Balada de un Corazón Desgarrado
Hace unos tres o cuatro años, un intervalo difuso en el que siempre me he sentido desorientada ante las pinceladas efímeras del tiempo, nos encontramos. Tú, al igual que yo, no destacabas por tu habilidad para retener esos instantes fugaces. No obstante, a pesar de nuestra mutua ineptitud, te esforzabas en construir pequeños monumentos mnemotécnicos. Desde este rincón en penumbra, mi mirada escruta las plantas, ahora marchitas y yacentes, víctimas de mi negligencia en la danza sutil de la jardinería; parece que cuidar de las cosas tampoco fue mi fortaleza. Una melancolía extraña flota en el aire, impregnando este rincón de reflexión, salvada únicamente por el manto de anonimato que me brinda. Contemplando la urbe que se despliega ante mí, me sumo en la comodidad del desconocimiento, mientras las vidas ajenas se representan como escenas efímeras en un teatro sin fin. Personas caminan, vehículos avanzan con prisa, sonidos sin origen claro se entrelazan en una sinfonía urbana; sin embargo, todo está distante. Observo el devenir de la vida mientras mi propio ser permanece inmóvil, anclado en este rincón de quietud.
Las noches se volvieron cómplices de mi insomnio hace tiempo, y el autocuidado se desvaneció en el torbellino de días desdibujados. He renunciado a alimentar mi cuerpo y a velar por mi bienestar, como si la simple tarea de existir se hubiera vuelto una carga pesada e innecesaria. He extraviado la brújula de mi identidad, y ahora solo soy una sombra errante en medio de las luces de la ciudad. Nos conocimos hace tres o cuatro años, pero han pasado ya ocho o doce meses desde que te desvaneciste de mi vida, dejando tras de ti un eco persistente de ausencia. ¿Cuánto más debo soportar este vacío que se instala en mi ser? ¿Cuánto tiempo más mis pensamientos me atormentarán, recordándome la estancada quietud en la que me encuentro? Comprendo que mis palabras no tendrán el poder de invocarte de nuevo, pero las he lanzado al viento en incontables ocasiones. Mis lágrimas no llegarán a ti, pero han caído hasta que mis ojos se niegan a derramar una gota más. ¿Por qué me enredé en los hilos de tu vida solo para encontrarme abandonada en este escenario desolado? ¿Cómo debo lidiar con esta ilusión de vida apagada? ¿Persistir en la existencia? La respuesta se escapa de mis manos; me siento exhausta, con el espíritu desgarrado. En algunos días, no encuentro la fuerza para levantarme, hablar o llorar; simplemente existo en el vacío, porque así es como todo se siente, y no sé si quiero o puedo liberarme de esta penumbra. ¿Cómo volver a confiar después de esta traición silenciosa? ¿Es posible superar estos miedos y emerger de nuevo hacia la luz de la vida?
Me aferro al balcón, agradecida por la complicidad que me ofrece. Aquí, en las alturas, puedo ser nadie, sin la urgencia de forjar una identidad. Puedo recostarme contra la pared y ser testigo de cómo el mundo continúa su danza, mientras yo, simplemente yo, permanezco aquí sentada, en el eterno silencio de mis propios pensamientos.
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