En una mañana de lunes, llego un pajarito a la puerta de mi salón, entro y se quedó en una silla, mientras cantaba, él silbaba, si bailaba, él volaba, todo lo que yo hacia él lo repetía, terminaron las clases y el pajarito se fue.
El martes llegaron 3 pajaritos todos se quedaron en una silla y escucharon atentos la clase, si tomaba un lápiz, ellos querían usar una, si usaba un libro, ellos querían que se los leyera, al sonar el timbre jugaron juntos y terminando las clases volvieron a sus casas.
La mañana del miércoles llegaron 5 pajaritos, escogieron asiento y al principio pusieron atención en la clase, pero no tardaron mucho en empezar a jugar entre ellos, desordenaron todo el salón, los regañe y les pedí que acomodaran todo de nuevo, y lo hicieron, estaban tristes porque no los deje jugar, termino el día y todos se fueron.
Amaneció jueves y los pajaritos volvieron, pero no tenían ganas de escuchar, jugar o trabajar, estaban sentaditos como robots, solo se me ocurrió darles pintura, se emocionaron y con sus patitas dibujaron, soles, estrellas, nubes y unas, me platicaron de todas las cosas que dibujaron, como ellos las veían, que el sol era muy cálido y los despertaba en la mañana, la luna les decía que era hora de dormir y apagaba el brillo del sol, las nubes tenían agua, los refrescaban durante el día y las estrellas les cantaban en las noches para que pudieran dormir.
Todos estaban muy felices platicando y pintando, hasta que llego un gatito, todos se asustaron, volaron alto en el salón, tiraron la pintura y se salieron al techo, el gatito era muy pequeño así que se asustó al ver todo esto, lo cargue para que no tuviera miedo y salí para ir por los pajaritos; les explique no tenían que temer, el gatito no quería lastimarlos, al igual que a ellos, les había interesado la clase y quería participar, los pajaritos muy enojados me dijeron –“Si no se va ese gatito nos iremos nosotros”-. No podía creer lo que oía, les dije que no podía dejarlo fuera, seria como dejar fuera a uno de ellos y que eso no sería justo, regresé al salón y le di clases al gatito, cuando termino el día el gatito se fue y los pajaritos ya no estaban.
Llego el viernes y el gatito llego puntual al salón, los pajaritos no llegaron y empecé la clase, al iniciar empezaron a sonar silbidos afuera del salón, salimos y vimos que estaban los pajaritos afuera pajaritos con flores, ramas y una miradita triste, todos juntos dijeron –“Perdónanos gatito, ayer nos asustaste y pensamos que nos comerías, por eso volamos y perdón maestra por no escucharla cuando nos dijo que el gatito solo quería ser nuestro amigo”-.
Entramos todos juntos al salón y los pajaritos nos contaron que, al llegar a sus casas y contarles a sus mamás lo que había pasado ellas los regañaron porque lastimaron los sentimientos del gatito, les dieron el ejemplo de –“¿Qué sentirías si te hicieran lo mismo?”- y al contestar ellos entendieron que hicieron mal y sintieron que debían darle una disculpa al gatito.
El gatito los perdono y empezaron a pintar, jugar, cantar, bailar y platicar todos juntos; la semana siguiente llegaron cuatro gatitos más, y la siguiente llegaron cinco perritos, y así poco a poco el salón se fue llenando y entre más se llenaba, más amigos tenían los cinco pajaritos.
Fin.
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