Mi amada se pudre

La veo allí, tendida, con su belleza marchita y el cuerpo deformado. Mi amada, mi musa, mi ángel… ahora es sólo un montón de carne en descomposición.

Sus ojos, que antes me hipnotizaban con su brillo, ahora son un par de cuencas vacías habitadas por gusanos. Su piel, que acaricié infinitas veces, se desprende podrida, dejando entrever la calavera. Sus labios, que besé con pasión desmedida, son sólo una masa deforme y violácea.

Y, sin embargo, la deseo. Aún en la muerte, con su cuerpo hediondo y devorado por larvas, la ansío fervientemente. Quiero besar sus labios amoratados, acariciar su piel corrompida, unirme a ella aunque esté fría e inerte.

Me embriaga el olor de su putrefacción, excita mis sentidos su imagen decadente. Pareciera que la muerte realzó su belleza lúgubre, ¿o será este deseo enfermizo que me consume?

No lo sé. Sólo sé que yace aquí, pudriéndose lentamente, y mi ser se debate entre la repulsión y la atracción. Quiero huir de este espectáculo grotesco, pero a la vez quiero quedarme con ella, abrazarla en su descomposición final.

En vida no pude retenerla, pero ahora puedo hacerla mía en la muerte. Puedo amarla estrictamente, sin ninguna reserva, entregarme a su cuerpo en plena putrefacción.

Mi amada se pudre, mas sigue siendo bella a mis ojos de amante necrófilo. Acaricio su fría y huesuda calavera mientras los gusanos se agitan en su podrida carne… pero son sólo celos de mis besos exhaustos, de mi amor corrompido y eterno.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS