El amante dormido.

De siete a nueve del siguiente día, ofuscados mis ojos quise ver en 

el tumulto de las estrellas crispadas tu sensura deVenus

el oleaje del mar entre tus dedos,

el vino de hace años en tu saliva dormida, el tintinear de tus cabellos.

Nunca nadie me quiso, y por vez primera, el resuello del amanecer me despertó

ansioso, deslumbrado, sin ganas de volver.

En la esquina de tu dormitorio había una fuente tan cristalina

con perfume de lavanda y estragos de la noche anterior.

Es tan sinuoso el camino de regreso, es tan cruel la lluvia que impacta

contra el suelo y lo erosiona.

Ya internado en el monte, las hojarascas se sienten tan suaves como tu piel

de veinteañera y los árboles secos irradian el fulgor de tus iris.

Trastabillando las rocas elegantemente disfrazadas, pienso en tu osadía 

al abrir tu ventana, sin importar nada, ni siquiera lo que los demás piensen,

eludiendo la soledad y la falta de afecto.

Yo no soy quien para hacerte feliz, tú eres lo que siempre quise,

la noche es nuestra cómplice y el día nuestro testigo.

¡Yo no soy quien!