Para Apagar las Llamas

El fuego del hogar refulgía color naranja, era un color como el que inundaba todo en esa época del año, las hojas eran naranjas, las calabazas también, hasta el cielo parecía teñirse de ese tono en la granja de los VVestfield, aunque granja era decir demasiado, no habían producido cosecha hace ya doscientos años, más era un estudio donde los diferentes patriarcas de la familia venían a vegetar recitando sus antiguas conjuraciones arcanas los unos a los otros, todo para que uno respondiera cada cierto tiempo “Sí, sí, un excelente maleficio” o que alguno reprochara “Pero Ordiogénes escribió uno similar qué gastaba la mitad de una poción”. Mientras entre las habitaciones las grandes brujas del árbol genealógico preparaban sus danzas a la luna y ponían en práctica las oscuras prácticas de la hechicería. A toda hora se escuchaban las lecciones que se les daba a los menores sobre las distintas escuelas de la magia y la forma de transmutarla en el mundo físico, había un dicho en la familia VVestfield “Un VVestfield que puede hablar, puede recitar un encantamiento”. Así que desde la primera palabra, los jóvenes eran analizados por todos los medios que permitía la alquimia y la medicina oscura, definiendo rápidamente a cuál de las escuelas pertenecía el éter de su espíritu, así no perderían tiempo en enseñarles cosas que nunca podrían utilizar. Y aún con lo bruto de este proceso, por quinientos años había funcionado, consistentemente la casa VVestfield había producido hechiceros poderosos al punto tal que todo lo demás que representaba a la familia se había diluído con el tiempo. Y de entre todos los miembros de la casa, el más reconocible y poderoso de todos era Joshua VVestfield, que ahora estaba sentado frente a la chimenea, viendo las llamas naranjas relumbrar en el hogar, su imponente figura completamente deshecha en su sillón favorito luego de escuchar la mayor locura que alguien podía escupir en su vida.

Evangeline terminó la disertación que tan apresuradamente había preparado la noche anterior, todos sus argumentos sobre la mesa, todos los motivos expresados, las emociones incluso, y cuando acabó, la figura reducida de su padre y su absoluto silencio fueron más elocuentes que cualquier cosa que hubieran podido reprocharle -…Me iré, al amanecer- Dijo tímidamente la chica sentenciando esta discusión al lugar donde van todas las discusiones familiares unidireccionales.

Unos segundos después, la puerta del estudio se había cerrado y Joshua se encontraba aún en un shock tan profundo que su cerebro disolvió las palabras de su hija entre las palabras mágicas de dos encantamientos que utilizaba para limpiar sus abrigos, e inmediatamente estiró su brazo, hizo un par de gestos en el aire, recitó algo en un idioma muerto y en su mano apareció una botella de licor y un vaso.

En dos horas la maleta estaba lista, seguramente con muchas cosas que no utilizaría y con muchas otras que había olvidado llevar, pero los errores de novata no eran importantes para Evangeline, a sus veinte años jamás había salido por sí sola de la granja, en parte por miedo, en parte falta de necesidad, pero para bien o para mal ahora había llegado el momento, no podría cumplir su cometido sin salir de la granja y nadie la ayudaría a cometer la absoluta locura que planeaba cometer, cruzar el bosque hasta el pueblo de Savannah y allí conseguir a alguien que la guiara por la ruta montañosa hasta la ciudad de los Tempestarii y allí pedir audiencia con la Bruja Azul. Se dejó caer en la cama abrazando su maleta, miró el techo hasta que el cansancio le permitió calmar la tormenta de emociones que sentía, tanto tiempo esperando por fin iba a pagar sus frutos.

Al amanecer la realidad se cernió sobre ella, las emociones que la habían sofocado por años seguían allí, siguieron allí cuando se preparó para salir, la siguieron cuando salió por la puerta trasera de la mansión, cuando avanzó por los terrenos que llevaban a la entrada de la propiedad, la siguieron también, su optimismo comenzó a desvanecerse cuando la noche la atrapó en el bosque, porque allí, en el silencio del Otoño, esos sentimientos la habían seguido también. Rápidamente preparó una fogata, la emocionaba usar fósforos por primera vez en su vida, armar la carpa resultó bastante más complicado y menos divertido, nuevamente dejó que el cansancio la derribara en su saco de dormir, jamás había sido muy buena para eso, jamás había sido talentosa para dormir.

La noche vino y se fue sin sueños ni pesadillas, la mañana llegó y con ella Evangeline se preparó para seguir avanzando. El bosque se sentía infinito, pero en un solo día llegó a mitad de camino y durante su segundo día alcanzaría la meta. Intentó disfrutar el viaje, la falta de voces, la ausencia de cánticos mágicos y de aromas alquímicos ayudó a calmar su ansiedad, aquí lo único que la acompañaba era el viento, por primera vez en mucho tiempo sintió que estaba de verdad sola, algo que rápidamente se dio cuenta que le había hecho falta.

Aún así en su corazón quemaba sin flaquear la energía de su éter, una llama que le habían dicho solo se apagaría el día de su muerte, una presión constante a la cuál nunca pudo acostumbrarse. Porque Evangeline era desde nacimiento una piromante, con afinidad al fuego y la habían criado así. Pero eso la hacía sentir como si su cuerpo no le perteneciera a ella sino a esa llama y los años de aprender encantamientos, conjuros y evocaciones para controlarla solo empeoraban el problema ¿Cuánto más debía quemarse dentro de ella para que le permitieran ser libre? Ya eran veinte años dedicados a ese calor opresivo del cual nunca podía escapar. En el fondo la chica sabía que solo existía una solución, encontrar a la Bruja Azul y pedirle que apagara las llamas.

Y aunque sabía perfectamente el camino de acción, cada paso le costaba más que el anterior.

Llegó a Savannah al atardecer, mucho más rápido de lo que había calculado, pero aún demasiado tarde para partir de inmediato, buscó un lugar donde quedarse y cuando encontró un hostal para turistas en los bordes de la ciudad le tomó tres intentos darse suficiente confianza para preguntar los precios, le cobraron más de lo que normalmente le cobrarían a otro viajero, Evangeline lo intuyó, pero su ansiedad y el rostro sonriente de la anciana bruja que le ofrecía un combo de desayuno y cena gratuito le impidieron resistirse.

La cena estuvo bien, pero las dudas sobre el viaje la tenían tan distraída que no pudo reconocer que sabor tenía, o quizá lo olvidó en algún momento de la noche, mientras miraba fijamente la lámpara en su mesa de noche, demasiado elegante para calzar con el resto de la habitación, pero aún así brillante y cálida. La mantenía encendida porque la oscuridad le daba fuerza renovada a las dudas que la plagaban desde que abandonó el bosque, la primera de todas ¿Qué estaba haciendo? Era la naturaleza de intentar algo nuevo y drástico, pero la otra opción, volver a cómo las cosas eran antes, eso era simplemente insoportable, la presión de rendirse ahora la aplastaría por completo así que debía seguir adelante, no existía otra opción. Se forzó a dormir con la luz aún encendida, despertó un par de veces durante la noche, quizá durmió un total de cuatro horas si era generosa consigo misma.

-¿Un guía a la ciudad de los Tempestarii?- Preguntó la anciana bruja, Evangeline asintió con la cabeza -Bueno, en esta época del año hay solo una persona que viaja por esas áreas- Añadió la mujer buscando algo en el mesón del hostal, finalmente sacó una vieja tarjeta con un nombre gastado y una dirección escrita en tinta barata -Se llama Annika, le dicen la bruja marrón y que no te intimide, es algo excéntrica-

-¿Es una druida?- Preguntó Evangeline

La anciana miró un segundo a Evangeline como si no entendiera a qué se refería y luego dijo -No, es una hechicera de gravedad-

La casa de la bruja marrón estaba a la afueras del pueblo justo en el límite con el bosque, se veía como si alguien hubiera cortado una vieja casona en cuatro y hubiera dejado uno de los cuartos en medio de la nada, la rodeaba un pequeño jardín con la tierra preparada para plantar, pero sin ninguna planta la vista y frente a la puerta de entrada una escalera plegable subía a un segundo piso. Evangeline estuvo un buen rato de pie afuera del edificio intentando darse la confianza suficiente para entrar, la detenía una sensación extraña de culpabilidad que siempre aparecía cuando quería obtener bienes y servicios, siempre sentía como si molestara a otra persona con sus peticiones aún cuando era literalmente el trabajo de la otra persona ayudarla. Fue exactamente en el momento que se decidió por las palabras correctas que usaría al entrar que una chica se asomó por la puerta y dijo -¿Vas a entrar o qué?-

Evangeline la siguió acercándose con cautela a la casona la chica que la invitaba a entrar parecía ser solo un poco mayor que ella, tenía el pelo castaño y atado en una cola desordenada detrás de la cabeza, usaba una bufanda gruesa de color café que cubría su cuello y hombros y un sombrero tradicional de hechicería del mismo material que la bufanda,entonces algo cambió la disposición de Evangeline, al principio fue algo de la forma en que la bruja de la casona caminaba que la distrajo por un segundo, luego su mirada subió desde sus pies hasta su cuello analizando la forma de su cuerpo, era delgada pero sus brazos se veían fuertes y tenían algunas cicatrices que le decían a la joven que su posible acompañante tenía la experiencia necesaria para desenvolverse en el bosque, pero fueron sus ojos, eran de un brillante color avellana que evocaba una calma profunda de tal poderoso efecto que Evangeline se preguntó si la anciana del hostal le había mentido y ahora se encontraba bajo el efecto de un encantamiento, tragó saliva y se mordió ligeramente la lengua para asegurarse de que tampoco estaba soñando. No lo estaba, ya estaba nerviosa porque desde lejos había discernido que era una bruja atractiva, y si Evangeline tenía problemas para lidiar con personas esos problemas se multiplicaban con personas atractivas, pero el efecto que estaba teniendo sobre ella esta mujer era ridículo, le temblaban las manos, un nudo se formó en su cuello y sintió la temperatura de su cuerpo aumentando.

-¿Y bien querías algo?- Dijo la bruja marrón.

-Eh… Ah… Guía…- Murmuró Evangeline tan fuerte como su estado actual le permitió, pero no fue suficiente.

La bruja marrón se le acercó y poniendo su oído cerca de su invitada preguntó -¿Qué?-

Un aroma a té negro y hojas secas nubló la mente de Evangeline que como pudo logró expresar -¡Guía! Quiero decir… Busco a un guía- Viendo que la bruja marrón no respondía Evangeline respiró profundo y continuó -Me… Me llamo Evangeline y busco un guía hasta la ciudad de los Tempestarii-

-Bueno Evangeline, estás de suerte, justamente esta tarde voy a partir hacia allí así que eres libre de acompañarme… Siempre y cuando tengas el dinero para pagar mis servicios- Dijo la bruja marrón sentándose en un viejo sillón negro frente a una mesita de café en el centro de la casona. Evangeline en su nerviosismo y emoción simplemente respondió dejando caer una pequeña bolsa de cuero, por el sonido metálico y el pequeño brillo dorado que se escapaba por la boca del saco era obvio cual era su contenido, la bruja marrón dijo con un tono mucho más servicial que el que tuvo al invitarla a pasar -En ese caso, señorita Evangeline, mi nombre es Annika ¿quisiera usted tomar una taza de té antes de partir?-

El resto de la mañana fue una clase de supervivencia en el camino que les deparaba, sobre los amuletos que debían preparar para evitar encuentros indeseados con monstruos y espectros, sobre cómo alejar a los duendes para evitar que les roben las cosas y sobre qué hierbas quemar en la hoguera para repeler a los osos, lobos y coyotes. Aún con el pago Annika fue muy clara de que no haría todo el trabajo ella, día por medio cambiarían tareas, una cocinaría la otra lavaría y así harían con todos los quehaceres del viaje de una semana que les esperaba, solo había una excepción, Annika se encargaría de buscar el agua cuando se agotara la que llevaran y Evangeline se encargaría de preparar la tienda de campaña y desarmarla. También había una regla que Evangeline debía seguir en todo momento y esa era obedecer a Annika, lo cuál Evangeline consideró lógico debido a que era la que más experiencia tenía de las dos.

Terminaron con los preparativos a medio día, una vez todo estuvo empacado Annika sacó de su cinturón una vara de plata y madera de cedro y con dos movimientos suaves seguidos de unas palabras en un idioma inexistente volaron hasta el patio trasero donde se encontraban con el equipaje un par de escobas de madera con una serie de correas de cuero fijas a ellas con tachuelas de bronce -¿Sabes cómo ajustar tu mochila a una de estas?- Preguntó Annika

-Es… Es primera vez que uso una- Dijo Evangeline

-Pues tendrás que aprender- Dijo Annika, luego se acercó a la escoba de Evangeline y comenzó a atar su mochila con las correas, se detuvo un segundo y dijo -¿Qué haces?-

-Oh… Nada- Respondió Evangeline

Annika la miró un segundo -Acércate y pon atención, solo te lo mostraré una vez- Evangeline dio un par de pasos al frente, Annika volvió a detenerse y la miró fijamente -Si te digo que te acerques es porque quiero que te acerques- Dijo haciendo un gesto firme con las manos.

Evangeline obedeció con nerviosismo, Annika entonces comenzó de nuevo, esta vez explicando paso por paso, pero bien pudo haberse ahorrado el esfuerzo, porque Evangeline no tenía la capacidad de concentrarse en nada que no fuera la misma Annika, en especial teniéndola tan cerca de su rostro. Aún así el proceso no era tan complejo como para necesitar una explicación tan detallada para partir.

-¿Entendiste?- Dijo Annika

-Eh… Sí- Respondió Evangeline

Evangeline, que estaba preocupada por no saber como montar en escoba, se calmó al notar que las usarían más como si fueran animales de carga que como monturas y cada una llevando una escoba junto a ellas se adentraron por el sendero hacia el bosque, caminaron hasta el anochecer y acamparon bajo un gran pino inclinado. Al día siguiente avanzaron subiendo entre las montañas hasta llegar a una quebrada, Annika detuvo las escobas justo al borde del abismo y Evangeline, agotada por el ascenso, se dejó caer bajo un árbol a beber agua de su cantimplora.

-¿Qué haces?- Preguntó Annika

-Descansar ¿No nos detuvimos para eso?- Dijo Evangeline

– No, nos detuvimos para poder bajar- Dijo Annika apuntando al barranco.

-No sé si podré escalar eso- Respondió Evangeline caminando hasta el risco

– ¿Y quién dijo que lo escalaremos?- Dijo Annika -Bajaremos en escoba-

-¿Qué?- Dijo Evangeline mientras se palidecía su rostro

-Que bajaremos en escoba, rápido monta la tuya- Dijo Annika empujando la escoba contra Evangeline.

-Pe… Pero es primera vez que monto una- Dijo la chica temblando

Annika se acercó a ella y ayudándola a montar la escoba dijo -Tranquila, yo la conduciré con mi varita, tú solo tienes que aferrarte fuerte ¿sí?-

Evangeline tragó saliva, mirando fijo a los ojos a Annika y respondió -Eh… Sí-

Annika entonces dio un par de golpes a la escoba con su varita mágica y dijo -Ahora ¡No te sueltes!- empujando a Evangeline con todo y escoba por el barranco, un grito ahogado se escuchó descendiendo y perdiéndose rápidamente entre los árboles del bosque, pasados unos momentos de silencio el mismo grito se escuchó ascendiendo desde entre las ramas, mientras Annika levantaba la punta de su varita hacia el horizonte. Entonces se subió a su propia escoba y saltó por la quebrada.

Habiendo terminado el intenso viaje en escoba Evangeline se dejó caer entre las hojas secas respirando pesado, su garganta estaba seca de tanto gritar y la cabeza le daba vueltas, su cuerpo estaba cubierto de sudor frío, Annika se puso en cuclillas a su lado y dijo – ¿Qué haces?-

Evangeline casi jadeando respondió -Eh… Eh… Descanso-

-Pues apresúrate tenemos que preparar el campamento- Dijo Annika

-Ya… Ya voy- Obedeció Evangeline y comenzó a desempacar la tienda de campaña.

-¿Y bien? ¿Cómo se sintió?- Preguntó Annika ayudando a Evangeline a estirar la tela de carpa.

-¿Qué cosa?- Dijo Evangeline

-El viaje en escoba ¿Cómo se sintió?- Dijo Annika

-Sinceramente pensé que iba a morir ¿Por qué preguntas?- Dijo Evangeline

-Curiosidad, me gusta saber como es la primera vez que una persona hace algo, en especial algo relacionado con magia, la primera vez que lanzan un conjuro, el primer grimorio que compraron- Luego miró a Evangeline sonriendo -Su primer viaje en escoba-

-¿Te gusta mucho la magia?- Preguntó Evangeline sin pensar demasiado en la pregunta

-No diría que me gusta… Diría que la amo- Respondió Annika -Somos brujas, es natural amar la magia-

Evangeline se quedó en silencio un momento y dijo cabizbaja -Sí… Supongo que tienes razón… Es lo natural- No supo encontrar las palabras adecuadas para describir lo diferente que se sentía, como para ella la magia no era más que una prisión. Vino también a Evangeline otro pensamiento que no había considerado ¿siquiera Annika podría entenderla? El mundo en el que vivían se movía por la magia, los avances que la alquimia y la conjuración habían traído eran innegables, todo desde la medicina hasta el entretenimiento funcionaba a base de cristales y pociones arcanas, si solo fuera por la realidad objetiva del asunto Evangeline estaba huyendo de la misma estructura de la sociedad. Pero no era esa la realidad que ella sentía, aunque significara negar todas las facilidades de ese mundo, ella ya no podía seguir así. En su corazón lo sabía, aunque Annika y todas las demás brujas del mundo no pudieran comprenderla, debía encontrar a la Bruja Azul y pedirle que apagara las llamas.

La noche fue calmada y silenciosa, las dos brujas no cruzaron palabra más de lo necesario y se durmieron temprano para continuar temprano al día siguiente.

Ahora que habían saltado la quebrada Annika le avisó a Evangeline que se ahorraron un día entero de viaje, además de eso el camino estaba mucho más nivelado y era mucho más fácil de avanzar que el sendero de montaña por el que habían comenzado. Ambas brujas conversaron de forma amena mientras avanzaban entre el bosque, Annika por su parte fue la que más habló, contó anécdotas de infancia, alguna que otra historia de sus otros clientes y también algunas exagerados cuentos de como se había hecho las cicatrices. Fue a medio día que la bruja marrón preguntó por fin -¿Y qué hay de ti?-

Evangeline avanzó en silencio pasando a su acompañante y respondió -¿De mí? No hay mucho que decir, después de todo no hay mucho de mí-

Annika la alcanzó y dijo -Bueno, es tu primer viaje después de todo, dale tiempo y pronto habrá más de ti de lo que la gente podrá manejar-

Se detuvieron bajo un cedro en medio de un claro y se prepararon para acampar, Annika le avisó a Evangeline que preparara el fuego mientras ella iba a buscar agua, la chica fue a su mochila a buscar su cajetilla de fósforos y comenzó a buscar hojas secas para hacer la yesca, sabía bien que una vez la hoguera estuviese ardiendo y el fuego no estuviera en peligro de apagarse debía quemar las hierbas para alejar a las bestias. Cuando joven el aroma del fuego siempre le causaba ansiedad, pero eso se debía a que el fuego en su casa siempre tenía el aroma dulce y melancólico de la magia, era la magia y no el fuego lo que le causaba ansiedad a Evangeline, lo sabía claramente ahora que usaba aquel artefacto prohibido en la casa de los VVestfield, los fósforos, el aroma de la pólvora y el sonido del chasquido eran diferentes a los de una varita mágica, en vez ponerla ansiosa, la calmaban.

Pero fue entre el aroma a pólvora y el sonido crepitante de la hoguera que Evangeline sintió algo que era una señal obvia de peligro, primero fue una peste horrible, como una mezcla de pescado crudo y carne podrida, un olor tan punzante que tuvo que cubrirse la nariz de inmediato para evitar las arcadas, luego fue aquel gruñido gutural, que la hizo de inmediato girarse para poder ver al invasor del campamento, un oso, uno enorme, uno que parecía hambriento. Evangeline intentó contener su miedo, dijo lo que le había indicado Annika y usó su capa para verse más grande, de pie intentó como pudo intimidar al animal, pero la única respuesta del oso fue pararse también en sus patas traseras y dejar salir un rugido que hizo a Evangeline tiritar de pies a cabeza, luego de un manotazo lanzó a la joven bruja rodando al suelo. La bestia se posó sobre ella a cuatro patas y mostrando los colmillos acercó lentamente su hocico, primero la olfateó mientras Evangeline sin saber que hacer se ponía en posición fetal, luego simplemente puso una de sus patas sobre ella, la chica sintió que su caja torácica iba a reventar solo por el peso, pero no era lo más peligroso, porque al abrir un ojo para ver su situación la chica vio la mandíbula abierta del oso a punto de morderle la cabeza.

Si en la escoba pensaba que moriría, ahora tenía la seguridad de que iba a morir.

Por un momento pensó en lo sencillo que sería simplemente hacer un gesto con la mano y recitar esas cinco palabras en un lenguaje muerto, calcinar a la bestia en una bola de fuego, sabía que podía hacerlo y nadie le diría nada si lo hacía, nadie excepto ella misma, recordó la conversación que tuvo con su padre antes de salir, las palabras que salieron de su boca en ese momento.

-Ya no quiero volver a usar magia-

E incluso para salvar su propia vida, la chica sintió que valía la pena morir sin romper esa promesa, aún ahora no usaría magia.

En ese momento, cinco palabras en lenguaje muerto y el movimiento de una varita, el oso salió expulsado como por una onda de choque chocando de lleno contra el cedro. Annika, aún con un aura de polvos plateados a su alrededor hizo otro gesto con la varita mientras el oso se levantaba y desde su punta un sonido estruendoso y una luz cegadora hicieron que el animal huyera perdiéndose en el bosque -¿Puedes caminar?- Preguntó Annika.

Evangeline se levantó adolorida y dijo -Sí-

-Pues hazlo, moveremos el campamento, no es seguro dormir aquí- Dijo Annika

En silencio se movieron hasta llegar a un claro a las orillas de un riachuelo y mientras preparaban las cosas otra vez Annika sin previo aviso derribó a Evangeline empujándola dentro de la tienda de campaña, se puso sobre ella, sacó su varita y la puso en el cuello de la chica.

-¿Cuál es tu escuela de magia?- Preguntó Annika

-¡Piromancía!- Respondió la chica

-¿Y tú nombre completo?- Cuestionó Annika

-Evangeline… Evangeline VVestfield- Dijo Evangeline

-Patrañas, mentiras, si fueras una VVestfield ese oso habría sido carne asada antes de entrar al campamento- Dijo Annika

-¡Es verdad!.. Soy Evangeline… VVestfield- Dijo Evangeline

Annika presionó su varita contra el cuello de Evangeline con más fuerza -Entonces responde ¿Por qué? ¿Por qué no te defendiste? ¿Por qué no usaste magia?-

-Yo…- Dijo Evangeline

-¿Sí?- Preguntó Annika

-¡Yo no uso magia!- Exclamó la chica

-¿Qué clase de bruja no usa magia?- Preguntó la bruja marrón guardando su varita, pero sin moverse de encima de Evangeline

-Una como yo- Dijo Evangeline sin moverse del suelo

Annika entonces se levantó y salió de la carpa, mientras se ordenaba la capa y el sombrero dijo -Llegaremos mañana a tu destino, busca un guía diferente para volver-

-Annika…- Dijo Evangeline levantándose

-No voy a repetirlo- Evangeline pudo notar el disgusto en la cara de Annika, no sabía si la había soltado porque ya había obtenido las respuestas que quería o si era porque la respuesta que recibió era tan aberrante para ella que ahora ni siquiera quería tocar a Evangeline, y no estaba equivocada con ninguna de esas conclusiones. Annika quien anteriormente había ayudado a la joven a escalar los caminos escarpados y de la mano la ayudó a cruzar los riachuelos, ahora parecía casi asustada del tacto de Evangeline, como si llevara una enfermedad mortal que le podía contagiar si fuera a tocarla hasta por accidente.

El resto del viaje fue silencioso e incómodo, no más historias ni anécdotas, solo el sonido del viento entre los árboles. Cuando por fin llegaron a la ciudad de los Tempestarii ya estaba atardeciendo y no pasó mucho antes que Annika simplemente dejara a Evangeline sola, sin siquiera una palabra de despedida, solo una mirada con un tinte de lástima y el sonido de una mochila cayendo al suelo desde una escoba, pero eso ya no le importaba a la joven, la pelea y la sensación de abandono en su pecho sólo renovaron su convicción. No le tomó demasiado encontrar la casa de la Bruja Azul, una anciana afuera de un restaurant le dio las indicaciones, estaba en la periferia de la ciudad en un suburbio relativamente acomodado la casa era como se la habían descrito, de piedra y madera con una ventana que daba a un sótano bien iluminado, por la ventana se podía ver que una mujer vestida de blanco servía comida en una mesa larga.

Evangeline se sentó en la vereda opuesta, pensó que lo mejor sería esperar allí a que terminara la comida que estaban sirviendo, la ropa que llevaba estaba sucia por el viaje, los brazos los tenía rasguñados por la pelea con el oso y aunque no había revisado estaba segura que en su cuerpo y cara debían haber algunos moretones, sentada allí se le acercó una bruja toda vestida de azul.

-¿Jovencita se encuentra bien?-

Evangeline, agotada apenas pudo contener sus lágrimas -Yo… Busco a… Busco a la Bruja Azul-

-Pues esa soy yo- Respondió la mujer, Evangeline que no podía contenerse más comenzó a llorar y la Bruja Azul se le acercó y la abrazó -Recorriste un largo camino para llegar aquí ¿No?- Evangeline sin poder hablar solo asintió con la cabeza -Ya… Ya… Llegaste a tu destino, ahora dime ¿Qué necesitas de mí?-

-Que… Quite- Balbuceó Evangeline

-¿Qué? No puedo escucharte bien- Dijo la Bruja Azul

Evangeline se tragó las lágrimas y dijo -La magia… Quiteme la magia, quiero que apague mis llamas-

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