Tome la pluma y el papel, mas ya no se percibía ruido alguno que pudiera describir; no existía dolor que pudiera expresar ni pensamientos que me atormentaran. No había nada, tan solo yo, una pluma y el papel, un poeta desprovisto de palabras. Una noche en soledad, sin embargo, resultaba aterrador; tanto silencio resultaba inquietante. Lo absoluto parecía irreal, incluso más temible que el mismísimo infierno: una noche desprovista de pensamientos.
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