Hoy es uno de esos días, ¿eh? —murmuró, ajustando su corbata con destreza. —Sí, lo sé. No
hay tiempo que perder.
El apartamento, aunque modesto, llevaba las huellas de un hombre que vivía entre sombras.
Baldosas desgastadas y muebles de segunda mano contaban la historia de un detective cuya vida
estaba más arraigada en las calles que en el confort del hogar.
Bold tomó su arma, una Glock 17, y la revisó con una familiaridad casi mecánica. La frialdad del
metal en su mano era un recordatorio constante de los peligros que enfrentaba en su labor. Con
un suspiro resignado, guardó la pistola en su funda y salió de su apartamento, sumiéndose en
las primeras luces del amanecer.
** Sombras Reveladoras**
El chirriar de las sirenas de las patrullas resonaba en la fría noche cuando Bold llegó a la Iglesia
de San Miguel. La fachada gótica se destacaba contra las luces intermitentes de las patrullas, y
los agentes de policía se afanaban en acordonar la zona, manteniendo a raya a los curiosos y a
los periodistas que se agolpaban tras las barreras improvisadas.
Smith, con su mirada penetrante y su uniforme impecable, esperaba a Bold en la entrada. Los
destellos de las cámaras de los periodistas creaban una atmósfera frenética, iluminando
intermitentemente el oscuro contorno de la iglesia.
—Bold, llegas tarde. Los periodistas están a punto de devorarnos vivos.
Kenneth arqueó una ceja, mostrando su indiferencia característica. —La puntualidad nunca ha
sido mi fuerte.
Juntos, atravesaron la multitud hasta la entrada de la iglesia. El aire estaba cargado de una
energía inusual, una mezcla de intriga y morbosidad. Bold notó las luces de las cámaras
enfocándose en ellos, pero sus ojos estaban fijos en la entrada de la iglesia, donde aguardaba el
misterio.
Smith suspiró, observando el caos que se desataba. —Te daré los detalles en el camino.
Necesitamos resolver esto antes de que la prensa saque sus propias conclusiones.
El interior de la iglesia estaba en silencio, salvo por los susurros de los policías que realizaban sus
investigaciones. El cadáver del anciano cuidador yacía en el suelo, su figura envuelta en una
penumbra que solo se rompía con la luz intermitente de las linternas policiales.
Bold, con su agudo instinto, se arrodilló junto al cuerpo. Mientras examinaba los detalles, la voz
en su cabeza susurró nuevamente sobre la similitud con un caso de 1830. Sin embargo, Bold se
obligó a bloquear esos pensamientos mientras Smith se acercaba.
—La víctima, un anciano llamado Henry Matthews. No hay signos de resistencia, Bold. Como si
conociera a su asesino.
El detective asintió, y mientras exploraba la iglesia, Smith lo siguió.
—Este caso es delicado, Bold. Los periodistas están fuera de control, y no podemos permitir que
se entrometan. ¿Puedo contar contigo para mantener a raya a la prensa?
Bold miró fijamente a Smith antes de asentir. —Aceptaré el caso bajo una condición, Smith. No
quiero la prensa merodeando por aquí. Quiero trabajar en las sombras.
Smith lo evaluó durante un momento antes de asentir con gravedad. —Entendido. Pero quiero
resultados. Esta iglesia tiene más secretos de los que crees.
Con eso, Bold se adentró en la oscuridad de la iglesia, listo para desentrañar los misterios que se
escondían entre las sombras. La prensa aguardaba fuera, hambrienta de detalles, pero Bold
estaba decidido a mantener este caso en las sombras, donde podía tejer su propia narrativa
antes de que la prensa pudiera hacerlo por él.
** Revelaciones en la Oscuridad**
Bold avanzó por el pasillo de la nave central de la catedral, alejándose del bullicio de la escena
del crimen. A medida que se internaba en la penumbra, los ecos de los pasos resonaban en las
altas paredes de la iglesia. Finalmente, encontró un rincón aislado, un lugar donde la oscuridad
y el silencio lo envolvían por completo.
Se sentó en soledad, su figura apenas visible en la negrura. Un suspiro escapó de sus labios antes
de murmurar: —Muy bien, hablen.
Al cerrar los ojos, Bold se sumergió en un abismo de oscuridad interna. Un torrente de voces e
imágenes lo envolvió, como si hubiera abierto una puerta a la memoria colectiva de la
humanidad. Las voces, con distintos idiomas y acentos, resonaban en su mente, como si fueran
susurros de tiempos pasados.
Bold, con autoridad en su voz, gritó: —¡Silencio!
Las voces se apagaron al instante, obedeciendo la orden del detective. En la oscuridad, Bold se
preparó para la tarea que tenía por delante. —Quiero saber sobre el cáliz. Explíquenme.
Entonces, las voces comenzaron a relatar el oscuro pasado que Bold buscaba entender. Las
imágenes se sucedían, mostrando escenas de violencia y conspiración. Descubrió que el cáliz,
robado durante la independencia en Ecuador, pasó de mano en mano hasta llegar a San Miguel.
—¿Cómo llegó el cáliz a San Miguel? —preguntó Bold.
Una voz, con tono melancólico, respondió: —El cáliz fue robado de su lugar original durante la
independencia en Ecuador. Luego, a lo largo de los años, pasó de mano en mano hasta llegar a
San Miguel.
Bold asimiló la información, conectando los puntos en su mente. Ambos crímenes eran idénticos,
como si la sombra del pasado se repitiera una y otra vez.
—¿Por qué San Miguel? —inquirió Bold.
En un destello de recuerdo, las voces le mostraron una escena específica. Un antiguo curador,
en medio de una noche de lluvia, recibiendo un paquete. Kenneth notó un detalle: un anillo con
un colibrí, el símbolo de los Selleré, una familia de terratenientes de fuera de la ciudad.
Con una mezcla de determinación y preocupación, Bold se levantó. Había encontrado un rastro,
una conexión entre el pasado y el presente. La historia del cáliz se entrelazaba con la familia
Selleré, y Bold estaba decidido a seguir esa pista hasta el final, incluso si significaba adentrarse
aún más en las sombras de la verdad oculta.
** Tras las Sombras del Peligro**
Al salir de la iglesia, Bold encontró a un policía esperándolo con un auto discreto para su
movilización. Subió al vehículo y le indicó al conductor que se dirigieran fuera de la ciudad, hacia
la finca de los Selleré. Después de acomodarse en el asiento trasero, cerró los ojos con la
intención de descansar, aunque su mente continuaba procesando los misterios que envolvían al
cáliz.
Pasado un tiempo, una de las voces que resonaban en su memoria le alertó. Bold abrió los ojos
justo en el momento en que el policía al volante se lanzaba fuera del vehículo, dejando el auto
descontrolado. Bold, instintivamente, se aferró a su asiento mientras el automóvil se estrellaba
contra un árbol en el borde del bosque.
Recobrando la conciencia entre el retumbar del impacto, Bold notó que su pie estaba atrapado
entre dos pedazos de hierro retorcido. Intentó levantarlos, pero el dolor punzante lo hizo desistir.
Con una sensación de urgencia, murmuró: —Necesito ayuda.
En ese momento, como respuesta a su llamado, sintió una fuerza sobrenatural recorrer su
cuerpo. Un impulso casi ancestral le proporcionó la fuerza necesaria para doblar los hierros y
liberar su pierna. Sin embargo, el esfuerzo le dejó agotado.
Logró avanzar unos cuantos metros, adentrándose en el bosque, antes de caer desmayado
nuevamente.
** Remembranza**
En el recuerdo, un pequeño Kenneth Bold, con ojos curiosos y nerviosos, entraba en la casa de
sus abuelos. En las paredes, una galería de retratos contaba la historia de hombres y mujeres de
épocas lejanas, todos antepasados de aquel niño inquieto. Cada mirada congelada en el lienzo
parecía susurrarle secretos del pasado.
De repente, la figura imponente de su abuelo lo sorprendió por la espalda. Con tono misterioso,
le dijo: —Jamás estarás solo, Kenneth. Todos ellos, y algún día yo, estaremos contigo.
El escenario cambió de golpe. Bold, ahora un adolescente de ojos llorosos, se encontraba frente
al ataúd de su abuelo. La pérdida pesaba en sus hombros. De vuelta al presente, Kenneth Bold
despertó en el bosque. La mezcla de sus experiencias recientes y los recuerdos de su infancia se
entrelazaban en su mente. El eco de las palabras de su abuelo resonaba, recordándole que,
aunque caminara solo en la oscuridad, llevaba consigo la fortaleza de generaciones pasadas.
** Enfrentamiento en las Sombras**
Bold se puso de pie, decidido a enfrentar el peligro que acechaba en el bosque. Mientras
avanzaba hacia el lugar del accidente, sus sentidos alerta captaron un movimiento entre los
restos. El policía, en busca del cuerpo de su víctima, escudriñaba entre los escombros.
Con sigilo, Bold se aproximó, el frío mordiendo su piel y el eco del bosque testigo de la
confrontación. Desenfundó su arma, la luz de la luna reflejándose en el metal. A pesar de los
golpes y la confusión, la determinación ardía en sus ojos.
El disparo rasgó la quietud de la noche. Las balas encontraron su objetivo, las piernas del policía.
El hombre cayó al suelo, inmovilizado por el dolor. Bold se acercó con cautela, su arma aún lista
para cualquier eventualidad.
—¿Por qué? —preguntó Bold con firmeza, buscando respuestas en los ojos del hombre en el
suelo.
El policía, con una mirada desafiante, apenas musitó: —La verdad no saldrá a la luz.
Las palabras resonaron en el bosque, dejando más preguntas que respuestas. Antes de que Bold
pudiera insistir, el hombre, con una determinación sombría, rompió una de sus propias muelas.
El cianuro, liberado en un acto de desesperación, apagó la vida en sus ojos.
Bold, sorprendido por la rapidez y la brutalidad del acto, observó en silencio cómo la sombra de
la muerte reclamaba al hombre que había intentado asesinarlo. La verdad se esfumaba, perdida
en el último aliento del antagonista.
El bosque, testigo silente de esta batalla en las sombras, quedó envuelto en un silencio sepulcral.
Bold, aunque había encontrado respuestas, sabía que la oscuridad que lo rodeaba aún guardaba
secretos más profundos.
** El Último Selleré**
Finalmente, Bold logró llegar a la imponente finca de la familia Selleré. Tras anunciar su
presencia, fue recibido por Anneth Duval, nieta de Abraham Selleré, el último miembro de la
casa con el apellido tradicional. La nieta de Abraham había optado por llevar el apellido de su
madre, marcando el ocaso de la línea paterna.
El detective solicitó hablar con el anciano patriarca, pero le informaron que, debido a su
avanzada edad y su demencia senil, ya no recibía visitas. A pesar de las advertencias, Bold insistió
en verlo. Fue guiado hacia una habitación donde las sombras parecían ausentes, eclipsadas por
la intensidad de la luz artificial.
Ante el anciano Selleré, cegado por la vejez y la pérdida de sus sentidos, Bold preguntó sobre el
cáliz. La respuesta se perdía en el silencio del anciano. Sin embargo, cuando Bold mencionó su
propio apellido, la expresión del anciano cambió. Con una mirada intensa, le dijo: —Hace mucho
que debías haber llegado. Trae una silla, muchacho, hay mucho que contar.
Bold, intrigado por la revelación del anciano, tomo asiento frente a Abrahm Selleré. La
habitación, ahora impregnada con una atmósfera de expectación, esperaba a que las sombras
del pasado se disiparan y la verdad emergiera. Con paciencia, Bold se preparó para escuchar.
** La Verdad Revelada**
. Has notado que los héroes mitológicos comparten características y también sangre. Piénsalo,
expreso el Selleré, son descendientes o comparten padre o ambas cosas y…si no fuera fruto de
la casualidad…si de alguna manera las viejas y nuevas generaciones puedan conectarse a pesar
del tiempo y espacio. ¿Cómo explicas que en cada cultura, de cada parte del mundo hay
características, conocimientos o saberes que se repiten?
El detective miraba al anciano con la expresión de quien contempla a un demente; sin
embargo, el relato continuaba:
Epigenética…detective, es la idea de que nuestros genes son capaces de almacenar ciertos
conocimientos, sin embargo, a través de la historia han existido personas o mejor dicho linajes
cuyo potencial para la epigenética es mayor en la antigüedad eran idolatrados, pero con el
advenimiento de medioevo este don empezó a causar temor
-la ignorancia colectiva es peligrosa, Keneth dijo el anciano -y cuando el temor se organiza y se
fomenta se vuelve cruel así nació una organización cuya única misión es desaparecer a quienes
resultan tener el don de poder acceder a todo su potencial genético.
-Jamás he escuchado nada parecido-refuto el detective
-oh mi pequeño niño, claro que si solo que en los libros de historia la llamaron inquisición. En
Alemania entre 1626 y 1631 fueron asesinados 157 solo en Wurzburgo. Entiendes tu eres parte
de un legado ancestral….
Casi una hora después finalmente, Bold rompió el silencio, murmurando: —Todo esto es cuestión
de genética… cualquiera podría hacerlo.
La respuesta del anciano fue rotunda. —No. — Explicó que solo ciertas familias tenían la
capacidad de acceder a la memoria y presencia de sus antepasados a través de sus genes. Es una
lotería genética; a veces pasaban generaciones sin que nadie manifestara esta habilidad, y en
otras, surgían decenas.
Kenneth entendió de golpe. Las voces que percibía no eran signos de locura; eran la
manifestación de su genética única. Poseía la capacidad de acceder a las experiencias de sus
antepasados, una especie de conciencia colectiva que explicaba sus impulsos y habilidades
aumentadas en situaciones de peligro.
La revelación iba más allá. Conoció de la existencia de una organización ancestral cuyo propósito
era erradicar esta habilidad, motivada por el temor. El cáliz robado, albergaba un tubo con la
marca genética del primer hombre que despertó esta habilidad. Abrirlo podría vacunar a la
humanidad contra esta capacidad. No obstante, necesitaban los cinco anillos: Salmón, Colibrí,
Halcón, Lobo y León.
Según el anciano Selleré, ya tenían cuatro de los cinco anillos, habiendo obtenido el anillo del
Halcón tras asesinar al abuelo de Kenneth. La verdad se desplegaba como un tapiz, cada hilo
conectando los eventos a lo largo de los siglos.
Finalmente reveló a Bold la ubicación del anillo del Colibrí. Debes proteger el secreto, es tu
legado y tú de deber, dijo el anciano
En la habitación iluminada, Bold quedó solo con las revelaciones que habían transformado su
comprensión del mundo. La verdad, ahora al descubierto, planteaba desafíos mayores y enigmas
más profundos. La búsqueda de los anillos y la confrontación con la organización se convertían
en el siguiente capítulo de su odisea.
** Caminos Entrelazados**
La habitación del Selleré quedaba atrás, sus paredes impregnadas de historia y secretos. Antes
de salir de la casa la nieta de Abraham abordo a Bold:
– ¡Voy a ayudarlo en su investigación detective! El cáliz es una antigua reliquia que era muy
apreciada por mis padres.
-De ninguna forma, dijo Kenneth con muy poca cortesía
-Usted no entiende no se lo estoy pidiendo dijo Anneth, se lo estoy notificando.
-Además, según me informaron llego en un camión de frutas, como pensaba regresar a la ciudad
Sr. Bold.
Kenneth suspiro resignado, mientras observaba con atención a la mujer que lo desafiaba; no
pasaba de los 30, casi tan alta como él, con una cabellera roja corta y bien arreglada; además
estaba en muy buena forma, quizás excesivamente bien entrenada pensó el detective.
-Está bien, venga conmigo, pero le dejo algo claro el que manda soy yo, si le pido que se esconda
se esconde y si le digo que huya lo hace sin protestar.
Por toda respuesta Anneth empezó a caminar hacia la puerta de la mansión.
Llegaron a la ciudad, donde las luces de las farolas destellaban en las calles adoquinadas. Bold
se sumergía en sus pensamientos, las palabras del anciano Selleré resonando en su mente. Su
humor era sombrío, cargado con el peso de las revelaciones recientes.
La oficina del experto en arte, un rincón discreto entre las callejuelas iluminadas de la ciudad,
los recibió con un tintineo de campanillas al abrir la puerta. El lugar estaba lleno de objetos
curiosos y pinturas que parecían contar historias silenciosas. La luz suave de las lámparas creaba
una atmósfera envolvente.
El experto, un hombre de aspecto erudito con gafas de montura fina, los recibió con un gesto
curioso. Anneth se movía con elegancia por la habitación, examinando las obras de arte con ojos
perspicaces.
Bold, mientras observaba el entorno, planteó sus dudas.
«Entendí que alguien ocultó el robo a la prensa. ¿Por qué tanto secretismo?»
El experto, frunciendo el ceño, respondió: «No tenía conocimiento del robo del cáliz. ¿Robaron
el cáliz Selleré? Eso es realmente inusual. Este objeto ha pasado por manos de muchas
generaciones.»
Anneth, tomando la palabra, intercedió con gracia: «¿Puede ayudarnos a encontrarlo? Mi
abuelo, Abrahm Selleré, está convencido de que podría estar en los muelles. ¿Ha escuchado
algo?»
El experto, sumido en sus pensamientos, añadió: «Robar algo así sin conocimiento público es
arriesgado. Deben saber lo que hacen. Pero en los muelles… puede ser posible.»
La conversación avanzaba, cada respuesta del experto destapando nuevas preguntas. Anneth,
con su persuasión encantadora, logró que el hombre compartiera información sobre un posible
comprador en los muelles.
«Gracias por tu ayuda. Sabes que la familia Selleré aprecia la discreción», dijo Anneth, sonriendo.
«Estoy aquí para ayudar. Buena suerte en su búsqueda», respondió el experto.
Con las nuevas pistas en mano, Bold y Anneth se dirigieron hacia los muelles. La ciudad, envuelta
en sombras, ocultaba secretos que resonaban en cada paso. El destino los aguardaba entre las
callejuelas y los susurros de la noche, mientras la búsqueda del cáliz, entrelazada con los
misterios de la ciudad, avanzaba hacia un capítulo donde la verdad podría emerger entre los
susurros del puerto.
**Los Muelles**
Los muelles se extendían como una cicatriz en la oscura piel de la ciudad, y Bold y Anneth se
encontraban en la parte más turbia de ese inframundo marítimo. Un almacén, cubierto por la
penumbra y el murmullo de las olas cercanas, aguardaba como un cofre de secretos.
Bold notó la indecisión en los ojos de Anneth mientras miraba el lugar. Con un tono serio, le dijo
que se quedara en el auto. Avanzó hacia la puerta del almacén, su mano reposando sobre la
empuñadura de su arma. Golpeó con firmeza, pero el silencio respondió. Repitió el gesto, esta
vez con más fuerza, pero nuevamente, ningún eco de respuesta.
La puerta, testaruda, cedió al empuje de Bold. Al abrirse reveló un interior caótico, con cientos
de cajas apiladas y un pasillo pobremente iluminado. El tenue resplandor de una luz al final del
pasillo delineaba la figura de un hombre sentado. Con precaución, Bold avanzó, agachado y
tenso, hasta que la silueta se volvió clara: el anciano Selleré.
El corazón de Bold se aceleró al ver el cuerpo del anciano. No solo yacía allí, sino que también
estaba mutilado, marcado por signos de tortura. El horror se apoderó de la escena, dejando una
sombra aún más oscura sobre el ya lúgubre almacén.
Antes de que pudiera procesar la cruel realidad, un grito agudo y estridente resonó afuera. Bold
corrió hacia la entrada, solo para descubrir que Anneth ya no estaba. La desesperación y la
urgencia se apoderaron de él, mientras el misterio que envolvía los muelles se intensificaba con
cada segundo. La oscuridad del lugar se volvió aún más ominosa, como si ocultara secretos que
se resistían a salir a la luz.
**El Colibrí Liberado**
En la penumbra del auto, Bold, abrumado por la brutalidad del almacén y la desaparición de
Anneth, descubrió un papel en el asiento de ella. Las palabras marcadas en él resonaron como
un eco siniestro: «Entrega el colibrí». El reconocimiento golpeó a Bold como un puñetazo en el
estómago. Los vigilantes, la sombra que había perseguido a su familia durante siglos, ahora
extendían sus garras sobre él y, más importante aún, sobre el anillo del colibrí.
La realidad se desentrañó ante sus ojos: secuestraron a Anneth para forzarlo a entregar el anillo.
El anciano Selleré, resistiéndose hasta el final, se negó a ceder. Una mezcla de rabia y
determinación ardió en Bold. Cerró el puño alrededor del papel, jurando encontrar a Anneth y
liberarla de las garras de esos oscuros vigilantes.
Con resignación, Bold subió al auto y se encaminó hacia el norte, hacia la antigua casa de campo
de su abuelo. La carretera desgastada por los años lo llevó a un lugar donde la nostalgia y la
tristeza se entrelazaban. Al llegar, Bold quitó las tablas de la puerta y entró en la penumbra del
hogar ancestral.
Los cuadros de sus antepasados lo observaban desde las paredes, testigos silenciosos de la
historia de su familia. En un gesto irónico, Bold saludó a sus ancestros con la mente, y para su
sorpresa, uno a uno, recibió respuestas. Un sentimiento agridulce lo envolvía; ahora sabía que
nunca estaría solo, pero la soledad se cernía más pesadamente sobre él.
Bold ascendió al estudio de su abuelo, donde encontró el viejo globo terráqueo que solía
explorar de niño. Recordó las palabras del anciano Selleré: «Dale la vuelta al mundo para liberar
al colibrí». Con cuidado, soltó el perno que sujetaba el globo. Un sonido metálico resonó cuando
la esfera giró. De entre las sombras emergió un anillo, el colibrí que por años había estado
atrapado, ahora era libre.
El anillo relucía en la tenue luz del estudio, y Bold, sintiendo una mezcla de triunfo y tristeza,
comprendió el peso de su legado. La liberación del colibrí no solo marcaba el fin de una
búsqueda, sino el comienzo de una nueva fase en la lucha contra los vigilantes y la protección de
su legado ancestral.
**Entre Sombras y Engaños**
Bold salió de la casa de sus abuelos solo para encontrar a 15 hombres vestidos de negro y con
máscaras con glifos blancos apuntándole con rifles semiautomáticos y miras láser. Frente a ellos,
una figura totalmente envuelta en sombras. Keneth no necesitó preguntar a quiénes tenía al
frente; levantó los brazos en señal de rendición y gritó: «Tengo lo que quieren, devuélvanme a la
chica y se los entregaré».
De improvisto, un zumbido atravesó el aire y un leve impacto sacudió al detective en el pecho.
Al bajar la mirada, vio un dardo; fue lo último que vio antes de perder el sentido.
Cuando Bold despertó, se encontró en un lugar desconocido. Atrapado en una habitación oscura
con apenas un hilo de luz que se colaba por debajo de una puerta. Se buscó el anillo, pero no lo
encontró. La voz en su cabeza le reveló la razón de su supervivencia: «Tienen las llaves, pero
desconocen el código. Aún eres útil».
Pasaron lo que Bold percibió como horas hasta que dos guardias lo llevaron fuera de la celda.
Mientras avanzaban por un estrecho pasillo, una de las voces en su cabeza le susurró: «Recuerda
que no estás solo. Déjanos ayudarte». Respiró profundamente, cerró los ojos, y en ese momento,
una cascada de experiencias y habilidades fluía a través de él, un regalo de generaciones pasadas.
A tres pasos de una puerta, Bold simuló tropezar. Cuando el guardia se acercó, Bold, con
habilidad milimétrica, lo neutralizó. El segundo guardia no tuvo tiempo de reaccionar antes de
que un puñal se hundiera en su garganta. Intercambiando la ropa, Bold dejó a los guardias en su
celda antes de continuar. Antes de salir, el detective pensó: «Con que miembro de las fuerzas
especiales, si salimos vivos de esta, tienes mucho que explicarme, abuelo»
En una intersección, se encontró con otro grupo de guardias. Los enfrentó con astucia,
aprovechando su nuevo conocimiento táctico. Puñetazos, patadas, y el sonido metálico de las
armas que caían al suelo resonaban en los pasillos. Bold, con la fuerza combinada de
generaciones, era una fuerza imparable.
Finalmente, llegó a una puerta custodiada por dos guardias. No dudó; se lanzó contra ellos con
ferocidad. Un rápido intercambio de golpes, y ambos yacían en el suelo. Bold abrió la puerta y
se adentró en la oscuridad, decidido a escapar y enfrentar la verdad que lo esperaba más
adelante.
Avanzó hasta llegar a una sala central. En la mesa, brillaban el cáliz y los cinco anillos. Levantó el
rifle y apuntó hacia la figura encapuchada que se hallaba de espaldas. Exigió que se volteara,
pero la sombra prefirió quitarse la capucha, revelando el rostro de Anneth Duval.
**La Sombra del Pasado**
El sol se filtraba por las rendijas de la cortina cuando la pequeña Anneth Selleré despertó
emocionada por su séptimo cumpleaños. La mansión de la familia Selleré, una imponente
construcción de estilo victoriano, irradiaba elegancia y misterio. Sus altas columnas y
enredaderas en las ventanas conferían a la casa un aire de antigüedad y nobleza. Las
habitaciones, decoradas con tapices ricos y muebles de madera pulida, contaban historias de
generaciones pasadas.
La escena del comedor, donde la familia Selleré desayunaba, era digna de una pintura. La mesa,
elaborada en caoba, estaba adornada con fina vajilla de porcelana y cubierta por un mantel
blanco impecable. Los padres de Anneth, personajes de distinción y elegancia, ocupaban sus
lugares con una mezcla de ternura y orgullo en sus rostros. La madre, de cabellos oscuros y ojos
radiantes, emanaba la calidez de una dama de sociedad. El padre, con sus modales impecables
y traje a medida, era la imagen de un patriarca respetado.
El abuelo Selleré, con su presencia imponente, sostenía unas rosas azules, el regalo favorito de
Anneth. El comedor resonaba con risas y amor mientras la familia compartía momentos
especiales. La pequeña Anneth, llena de entusiasmo, se unía a la celebración, coronando la
atmósfera festiva con su inocencia.
Aquella tarde fue la primera vez que su abuelo le mostro el juego que había estado preparando,
le confesó que existía un gran secreto que había sido creado para ella, pero que para conocerlo
debía demostrar que era digna mediante un reto.
La prueba era sencilla, sobre la mesa había 10 objetos diversos: pañuelo, pluma, diario, muñeca,
caja musical, caballo de madera, moneda, antejos, telescopio pequeño y una flor. Anneth debía
escoger uno de ellos, si lo hacía correctamente conocería el secreto de no hacerlo recibiría un
dulce como consuelo. Pasaron 7 años y para los quince de Anneth no había logrado conocer el
secreto:
-Bueno… tal vez este juego sea demasiado injusto para ti. Toma tu dulce, pequeña. Intentaremos
de nuevo el próximo año». Pero nunca hubo más juegos. Su abuelo dejó de llamarla al estudio,
y la distancia entre ellos creció cada día, hasta que cumplió 20 años.
Fue entonces cuando, sin quererlo, escuchó una conversación entre su abuelo y un hombre
llamado Bold. «Así es, Bold. En esta generación, mi casa no ha despertado el don. Tu nieto ha
demostrado un talento verdadero. Yo lo intenté por 8 años, pero fue un fracaso completo.
Anneth es especial en muchas cosas, pero no en lo que realmente nos importa. Debes proteger
a tu nieto… La sombra sigue rondando mi casa. Al menos, el secreto del Cáliz sigue intacto».
Aquella noche, Anneth Selleré sintió que su corazón se rompía mientras un odio terrible
comenzaba a crecer en ella hacia su abuelo y todo lo que ocultaba. Al referirse al nieto de Bold,
el tono del abuelo de Anneth era de envidia mezclada con orgullo, como si reconociera la
grandeza de alguien más, pero lamentara que no fuera de su propia sangre. Con ese oscuro
conocimiento, Anneth dejó atrás su nombre de familia y abrazó su nuevo destino como Anneth
Duval, miembro y líder de los Vigilantes.
**Halcón vs sombra**
¿Imagino que tienes muchas preguntas, ¿verdad? expresó Anneth, mientras Keneth seguía
intentando procesar el descubrimiento. «Vamos, vamos, tienes la misma cara que el tonto del
viejo cuando le llevaba su té especial… fue tan fácil conseguir su ‘secreto’. Apenas unas gotas de
suero y cantó todo… sobre el cáliz, sobre el anillo y sobre tu estúpido abuelo y su nieto especial.
Contactar a los vigilantes fue más complicado, pero en cuanto les dije que sabía dónde conseguir
el anillo de salmón, me abrieron las puertas de par en par, y a medida que fuimos recuperando
los demás anillos, fui escalando.
-Tu abuelo… ¿fue torturado, lo sabes? -preguntó Keneth con un aire de ingenuidad,
pretendiendo pensar que la dulce chica que había conocido horas antes no estaría al tanto de lo
sucedido.
– ¿Qué si estaba al tanto? ¡Yo misma ordené todo! Lo único que lamento es no haber estado
presente, pero tenía que seguir interpretando mi papel de dama en apuros. ¿Qué tal fue mi
actuación, convincente ¿verdad?»
Bold se debatía entre el horror y las ganas de arrojarse contra Anneth, no contra La sombra para
acabarla, sin embargo, se tranquilizó e intentó idear una forma de salir de ahí, al menos con uno
de los anillos.
-Bien -dijo La sombra, levantando el arma apuntando a Bold-, dame el secreto.
-No conozco ningún secreto -dijo el detective.
Pregúntales a tus voces -dijo La sombra.
Keneth cerró los ojos y solo recibió silencio, sin embargo, lograba notar angustia y un afán de
protegerlo en las conciencias de sus antepasados.
-Bien, ¿puedo acercarme? -preguntó Bold.
-Ven -dijo La sombra.
Una vez frente a la mesa, el detective tomó los cinco anillos, analizándolos uno por uno, luego
sujetó el cáliz revisando las hendiduras de los anillos en su base. Sin que su enemiga se diera
cuenta, Bold realizó un movimiento de prestidigitador escondiendo tres de los anillos en la
manga del uniforme, mientras levantaba la mano con el arma con aparente intención de ponerla
sobre la mesa. Pero ante el descuido de La sombra, esta levantó el arma y disparó a las luces
sobre ellos, causando una lluvia de vidrios y chispas y sumiéndolos en total oscuridad.
**Escape**
Guiado por la memoria fotográfica de uno de sus antepasados de 1840, Keneth Bold avanzó con
sigilo en la oscuridad del pasillo central. Su objetivo era alejarse y ocultarse hasta poder elaborar
un plan más detallado. En medio de la huida, había logrado quedarse con tres anillos y el cáliz.
Mientras se deslizaba por los corredores, en una esquina, para evitar ser visto se ocultó detrás
de unos barriles que olían fuertemente a diésel. Seguramente los usan para los generadores
eléctricos pensó de forma rápida.
De repente, se encontró con tres guardias enmascarados que lo descubrieron. Sin perder tiempo,
Bold actuó con la rapidez y destreza que solo un experto en artes marciales podía tener. En un
par de movimientos calculados, neutralizó a sus perseguidores, asegurándose de que no
pudieran dar la alarma. La tensión en el aire era palpable, y el detective se movía con la astucia
de un depredador experimentado.
Continuando su fuga, Bold llegó a una escalera que ascendía hacia la oscuridad del techo.
Atravesó la puerta de la trampilla en la cima y se encontró en la nave de la iglesia de San Miguel.
«Así que todo acabará donde empezó», pensó Bold, cerrando la trampilla con determinación. Era
hora de que los cazadores se convirtieran en presas, y la iglesia, ahora su refugio estratégico,
sería el escenario de su enfrentamiento final con los vigilantes.
Con sigilo y determinación, el detective escondió los tres anillos y el cáliz bajo el altar de la iglesia.
Descendió por la escalera con precaución, regresando al nivel subterráneo donde yacían los
barriles de combustible. Con maestría, agujereó los barriles, permitiendo que su contenido se
esparciera por los pasillos.
Luego, Bold jaló uno de los barriles hasta la base de la escalera. Con la seguridad de que su
estrategia estaba en marcha, volvió a subir, tomando una vela de una de las figuras de la iglesia.
Con un movimiento calculado, dejó caer la vela, iluminando la oscuridad que rodeaba la base de
la escalera.
**Versión oficial**
El olor persistente a humo flotaba en el aire mientras Kenneth Bold abandonaba la iglesia de
San Miguel, testigo de su feroz enfrentamiento contra los vigilantes. El detective, con raspones
y heridas de bala superficiales como trofeos de su lucha, tomó su teléfono y marcó el número
de Smith, el jefe de policía.
Al llegar Smith vio con gestos de aprobación a Bold, y el detective comenzó a relatar la versión
oficial que había elaborado para la prensa: «Smith, encontré el cáliz. Parece que el robo fue
orquestado por una mafia de traficantes de arte. Seguro que alguien lo encargó en el mercado
negro internacional. Los delincuentes se infiltraron como trabajadores de las catacumbas y
quedaron atrapados en el incendio».
El jefe de policía, con una sonrisa de satisfacción, respondió, «¡Excelente trabajo, Bold! Has
salvado un tesoro invaluable y demostrado una vez más tu valía».
Mientras Smith compartía la versión oficial con la prensa y mostraba con orgullo el cáliz
recuperado, Bold aprovechó para preguntar discretamente a los forenses sobre la presencia de
una mujer pelirroja entre los cadáveres o detenidos. La respuesta negativa resonó en su mente,
y con una mirada reflexiva, se retiró de la escena.
Subió a un automóvil patrullero, encendió el motor y condujo en silencio por las calles iluminadas
por las luces destellantes de las patrullas y los servicios de emergencia. El humo que se disipaba
en el aire nocturno era un eco visual de la batalla que se libró en las sombras.
Bold se dirigía al único lugar donde sabía que podía encontrar respuestas, ese lugar donde las
líneas entre el bien y el mal se desdibujaban, donde los secretos se ocultaban y las verdades
surgían de las sombras.
**La Mansión Silenciosa**
El rugido del motor del coche aún resonaba cuando Bold se acercó a la majestuosa mansión de
los Selleré. La entrada principal se alzaba imponente, sumida en un silencio tenso como si el
edificio mismo anticipara la gravedad de lo que estaba por acontecer.
Las luces titilaban débilmente, creando sombras que danzaban en las paredes a medida que
ascendía las escaleras. La mansión, en apariencia desierta, guardaba sus secretos en cada rincón.
Llegó a la puerta de la oficina del abuelo de Anneth, la misma que había cruzado unas horas
antes en busca de respuestas.
Empujó la puerta entreabierta, y la habitación se reveló con la luz tenue de la lámpara de
escritorio. En el centro de la penumbra yacía «la sombra», herida en el hombro y con quemaduras
graves por todo el cuerpo, sobre todo en el rostro. Su mirada, cargada de odio, se encontró con
la de Bold, creando un silencio tenso.
Bold, con la pistola en la mano izquierda, intentó expresar sus pensamientos en palabras, pero
la sombra alzó su arma, acallando cualquier posibilidad de diálogo. El sonido metálico del
amartillado resonó en la estancia, pero antes de que el gatillo se accionara, el instinto de Bold
tomó el control. Su pistola respondió al desafío con precisión.
El disparo perforó el silencio, marcando el fin de la sombra. Su figura se desplomó en el suelo
con un último suspiro. Bold, con la mirada firme, se acercó cauteloso, manteniendo su pistola en
posición defensiva. La herida en el hombro de la sombra cedió, y su arma cayó al suelo.
Sobre la mesa de trabajo, Bold encontró los dos anillos faltantes. Eran piezas que trascendían su
materialidad, conectando pasado y presente, uniendo los hilos sueltos que habían llevado a Bold
hasta ese momento crucial.
La mansión, testigo de secretos insondables, se sumió nuevamente en el silencio. Bold, en la
penumbra de la oficina, sopesaba el peso de su victoria. La historia de los Selleré, entrelazada
con la suya, resonaba en las paredes de la mansión, revelando que algunos secretos solo se
desvelan cuando el tiempo y la voluntad así lo deciden.
**Epílogo**
Kenneth Bold caminaba hacia su auto afuera de la casa de su familia, las manos aún marcadas
por la tierra que guardaba historias de generaciones pasadas. En su mente, las voces de sus
antepasados murmuraban con serenidad. Había tomado la decisión de confiar el don solo a ellos,
convirtiéndolos en los guardianes exclusivos de la herencia que marcó su existencia.
Al llegar a su auto, Bold contempló el anillo del Halcón, símbolo de su familia, antes de guardarlo
con cuidado. Había ocultado estratégicamente cuatro de los anillos, pero eligió conservar el que
representaba su linaje. Las memorias se entrelazaban en ese pequeño objeto, tejido con las
experiencias de aquellos que lo precedieron.
Sentado en el automóvil, Bold se tomó un momento para limpiar sus manos, liberando la tierra
que atestiguaba las travesías de sus antepasados. Miró el anillo, sintiendo la conexión con su
familia y la responsabilidad que ahora recaía solo en ellos.
«Fin»
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