Últimamente cuando voy a dormir me acurruco de lleno sobre el océano de tinta. Sobre la materia de la remembranza misma.
¿Porqué entro de lleno en el fango negro de la lengua animal?
Pues, porque creo que hay cosas importantes que se deben rescatar de la carroña. Creo que las lágrimas hacen más que llevarse la tristeza. Las lágrimas limpian los moluscos, limpian lo que quedó después de haberse movido.
Aquello que se mueve tanto que viaja un poco más rápido que el sonido.
Aquello que se mueve tanto que viaja un poco más lento que los latidos.
Cada día, cada momento, aparece una amatista. O quizás un zafiro o un jade otrora empantanado.
Y me los quedo.
Me los guardo entre la escápula y el tarso.
Y soy feliz, pues. Feliz de estar vivo y de latir por encontrarme después. Latir lento. Latir rápido.
Como lo que se mueve.
Como lo que late tanto que se arrulla un poco entre los senos.
Como lo que late tan poco que se arrulla mucho entre los besos.
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