DANIEL, EL OSO Y EL POZO

En el bosque tenebroso vivía un oso perezoso, era grandote y le gustaba andar en bote, el bote que él mismo construyó cuando el verano llegó y con el que salía a pescar cada mañana cerca de su cabaña.

A unos pasos de la hermosa cabaña estaba un pozo de donde el oso sacaba agua, y a unos pasos más allá un huerto lleno de frutos, frondosos y sabrosos.

El oso, despues de pescar en las mañanas, salía al bosque a pasear, cortar leña y a jugar. Al caer la tarde regresaba a casa a comer y dormir. Como era perezoso, en la noche se levantaba sólo un momento para comer y luego a volver a dormir.

En ese lugar, los pobladores de las aldeas cercanas no entraban al bosque tenebroso porque creían que era peligroso, y nuestro amigo el oso perezoso vivía sin que nadie lo molestara.

Un día Daniel, un joven leñador de la aldea “Madera” andaba recolectando leña cerca del bosque tenebroso cuando de pronto escucho unos ruidos muy extraños. Se escuchaban como risas, gruñidos y silbidos. Daniel pensó que podría ser alguna persona que estaba siendo atacada por algún animal salvaje del bosque tenebroso, y como él era muy valiente, se adentró en el bosque en su ayuda.

Grande fue su sorpresa cuando encontró en medio del bosque a un gigantesco oso, que jugaba con unas abejas mientras comía miel de su panal, era el oso el causante de los extraños ruidos.

Daniel en silencio observaba al gran oso. Cuando de repente el oso se puso de pie. Daniel estaba a punto de salir corriendo cuando:

— ¡Hay, guarrrrr, hay! —gritó el oso—. El pobre había pisado una tremenda astilla que se había desprendido de un tronco que sostenía el panal de abejas.

El oso trataba de alcanzar sus patas para quitarse la astilla, pero no lograba hacerlo, pues estaba muy gordo. Trataba y trataba, pero apenas conseguía doblarse un poco. Daniel, que observaba lo sucedido, se compadeció del oso y decidió ayudarlo. Se acercó lentamente a él y le dijo:

—Señor oso, déjeme ayudarlo.

El oso respondió con un gran gruñido ¡guarrrrr!. Daniel asustado se puso a correr.

—¡No! espera muchacho, no te asustes, es que esta astilla me duele mucho, guarrrrr!

—Te ayudaré si prometes no gruñir tanto, —le dijo Daniel. El oso asintió con la cabeza.

Daniel se acercó cauteloso y le pidió sentarse al oso. El oso, obediente se dejó caer de espaldas y luego se sentó. Daniel, con mucho cuidado, sujetó con las dos manos la enorme astilla y, antes de que el oso pudiera decir algo, ¡fum! la sacó.

—¡Guarrrrrr!, ¡guarrrrr!, eso dolió — gritó el oso.

—Cálmese gran oso, que lo peor ya pasó, ahora solo me falta vendarle la pata.

Está bien dijo el oso.

—Listo he terminado, —dijo Daniel, mientras ayudaba al oso a ponerse de pie.

—¡Hahh! que alivió, ya no siento dolor —dijo el oso.

—Ven Daniel, te invito a comer a mi cabaña, es lo menos que puedo hacer por ti ya que me ayudaste.

Daniel aceptó pues era muy emocionante para él estar en el bosque tenebroso.

Al llegar a la casa del oso. Daniel quedo asombrado por lo hermoso del lugar.

—Puedes comer los frutos que quieras Daniel, tómalos de mi huerto y si deseas beber puedes sacar agua de mi pozo, yo iré a tomar una siesta —dijo el oso.

—Que perezoso es este oso, —pensó Daniel, mientras recogía los sabrosos frutos para comer, habían muchos y eran muy grandes y deliciosos.

Luego de un rato Daniel tuvo sed y se fue al pozo a beber, hecho el balde al fondo para sacar el agua cuando de pronto, escucho una voz:

—¿Quien desea beber de mi agua?
—¡Yo!, ¿quién me habló? —respondió Daniel
—Soy el pozo del oso y doy agua a este bosque.
—Ohh, señor pozo, soy Daniel amigo del oso —dijo el muchacho
—¿Dónde está el oso? —pregunto el pozo.
—Está durmiendo, se lastimó la pata con una astilla que le quité —respondió Daniel
—Ohhh, otra vez durmiendo, que perezoso es este oso —habló de nuevo el pozo.
—Pues sí, a mí también me parece perezoso ese oso señor pozo —replicó el muchacho.
—Daniel tú has sido muy bueno con el oso, puedes beber el agua que quieras —le dijo el pozo.

Daniel bebió del pozo mientras esperaba al oso.

Este es un lugar maravilloso pensaba, nunca imagino que el bosque tenebroso fuese tan hermoso.

Cansado de esperar al oso, Daniel decidió despertarlo, así que lleno un balde con agua del pozo y mojo la geta del oso.

El oso de un salto quedo de pie.

—Señor Oso ha sido muy amable por compartir sus frutos deliciosos, también bebí del agua de su pozo maravilloso.

—No tienes que agradecer nada Daniel, eres bienvenido cuando quieras,

—Gracias señor oso —se despidió Daniel.

Cuando se marchaba escucho la voz del pozo:

—Daniel antes de que te marches acércate por favor.

—Que sucede señor pozo.

El pozo respondió: —¿Te noto algo preocupado y trizte, que te sucede Daniel?

—Es que hoy tenía que llevar mucha leña para mi aldea, somos muy pobres y vivimos de la leña que vendemos a las otras aldeas, es muy tarde y no podré recogerla.

El pozo le dijo:

—Yo te ayudaré Daniel, pues tú ayudaste al oso, pero antes te voy a pedir algo:

—Quiero que ayudes al oso a no ser tan perezoso, él era un gran constructor y podía fabricar casi cualquier cosa que los aldeanos le pedían.

Todo marchaba muy bien hasta que un día esos hombres comenzaron a derribar muchos árboles para utilizar la madera y construir más cosas, se volvieron ambiciosos y no les importaba destruir el bosque, destruían todo y ni siquiera volvían a plantar algun árbol.

El oso sintió pena por los bosques y dejo de construir cosas para el hombre y se escondió en este bosque. Lo último que construyo fueron esta cabaña y su bote. Aquí lo conocí, y juntos hicimos que este bosque sea conocido como el bosque tenebroso, para que nadie se atreva a entrar y así no lo pudieran destruir.

El oso es el guardián de este bosque, pero tanto tiempo ha pasado que el gran oso se ha vuelto perezoso.

—Por eso Daniel, quiero que ayudes al oso a no ser tan perezoso.

—Pero ¿cómo puedo hacer al oso menos perezoso? —respondió Daniel

—Yo sé que tú lo lograrás, vuelve mañana por el oso —le dijo el pozo.

Daniel se fue pensando en cómo podía hacer al oso menos perezoso y, en el camino recogió la poca leña que encontró.

Al día siguiente Daniel regresó al bosque a ver al oso. El oso se alegró de verlo.

—Buenos días señor oso
—Como estas Daniel, que bueno verte por aquí.

—He venido a pedirle un favor señor oso: En mi aldea hay muchos niños huérfanos que no tienen donde jugar, los adultos viven tan preocupados en trabajar que nadie ha tenido tiempo para construir un lugar adecuado para que los niños puedan jugar. Es por eso que desde hace un tiempo vengo intentando construir un lugar hermoso donde ellos puedan jugar, pero como trabajo solo, me tomará demasiado tiempo terminar, por eso señor oso, quiero que usted me ayude, estoy seguro de que con su ayuda podremos construir un hermoso lugar para jugar.

El oso agacho la cabeza y dijo tartamudeando:

—Pero, yo, yo, hace mucho tiempo que no construyo nada. —Daniel insistió:

—Por favor señor oso, hágalo por los niños.

El oso, luego de pensarlo un largo rato, acepto.

—Ven, le dijo el oso, y lo llevo a un lugar en el bosque que estaba cerca de la aldea. Era un lugar muy hermoso.

—Aquí construiremos el mejor campo de juegos para tus niños, manos a la obra —replico el oso.

Daniel y el oso comenzaron a trabajar.

El oso era fantabuloso trabajando, tan solo en dos semanas habían convertido esa partecita de bosque en un divertido y grandioso campo de juegos, columpios colgantes, casitas en los árboles, túneles con escondites, laberintos, y muchos juegos más.

A la tercera semana, Daniel y el oso estaban muy felices por su trabajo.

—Gracias señor oso —le dijo Daniel.

—Ohh Daniel, las gracias a ti, me has devuelto las ganas de construir, había olvidado lo bien que se siente trabajar, y ahora ya no soy un oso perezoso, y mira ya hasta puedo alcanzar mis patas, jojojo, ambos comenzaron a reír.

Al llegar a casa del oso, que ya no era perezoso, comieron los deliciosos frutos y se despidieron.

—Recuerda Daniel, que siempre serás bienvenido, le dijo el oso.

—Gracias señor oso, siempre vendré a visitarlo, se dieron un gran abraso de oso y Daniel tomo su camino de regreso a casa.

—¡Hey!, Daniel —le hablo el pozo.

—Hola señor pozo, voy de regreso a mi aldea a darle la buena noticia a los niños, ahora podrán jugar en un lugar muy hermoso y no serán perezosos.

—Que bueno Daniel, pero cuéntame ¿Cómo están en tu aldea? —pregunto el pozo.

—Estamos bien, señor pozo, pero escasea la comida y tenemos que trabajar mucho para comer.

—Ohh, ya veo Daniel, pero ¿recuerdas?, prometí ayudarte con tu aldea si lograbas que el oso ya no sea perezoso.

—Si señor pozo, pero que más podría pedir, gracias al oso los niños de mi aldea ahora tienen un lugar precioso donde jugar y ninguno se volverá perezoso.

—Oh, Daniel, eres muy bondadoso. Por eso te voy a recompensar. Hecha el balde hasta el fondo.

Daniel obedeció, hecho el balde al fondo del pozo, y al sacarlo encontró en él una moneda de oro.

El pozo le dijo:

—Daniel, cada vez que por algún motivo corten un árbol, deberás sembrar diez en su lugar y yo te daré otra moneda igual.

—Es usted muy generoso señor pozo, —dijo muy alegre Daniel.

—Espera, aun hay más Daniel, recoge esas semillas que están junto a tus pies, guárdalas y siémbralas en tu aldea, en un tiempo crecerán grandes y frondosos frutos, asi como los del oso —le dijo el pozo.

Daniel muy feliz se despidió del pozo y se fue a su aldea, sembró las semillas y llevó a los niños al lugar de juegos maravilloso.

Nunca más la aldea de Daniel pasó hambre, todos comían de los frutos sabrosos, los niños jugaban felices.

Daniel siempre visitaba al oso y el pozo le regalaba muchas monedas de oro por tantos árboles que sembraba.

En el bosque tenebroso, Daniel, el oso y el pozo vivieron felices por siempre.

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