SOÑABA QUE ESTABA SOÑANDO

SOÑABA QUE ESTABA SOÑANADO

Podría jurar ante la sepultura de mis antepasados que estaba despierto cuando llegué a ese lugar, me recibieron dos ángeles, uno se encontraba al lado derecho del camino, y el otro al lado izquierdo, un tercer ángel que no había visto, levantó su brazo derecho señalándome el camino que debía seguir, no había avanzado ni tres pasos cuando un perfume embriagador, pero a la vez suave llenó mis sentidos… ante mis ojos se encontraba el más bello paisaje que jamás imaginé, para donde mis ojos miraran se encontraban con las más bellas flores de todos los colores y formas, así como grandes árboles de las más variadas frutas, por la posición del sol en el cielo estoy seguro que no pasaba de las 3 de la tarde.

Entre más avanzaba hacia el centro de aquel bello paisaje, más sorprendido quedaba, plantas y árboles eran alimentadas por dos ríos de agua cristalina que dejaban ver en el fondo de éstos un tapete de arenas blancas, estos ríos se formaban del agua de tres cascadas que descendían entre las rocas, cubiertas de follaje propios de esa humedad. El agua al hacer contacto con las rocas en su caída daba la impresión de un espejo que se rompe en mil pedazos formando refrescantes gotas y alegrando la vista de quien las observa.

Ni que decir del canto de las aves, las coloridas mariposas, así como de las abejas que revolotean en este paraíso y que unos y otros habían tomado como su casa.

Seguramente agotado por el recorrido y por esta maravillosa experiencia, me sentí cansado y con un poco de sueño elegí uno de los grandes árboles para recostarme bajo su sombra, apenas había dormitado un poco cuando un ruido me regreso a la realidad, era el sonido de un despertador que tengo en una mesita a un lado de la cama y que me avisaba que era hora de levantarme, desilusionado me di cuenta que todo fue un sueño, sin embargo, al paso de los días si alguien me pregunta seguiría diciendo que de verdad sucedió.

AUTOR: Abraham Carranza Silva.

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