El verso blasfema el alma
acobija intrínseca la hipocresía,
cabildea lo que prefiere cierto
y desprende pasos de la memoria.
El poema abraza el embuste,
lo edulcora de ternura
y canalla traza radiantes grafemas,
purpuras como la sangre.
El aprendiz de poeta se libera,
su infame verdugo ha marchado,
se fue con la pluma y el tintero,
solo queda el “artista”.
En una fría lejana y escondida noche
se trastocan los sueños,
se visten de negro las flores,
todo,…todo, toma color de conciencia.
ERML
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