El otoño estaba terminando. O mejor dicho, estaba empezando a terminar. Y de eso tampoco todos estaban seguros, porque tuvieron que atravesar muchas dificultades que, a diferencia de lo que normalmente se dice, no los hicieron mejores. Y el precio que tuvieron que pagar por eso fue demasiado alto. No les pedían nada a las fuerzas que dominaban su vida, porque les parecía, por alguna razón, que estas fuerzas no iban a escucharlos.
Tia también se sentía casi marginada, y no solamente porque el día antes, una de sus mejores amigas había dejado de hablarle. Todo estaba mucho más complicado, y contarlo valdría tantos esfuerzos como sacar un cuchillo de una caja que casi no se abre.
Era una chica muy joven y llena de esperanzas; pero por otra parte, había ya experimentado tantos casos en los que algo no le salió como ella quería, o no le salió para nada; pero no sabía darle una razón ni un sentido a lo que le pasó esta vez.
En cuanto a la historia de la amiga, Tia hasta se sintió un poco culpable, pero no lograba explicarse el porqué. Pensó que tal vez, si no se hubiera dejado ir tan lejos, todo se hubiera resuelto sin que ella se diera cuenta. Pero ¿cómo habría quedado lo demás? Tia no lo sabía ni quería pensar en eso, porque las emociones que le anduvieron llenando la cabeza sobrepasaron todos los pensamientos, y muchas de esas emociones no tenía nada positivo. Un chico a la que ella no conocía le pidió ayuda y Tia aceptó de buena gana, pero este fue solamente el comienzo.
«Si me hubieran sacado la cresta, me sentiría mejor. Pero eso es demasiado, y ni siquiera me interesa quién de verdad tiene la culpa de todo eso».
Así, más o menos, sonaban las palabras que buscaban un lugar en su cabeza, o tal vez buscaban un camino para salir de allí.
¿Iba a ser tan fácil? Tia se puso a pensar en cada error que cometió, pero al final se rindió, porque se dio cuenta de que eso no la iba a llevar a ninguna parte. Es decir, iba a complicar las cosas aún más, y ella no quería eso para nada.
Lo que quería, en cambio, era sobre todo entender por qué le pasó todo eso, y por qué le tocó a ella y no a otra persona. Es decir, claro, no le deseaba eso a nadie, y entendía que había miles de personas que se encontraban en una situación mucho más complicada que la suya; pero las cosas no se hacían más fáciles por eso.
No lograba calmarse. Y claro, no estaba sola, pero no tenía ganas de contárselo a nadie. Tal vez tenía miedo, pero tal vez no quería que todo el mundo lo supiera.
Un chico le pidió ayuda con su exposición sobre un tema del que ella sabía más que él (a este chico un amigo le había hablado de Tia un poco antes) y ella empezó a ver lo que él ya había puesto.
Inicialmente todo parecía bien, y ambos estaban contentos; pero después algo no fue como ella quería, y cuando ella se dio cuenta, se había hecho demasiado tarde para poder cambiar algo.
En otras palabras, hubo momentos en los que Tia obtuvo satisfacción a ayudar al chico. Los hubo y eso estaba muy claro. Sin embargo, esos momentos se le fueron casi tan rápido como vinieron a hacer contacto con ella.
Era verdad, trató de quedar tan simple como podía. Trató de hacerlo todo en la mejor manera posible, pero quizás, la mejor manera no era esta. Y Tia no podía deshacer nada de lo que había hecho.
¿Cómo iba a salvarse ahora? Esta era una cuestión que ella no sabía cómo resolver, y había otras preguntas que no sabía cómo responder, pero después entendió que, más que intentar salvarse, lo importante ahora era no tener tanta prisa en hacer algo por otros.
Claro, eso ella lo sabía ya. Pero eso no cambiaba así nada. Ella tampoco sabía si el error en el que ella cayó esta vez iba a cambiar algo o si fue solo una ilusión suya; este último caso le daba mucho, mucho miedo.
Esos pensamientos casi la llenaron y todavía no la soltaron, cuando de repente ella oyó un sonido que era casi como un grito. Le pareció que alguien la estaba llamando, pero luego se dio cuenta de que este grito no parecía para nada a su nombre y entonces una parte de ella se calmó.
¿La otra parte seguía defendiendo su valor aun habiendo entendido que era
inútil? No, nada de eso. Simplemente no quería que se repitiera la injusticia que le hubiera tocado, aunque llamarla injusticia era un poco demasiado. Fue simplemente un caso poco agradable, y Tia no quería que se repitiera otra vez.
Fue un caso poco agradable, pero ella no sabía cómo pararlo. Se escapó antes de que este chico pudiera decirle algo, porque no sabía de qué se
pudiera tratar, y ahora se sentía un poco culpable por no haber tratado de mejorar las cosas. Pero, por otra parte, sintió que tratar de mejorarlas sería inútil. Era como si se hubiera suspendido sobre una cama
que no le daba sueños sino que se los quitaba. Y si hubo algo que ella ganó, fue una parte de su experiencia. Una parte que, sin ninguna duda, ahora le iba a servir.
Lo importante era tener más cuidado. Tia lo sabía muy bien y se repitió a sí misma: preocuparse en una situación sin saber el éxito, sobre todo si
parece lleno de momentos inesperados, no es lo mejor que se pueda hacer.
«Tia, vos tení más suerte que mucha gente. No tengá tanto miedo, que no
sirve a nada».
Esas son las palabras que sonaron en su conciencia. De hecho, mucha gente tiene menos suerte que ella. A alguien le podría parecer raro e impensable, pero es así. Por ejemplo, hay gente que, por más que intente, no logra encontrar un trabajo que le convenga, y también hay gente que, por una razón u otra, no logra hacerse amigos con nadie.
¿Tia tenía amigos? Sí, y eran tantos que, si recordaba los nombres de todos, su memoria debía ser más que buena. Y entonces no tenía que
preocuparse si algo no salió como ella quería, o no le salió para nada, porque intentar algo es ya un éxito. Muy pequeño, pero es un éxito.
Tia ignoraba cuántos éxitos iba a tener en su vida. ¡Podría celebrarlos todos! Y no tenía que temerle a nadie, sobre todo a lo que no llegó a ver
todavía.
Pero no era una a la que le gustaba hacerse daño con memorias inútiles.
Sí, inútiles, porque no tiene sentido preocuparse por lo que ya pasó.
La clase terminó, pero los pensamientos de Tia quedaron con ella. O mejor dicho, la mitad de sus pensamientos quedaron con ella, porque estaban tan
fuertes que no era para nada fácil deshacerse de ellos. Sin embargo, no quiso perder más tiempo ni perderse a sí misma (o sea, a la persona que siempre había sido), por lo tanto, en la clase que vino después, prefirió concentrarse en lo que realmente le tocaba hacer.
En realidad, eso ya le había pasado más de una vez antes (no exactamente la misma cosa, sino que muchas veces algo no le fue como ella se había esperado), pero eso es normal, porque cada uno tiene mucho que aprender
en su vida. Y si alguien dice que ya lo aprendió todo, en realidad no es así, porque la vida sigue adelante y siempre abre nuevas puertas.
Tia estaba intentando hacer lo que se le había pedido, pero la cabeza casi le explotó. Esta sucesión de números y palabras, la mitad de las cuales parecía que la veía por primera vez, hizo que los ojos se le perdieran; pero dado que no quería quedarse allí para siempre, decidió esforzarse más de cuanto solía hacer.
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