Vikram, apenas con doce años, se hallaba en este mundo moderno lleno de una virtualidad digital que lo envolvía todo, su mente era pragmática. Y las palabras enigmáticas de su tío resonaban sin sentido:
«Cuida siempre de que no te roben la sombra. Los ladrones de sombra debilitan tu luz, así que mantén tu lámpara llena de aceite”.
Aquel tío, considerado una suerte de sabio ancestral en el remoto pueblo de Mawlynnong, en el estado Meghalaya de la India, era venerado como un gurú en vías de extinción. A pesar de las distintas creencias en el lugar, su tío, de 86 años, había forjado su espiritualidad bajo las enseñanzas budistas, mientras que su madre, Priya, se inclinaba hacia el cristianismo, y su padre, Raj, parecía no verse influido por esas ideologías.
En el pueblo existían dos bibliotecas y, aunque sus conocimientos correspondían a los de un estudiante de octavo grado, Vikram buscó la definición de «sombra»:
«f. Oscuridad, carencia de luz, más o menos absoluta. Oscuridad (‖ falta de luz y conocimiento)».
Entonces, en un experimento mental, se imaginó iluminado por la Luna en una noche clara; vio su sombra transformarse según los ángulos de los rayos luminosos… Y se encontró con un mago oscuro, propio de los cuentos de ilusionistas, intentando apoderarse de su oscuridad. Una sonrisa iluminó su rostro. Era imposible, se dio cuenta, que un ladrón de sombras arrebatara su esencia, pues solo podría llevarse tierra o polvo del lugar donde su imagen, por la ausencia de luz, se proyectaba.
Unos meses después de aquel experimento mental, su anciano tío Siddhartha volvió a aconsejarle sobre el cuidado de su sombra. Vikram, confiado en su entendimiento sobre negruras y luces, no discutió el consejo; aunque reflexionó sobre lo avanzado que estaba en edad su querido tío, quien pronto dejaría de proyectar sombras en esta vida.
A medida que Vikram crecía, su tío finalmente partió de este mundo. Fue un momento doloroso para la familia, recordándolo con amor, cada uno a su manera.
Cuando Vikram cumplió 18 años, se interesó por estudiar medicina. Tenía el deseo de ayudar a los demás y absorber conocimiento.
A su vez, sus amigos cercanos lo invitaban a fiestas y conversaban y discutían sobre sueños de riqueza. Una noche, uno de sus amigos, Aarav, le confesó algo inquietante:
«Vikram, tengo un amigo en la panadería,— le susurró al oído —, trabaja allí y sabe que por las noches, el dinero de las ventas queda sin protección en un rincón, él tiene una copia de la llave trasera para entrar». —Vikram lo miró perplejo.
«¿Estás sugiriendo un robo?» —Dijo, casi gritando y turbado.
«No lo veas así», rió Aarav, «piénsalo como un préstamo que nos hacemos para impulsar un negocio que nos podría hacer ricos».
Vikram, de origen modesto, vio en sus manos un aluvión de riquezas. Entonces, como si una explosión de lucidez lo alcanzara, recordó las palabras de su tío Siddhartha:
“Mantén tu lámpara llena de aceite para evitar que su luz se extinga, no te dejes arrebatar la sombra”
Entendió en ese instante —que las sombras no se roban en lo material—, sino que yacían en lo más íntimo, y cualquier ladrón de luz podía apoderarse de ellas.
Con decisión, dio la espalda a su «amigo» que, a sus ojos, se había transformado en un mago oscuro, tratándose de apodera de sus sombras.
Reno, 28 de noviembre.
OPINIONES Y COMENTARIOS