Genaro calmó sus pasos y casi sin respirar murmuró
-Es el mugroso amor el que afecta la destilación del néctar del odio.
¿Se atreve el sol a salir todavía?, ¡ja!, ¿todavía tiene el tupé?. ¿Serán pacientes los espantosos pasos de la derrota que resquebraja las sienes?, las conciencias que lamentan no encontrar la brújula que no es mas que el sinsentido contante, del demoníaco elixir de dos ancianos arrojando a las palomas de sus osadas manos pedazos de decrepitud inminente. No hay arcilla que cueste tanto moldear como la de la vida y su sentido. Salen de mi vomitadas sombras, indómitas y recalcitrantes que se hunden en el espeso y espejo alquitrán de los hombres de a pie, esos que apuran sus pasos para vivir, que viven apurados para sentir y sienten apresurados su sinsentido rotundo.
Las manos que han moldeado la totalidad han sido tan majestuosas y poéticas como sádicas y de un amargor evidente, para las flores fueron suaves pero para la serpiente áspera, para el sol tanta luz pero para los pantanos, la espesura misma de la densa vitalidad enquistada. ¿Matarme yo?, ¡ja!… que le cueste mas a la vida su error, su apresurado ritmo de traerme y olvidarme, de ese latir grotesco, de ese jadear de pasiones arrogantes. En un rapto de locura se me ocurrió vivir, y vivir decía era el sentido. Al unísono las sombras se complotaron… ¡para rasgar están bastardas! dije, pero cuando quise verlas solo el espejo recibía mis humores, mis pesados vapores. El mundo no se inmuta, sigue girando a pesar de todo. De repente el teléfono se apiadó y fingió compañía, del otro lado ella, su risa y un amanecer perdonando mis estúpidas falacias.
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