Llegue apresurada al aeropuerto por alguna razón había confundido la hora de salida mi vuelo. Pensé que llevaba el tiempo justo para entrar y correr hacia la puerta de embarque. Al revisar nuevamente mi pasabordo me percaté de que tenía tiempo de sobra; faltaba más de una hora para que saliera mi vuelo. Así que empecé a buscar asiento en la sala. Lo ví de reojo, clavado en su celular. Se veía muy guapo y junto a él habían dos sillas. Una con su maleta y procedí a acercarme para sentarme en la otra. Cuando estaba cerca me miró de frente. No presté mucha atención y empecé a intentar encontrar cómo matar el tiempo de espera. 

Estaba ahí sentada impacientemente esperando el vuelo, revolviendo las fotos del celular, los emails, pensando lo que fue del viaje. Presupuestando días que no llegaban aún; recapitulando lo que ya pasó. Pero, bastó un instante de lucidez en el presente para percatarme de quien estába sentado junto a mí. También tenía su celular en la mano pero paraba cada tanto solo para mirarme. De repente te encuentras mirando solamente hacia un mismo lugar, la multitud desaparece, ninguno se atreve a hablar tan solo nos quedamos viendo y luego con algo de discimulo seguimos cada cual en lo nuestro. Continuamos sin decir una palabra solo para prolongar las miradas. Tenía un pequeño tatuaje cerca a su tobillo, lo noté porque par evitar mirar hacía el mimo lugar solo le miré las piernas. Por un momento lo noté inquieto, no dejaba de tocarse la barba. Quise irrumpir para que se detuviera pero me dio una ligera risa. Mire por un momento y las salas de embarque iban quedando vacías. Por un momento pensé en que íbamos a coincidir pero de repente él y su amigo se apresuran abordar. No iba en mi vuelo. Eran casi lo últimos y estaban esperando de más. Se giró hacia mí pero me hice la que miraba a otro lugar. A veces me parecía que era yo quien se estaba imaginando todo. 

Pasó la puerda de embarque y me miró dos veces más por los vidrios. Cuando giró para irse de frente hacia el avión y perderse en el pasillo se giró nuevamente dándome una larga mirada. Sin conocernos nos despedimos con una mirada dulcemente a lo lejos nuevamente. Y descubrí que las pequeñas historias efímeras tienen su encanto.

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