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No vengo a este papel para alcanzar fama o fortuna.
Ni para que la inmortalidad llame a mi puerta convencida.
Ni porque mis pensamientos importen más que los tuyos.
Ni para comprender si soy un genio o un desastre.
No vengo a este papel para relamerme el ego por el cuerpo.
Ni porque el mundo merezca comprimirse en mi pluma.
No vengo a este papel para hacerte sentir orgulloso.
Ni para que me inviten en bares o discotecas.
No vengo aquí para parecer más interesante,
ni para venderle mis confidencias al mejor postor.
Vengo a este papel porque es aquí y solo aquí,
donde escondo mis miserias y mis decepciones flotantes.
Porque acostumbro a desconectar de mis virtudes cuando más las necesito.
Y aquí vengo a bucearme bajo mis lágrimas más sulfúricas.
Vengo a este papel porque mi mente está abierta de par en par
y por ella entran obedientes piedras que hacen demasiado daño.
Porque si no puedo reconocer mis sueños más dulces,
ni la belleza que en mi luce, solo me queda escribir mis pesadillas más astilladas.
Vengo aquí, porque mis palabras, fracturadas y descompuestas,
abarcan más vida, que mis ojos enfocados y mis brazos alargados.
Vengo a este papel porque aquí dentro obro bien.
Y ahí fuera obro mal.
Porque aquí soy eterno y ahí fuera, medio idiota.
Vengo a este papel porque a pesar de los desengaños,
a pesar del dolor, la contradicción, la injusticia, la barbarie y el caos,
supongo que estoy enamorado de la vida.
Y esta es la única forma que conozco de demostrarlo.
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