Alguien dijo una vez que » el servicio a los demás lo premia Dios con una humildad llena de alegría» y no se equivocó.

Cada vez hay más personas en riesgo de exclusión social o viviendo en una pobreza extrema, sin comida, sin un sitio donde vivir, durmiendo en la calle, sin poder asearse sin poder vivir con lo básico para sentirse como persona, algunos han perdido su dignidad, otros han renunciado a seguir viviendo y les da igual todo, otros sobreviven como pueden y la gran mayoría sigue luchando por una vida mejor.

Yo me hago una reflexión basada en lo que observo cuando acudo al comedor social donde presto mis servicios como voluntario, escuchando a estas personas, ayudándolas con las gestiones que ellos no saben o no pueden hacer, animándolas a salir de su situación, se van contentos y a mi me produce una gran satisfacción el ayudarles, poder ser útil, servir.

Enlazo con el «alguien dijo una vez…» Este servicio me reporta eso, humildad, sentirme uno más entre ellos, sin juzgarlos, sin sentirme superior o a otro nivel, sin pensar ¡ menos mal que yo no estoy como ellos!

Cada lunes, cada miércoles, cuando acudo a prestar mis servicios intento convertirme en uno más, mezclarme entre ellos, me buscan para pedirme algo y no dudo en dedicarles el tiempo necesario hasta dárselo y lo que piden no es dinero, demandan escucha, que le busques una habitación barata para dormir, que le ayudes a pedir una cita médica o en los servicios sociales porque ellos no pueden hacer las gestiones, están sin teléfono y cuando lo consiguen porque alguien se lo haya dado, a lo mejor se lo roban.

Aunque pueda parecer un poco duro -observado desde fuera- que lo es, cuando los tratas y atiendes te das cuenta de que tienen sus valores pero su dignidad machacada por la situación en la que viven, a veces me siento impotente porque es difícil que puedan conseguir lo que piden porque la gran mayoría no tienen ingresos. Pero sigo adelante intentando paliar en lo posible sus problemas y sobre todo intentando que se sientan como personas dignas de respeto.

A medida que va pasando el tiempo estoy notando que ya formo parte de su «familia» ese grupo de personas a las que empiezo a apreciar, a conocer mejor a entenderlos y eso me lleva a  cogerles cariño.

Dar, darse a los demás de forma altruista, sin recibir nada a cambio siempre te reporta humildad, alegría y te ayuda a tener los pies en la tierra y valorar lo que tienes y sobre todo compartirlo con los demás.

Para dar tienes que desprenderte de algo que tienes, en esta ocasión, tiempo, escucha activa, paz, alegría, serenidad, paciencia y sobre todo cariño. Ser generoso.

Son la parte invisible de la sociedad, a veces me pregunto si con todo el dinero que se destina a «tonterías» no se podría acometer un proyecto serio para acabar con tanta pobreza en el mundo y a nivel más cercano en nuestra localidad.

Cuando vemos las noticias de lo que está ocurriendo en otras partes podemos pensar, » están lejos, les ha tocado» y olvidarnos.

Mi experiencia en todo este tiempo es que me  he encontrado de todo, gente recién salida de la cárcel que quiere rehabilitarse, otros que tenían muchos negocios y lo perdieron todo, otros a los que han repudiado su familia, inmigrantes de distintos continentes sin papeles que han llegado de cualquier manera, todos necesitados y crispados a veces por su situación.

Cualquiera de ellos podríamos ser nosotros, tenemos suerte y por ello es importante implicarse para ayudarlos como nos gustaría que nos ayudaran a nosotros en su situación. 

En cada ciudad, en cada localidad siempre hay un sitio donde acuden estas personas y donde se necesitan voluntarios, personas que echen un mano.

Hasta aquí mi reflexión a modo de desahogo. 

Me gusta escribir, sobre todo transmitir algo a los demás cuando lo hago, os animo a echar una mano, hacen falta muchas y solo tenemos que ser generosos y DAR para ser premiados  con una humildad llena de alegría que nos hará sentirnos mejor al ser mejores personas. 

Desde esta plataforma, un abrazo fuerte.

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