El diablo del baño

El diablo del baño

Esteban Moran

16/11/2023

El diablo del baño

En la puerta cerrada el letrero decía: “Baño dañado no usar”. Por dentro el retrete estaba con la tapa sellada, el cajón de los papeles volteado encima y medio bloque de concreto sobre este para no ser levantado. Sobre la tapa del tanque descansaba un rollo de papel higiénico a medio usar. En la cara interna de la puerta los mensajes iban desde: “Rosa te extraño tanto”, pasando por “Cristo te ama”, a “La que te comes hijo de puta”, con un dibujo cubista de lo que debía ser un pene. Pero encima de todo ese existencialismo estaba el letrero con lo verdaderamente importante: “El baño no sirve. No usar por favor”. El hombre irrumpe y se para frente a la puerta un instante. La abre, entra y la vuelve a cerrar. Voltea y ve el retrete condenado. Recorre con la mirada brevemente la cabina. Levanta el bloque, lo coloca en el piso. Quita el cubo volteado y lo baja también. Levanta la tapa y observa el fondo del sifón. La taza tiene un color cetrino y está limpia para ser un baño público. Al fondo del desagüe le parece distinguir la superficie del agua. Se suelta la correa, levanta la camisa y baja los pantalones junto con los calzoncillos. Se sienta. Cierra los ojos, toma aire y deja ir el cuerpo. Abre los ojos luego del esfuerzo y parado frente a él está el diablo cubierto de excrementos desde la cabeza hasta el pecho y pueda que más abajo, pero no logra detallar porque entonces tiene conciencia de que este ser que tiene enfrente definitivamente encolerizado es el demonio. Le sorprende que sea como el inconsciente colectivo le había sugerido: un fauno viejo, rojo, con cachos y rabo. La expresión más que aterradora por el origen fantástico que seguramente tendría su presencia en aquel baño, era aterradora como la de cualquier hombre iracundo sobre el que han defecado. «¿Qué faltó para que entendieras que este baño no podía usarse?», le dijo el diablo con una voz grave y densa. El tipo no responde y sin dejar de ver sus ojos flamantes, gira para alcanzar el medio rollo de papel y limpiarse. «¿Y en serio te vas a limpiar el culo?», le pregunta el demonio con aparente incredulidad. Suspende la gestión y con el trozo de papel en la mano, se resigna al desenlace que pueda tener una situación tan atípica como esta, y de algún modo, igualar la ausencia de dignidad que puede estar sintiendo ahora con la del diablo, al cual sus heces fecales le continúan corriendo por el bestial rostro.

«¿Qué harían ustedes los hombres si otro se les caga encima?», preguntó al hombre del que sabría no tendría respuesta, porque además de ser la omnisciencia una de sus facultades teológicas, el rostro del tipo impertérrito e imbécil lo sugería. «¿Qué voy a hacer con ustedes?», decía el demonio, mientras con sus manos semejantes a garras, intentaba apartar las deposiciones que ya no lo dejaban ver. El hombre bajó la cabeza al sentir una pena por el diablo, mayor que el miedo que le debería tener. Jugueteó con el papel que no usó y que aún tenía entre sus manos. Clavada la mirada en el piso, donde las patas caprinas del ser preternatural atrajeron su divagación. «Puede ser que esta sea la primera de tantas veces que uno de ustedes no lee, o lee y no hace caso, o lee y no hace caso y no le importa; y se caga en un baño donde estoy yo por algún misterio, aporía o disposición divina. Puede ser que, por las mismas razones, tú y yo olvidaremos esto, luego que yo decida cómo castigarte o cómo vengarme; y dejarte salir de aquí no como entraste, sino como otro. Puede ser, todo puede ser. Porque esto no puede ser la primera vez de algo, como nada lo es…», dijo el diablo. El hombre levantó la mirada y solo encontró las llamas que ardían en la profundidad de los ojos de la bestia.

El hombre cierra los ojos, toma aire y deja ir el cuerpo. Gira para alcanzar el medio rollo de papel y se limpia. Mientras lo hace lee detenidamente las frases escritas en la puerta; tomándose un tiempo importante en cada una. Jala la cadena y el agua corre. Sale y voltea para leer el letrero de la puerta: “Caballeros”.

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