No golpees más mi pecho;

Quita tu mano de mi cuello;

Deja caer sobre mí la daga de tu desprecio;

No soportaré una agonía duradera.


Crea los versos de un trágico discurso;

No escondas los sentimientos bajo el brillo púrpura de tus ojos;

Convénceme de una culpabilidad nefasta;

Solo ejecútame.


No dejes doliente una sensación vacía;

Creéme cuando miento y te digo que no te he amado;

Grita suavemente tu desprecio por mi poesía;

Deja de dolerme y vete.


No sujetes mis cartas sobre tus hombros;

Abandóname en medio de una niebla oscura;

No derrames un adiós piadoso;

Solo dime que las mañanas se han de tornar grises.

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